Heredero de un multimillonario romance Capítulo 56

¡El tiempo vuela tan rápido! Llevo casi un mes viviendo en la mansión del multimillonario Damir Uvarov. En este tiempo, me he acostumbrado a mi nueva vida y al incalculable lujo que me sobrevino como la nieve en septiembre.

Damir está fuera la mayor parte del tiempo por reuniones importantes; la última vez se fue a China durante casi dos semanas. Sólo nos comunicamos por teléfono, y no por mucho tiempo debido a su apretada agenda.

Me llama para preguntarme cómo me siento. ¿Hay algún dolor? ¿Sigo los consejos del médico? A lo que respondo humilde y positivamente.

He visitado la clínica dos veces durante este periodo. Me reuní con el ginecólogo donde estoy inscrita. Me examinó, me informó sobre las pruebas, me explicó mi estilo de vida, la dieta, el ejercicio y el descanso. Me dio un libro de metodología que tenía una explicación detallada de todo esto y también un bonito cuaderno en el que Uvarov me exigía que anotara cómo pasaba el día, qué hacía y qué consumía. Básicamente, una especie de diario autorreflexivo.

Por lo demás, me va bien. Me siento mejor y las náuseas son casi inexistentes. Me alegro de que, en general, el embarazo vaya bien. Y tengo suerte en eso.

Quería hacerle una pregunta inmodesta sobre aquel sueño... Pero me daba demasiada vergüenza y no tuve el valor de preguntárselo a Uvarov a la cara:

"Dime, ¿tú y yo tuvimos algo? Acabo de tener un sueño tan indecente en el que he tenido un orgasmo fantástico, que ha sido sorprendentemente parecido a la realidad... Me he despertado sin ropa interior, las sábanas estaban ligeramente húmedas. ¿Por qué exactamente me cambiaste a mí y no a la criada?"

De todos modos, no pude decirlo en voz alta.

Aunque cuando pasó a verme y a despedirse antes de que me fuera, lo miré fijamente y me sonrojé, tratando de sacar de mi boca esa pregunta descarada. Y Damir sonrió maliciosamente por alguna razón, su mirada aguda en mis labios, mis pechos, hasta... mis muslos. Apreté las piernas por reflejo cuando sentí que me quemaba con sus ojos oscuros en ese mismo lugar.

En realidad, no teníamos un acuerdo para el sexo con él.

Sólo tenemos un trato para el bebé.

No quiero acostarme con él, aunque... ¡Dios! Quiero sus labios descarados, sus manos insistentes, su hermoso y oloroso cuerpo de hombre real. Pero no puedo dejar que Damir se acerque demasiado a mí. Porque es sólo una transacción entre nosotros, y no hay sentimientos serios. Si hay una atracción, es un instinto natural. La lujuria del placer carnal.

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