―Queridita, ¿por qué estás tan roja? ―Jiang Ning le echó una mirada―. ¿Te sientes mal?
―¡N-no! ―respondió apresurada Lin Yuzhen.
Se sintió aliviada por dentro cuando vio que Jiang Ning no caminaba hacia ella. Tenía miedo de que se le acercara demasiado porque cuando eso pasaba, ella se sentía muy extraña por dentro.
―Iré a Shengcheng en unos días para firmar el contrato, ¿quieres venir?
Lin Yuzhen cambió el tema. Sin importar qué asunto tuviera que atender, Jiang Ning siempre la acompañaba y ella ya estaba muy acostumbrada.
―Claro ―respondió Jiang Ning―, iré contigo.
Lin Yuzhen se sintió más segura cuando escuchó la respuesta.
―Gracias, queridito. Iré a supervisar unas cosas. Cuando termine podremos irnos a casa para la cena.
Lin Yuzhen se fue. Jiang Ning volvió a soplarse en la mano y maldijo por dentro: «¡Vaya chicle de mala calidad! No me refrescó el aliento para nada. El anuncio era mentira. Esa empresa cerrará en un abrir y cerrar de ojos».
……
El Grupo Lin había crecido a un ritmo tan veloz que todos los medios noticiosos se peleaban por hacer reportajes sobre ellos. La cultura empresarial del Grupo Lin también era un tema de gran interés. El Grupo Lin no parecía pensar que hacer ganancias era importante y no tenía que responderle a los accionistas porque eran la propia familia Lin.
―¿Qué es este lugar?
Lin Yuzhen miró los leones de piedra afuera del club y se sorprendió de que Jiang Ning no la dejara celebrar con los empleados.
―Un anciano va a celebrar su cumpleaños, así que te traje para disfrutar de una buena comida ―explicó Jiang Ning con una sonrisa―. Este hombre es muy miserable y solitario. No ha celebrado muchos cumpleaños. Ya tiene cincuenta años, así que si no celebra ahora, puede que no tenga otra oportunidad.
Lin Yuzhen no estaba muy segura de ir, pero ahora se sentía mal.
―¡Ay! ¡Qué triste! Hay que celebrar su cumpleaños con él, entonces.
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