Lin Wen se rio.
―Bueno, ya no te preocupes. Hablaré con Jiang Ning uno de estos días.
Su Mei asintió. Estaba confundida por su propia actitud. Jiang Ning era un buen muchacho, así que aunque no fuera su yerno, quería que se convirtiera en su ahijado. Sin embargo, cuando pensó en lo excepcional que era Jiang Ning, temía que su preciada hija saliera lastimada. Ser madre es tan difícil.
Después del desayuno, Jiang Ning llevó a Lin Yuzhen a la oficina.
―Parece que mamá sabe ―dijo Lin Yuzhen en voz baja mientras miraba por la ventana.
―¿Qué cosa?
―Que estamos… durmiendo juntos.
Se ruborizó un poco. Literalmente estaban durmiendo en la misma cama y nada había pasado. No obstante, sonaba raro cuando lo decía así.
―¿Por qué? ¿Mamá ya quiere un nieto? ―Jiang Ning se volvió para verla―. No puedes apresurarlo. Tienes que seguir el ritmo de la naturaleza y contar los días cuidadosamente.
―¡Jiang Ning! ―exclamó ella y se mordió el labio―. ¡Basta! No… no puedes tocarme aún.
Jiang Ning puso una cara seria a propósito.
―¿Entonces cuándo?
Lin Yuzhen no dijo nada. ¿Cuándo? Parecía estar preparada mentalmente para que esto pasara, pero aunque habían estado compartiendo la cama por un tiempo, Jiang Ning nunca hizo nada más que dormir. Algunas personas decían que los hombres que cruzaban la línea eran animales. ¿Entonces Jiang Ning era peor que un animal?
―Yuzhen.
Mientras tanto, el nuevo representante había llegado a Shengcheng. El hombre se veía muy común y no llamaría la atención entre la multitud. Llegó solo y entró directo al Club Masquerade.
El maestro Fu, por supuesto, sabía que este día llegaría. Sin embargo, estaba sorprendido por cómo sucedió.
―El amo no está enojado. Sólo un poco decepcionado.
Un hombre de mediana edad estaba sentado frente al maestro Fu. No era muy alto pero sí bastante musculoso. Bebía el té con tranquilidad. Podía sentir la presencia de Espada Rota y no parecía asustado.
―Se ha esforzado mucho en los años pasados, así que el amo dice que no peleará con usted por este asunto y que puede retirarse…
―Aunque él no quiera pelear por esto, yo sí.
El maestro Fu lo interrumpió con una sonrisa fría antes de que pudiera terminar de hablar.
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