incitame a pecar romance Capítulo 18

La soledad está en mí.

MONICA.

A pasado un dos días que estoy aquí, todo ha ido normal, yo no me he encontrado con Maxwell más que en juntas o cuando nos topamos en los pasillos, me he ocupado todo el día de mi trabajo, como siempre, pero es que no puedo, no puedo detenerme ya que si no lo hago que me queda, exacto solo queda una mujer con problemas, esto es muy estresante, ayer me desvele haciendo papeleo y revisando correos "pendientes". solo cuento los días para volver aquí me siento más sola y fuera de lugar que en otros lugares, ya quiero volver a mi oficina, digo siquiera mi silla es más cómoda que estas estúpidas sillas de madera de este cuarto, hoy pensaba en pasármela encerrada, todo el día en mi habitación ya que hoy es el día que se les da a los empleados para hacer turismo, ir de fiesta o lo que ellos gustasen, la mayoría se va un bar o antros pero yo no, creo que es porque no tengo con quien ir, digo no tengo amigos ni nada, y mejor, prefiero estar aquí que allá afuera sin saber qué hacer.

Cuando acabe mi trabajo de toda la semana, creo que adelante el de todo el viaje máximo, me levanto y me veo al espejo, y ¿qué es lo que veo?, una mujer ojerosa, despeinada y fachosa, sola que no se atreve a experimentar algo que todavía está a tiempo, lo que hago es lo de siempre, sonreír, pero más que verdadera creo que es una sonrisa falsa como es de costumbre la mayoría del tiempo, ¿en qué me he convertido?, en una mujer poderosa y famosa, lo que todos pensaron que nunca conseguiría, una mujer que es guapa y respetada que demuestra valentía, poder a la gente y revistas, envidiada por mujeres y hombres, como también una mujer sola, una mujer que es un desastre, una mujer que es como una máquina, todo el día trabajando y para que, ¿apariencias? ¿Por dinero? ¿Por fama y poder?, pero está sola, está sola en el mundo, una mujer que le temen hasta a sus propios empleados, solo se tiene a ella, una mujer que nunca disfruto, que siempre fue buena, nunca salió de fiesta hasta la madrugada a emborracharse y dejarse llevar, una mujer que tiene todo lo que quiere y a la vez nada, que solo la acompaña en este mundo ella, como siempre ha sido y será.

"Al carajo" pensé, hoy voy a salir de fiesta hasta la madrugada y mañana no trabajare, ¿Quién va a detenerme?, me fui a mi maleta y saqué un vestido azul marino entallado a mi cuerpo, luego me maquille más de lo usual, mire el espejo y sonreí con un brillo, ya que hoy voy a apostar sin miedo y divertirme sin importar lo que digan los demás o si mañana me arrepentiré como una mujer de mi edad más, cuando ya está lista lo que hice es dirigirme a la puerta, pero antes de llegar, alguien toco a lo que yo abrí, y ahí está el, el hombre que un día ame y hoy solo me da igual Maxwell.

-¿Qué haces aquí?- pregunte sin humor alguno.

-Déjame entrar- dijo tambaleándose, a lo que supuse que estaba borracho, es más hasta aquí huele a alcohol.

salí al pasillo por un poco de aire, luego que ya estaba más calmada y decidida entre y vi la hora, ya era las doce de la mañana, entre y lo vi dormido, como yo no iba a dormir el mueble solo por ayudarlo me acosté en la orilla de la cama pensando en que no ocurrirá nada que yo no quiera, me le quedé viendo, sus facciones marcadas, su boca media abierta, su cara perfectamente afeitada, se ve tan calmado, después de un rato me acerque a él con duda por lo que iba a hacer y me acurruque en sus brazos como lo hacía antes, a los minutos de hacer tal acción hable, ya que él no estaba despierto y si escuchaba, mañana no iba a recordar nada, y todo iba a hacer como antes.

-sabes, lo que más me gustaba de dormir contigo, era el calor y la protección que me dabas- sonreí tristemente recordando esas noches de frío que dormía pegada a él mientras él besaba mi cabeza- pero ahora solo siento frío y soledad.

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