Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 131

Apenas comió unos bocados, Diana dejó el tenedor y se dirigió a Santiago,

—No tengo mucho apetito hoy, pero tú comas más, has trabajado todo el día.

Mientras se levantó lentamente, la sirviente la acompañó para la habitación.

Poco después, Santiago dejó de comer también porque no le apetecía tampoco.

Sentado allí, sacó la pitillera del bolsillo y apenas encendió un cigarrillo, sonó su teléfono, y era llamada de Lidia.

Santiago lo cogió y dijo,

—Hola.

—¿No te estoy molestando? —dijo Lidia en un tono suave.

Santiago encendió el cigarrillo y dijo,

—No, nada. ¿Qué pasa?

Suspiró Lidia,

—Pues, Erika me llamó por la tarde diciendo que se encontraba mal, y estoy preocupada por ella. Pero no me atrevé a llamarla para no provocarle la furia, así te llamo a ti para saber si está mejor ella.

Mientras fumando, Santiago se apoyó contra la silla,

—Gracias, ahora está mucho mejor.

«Supongo que Erika ya se lo contó todo».

Lidia detuvo por un momento y añadió,

—Deberías calmarla, porque al fin y al cabo seguiréis viviendo juntos, y vuestra relación es importante en el futuro.

—Vale, gracias.

Lidia siguió su discurso,

—Sois familiares y nada debería romper vuestra relación. ¿No? —Viéndolo callado, Lidia continuó—, si no es molestia, mañana quería visitar a Erika. Pienso que es mi deber hacerlo.

—Como quieras si tienes tiempo —dijo Santiago.

—Estoy libre estos días —dijo Lidia.

Terminadas las palabras, Santiago colgó el teléfono y apagó el cigarrillo, luego salió para afuera.

Desde ahí se veía el estacionamiento y, naturalmente, el rincón del jardín donde paseaba Gustavo al azar.

Se le acercó Santiago mientras Gustavo estaba mirando el cielo con las manos metidas en el bolsillo.

Cuando Santiago llegó a su frente, lo miró Gustavo,

—¿Has resuelto el conflicto?

Por medio de los escalones, Santiago entró al jardín, mientras Gustavo se quedó inmóvil, mirándolo y dijo,

—Vanesa es diferente ahora.

Santiago echó a reír,

—Parece que la conoces muy bien.

Gustavo bajó las miradas y dijo con cierta impaciencia,

—Claro que la conozco. La señora Erika siempre la humillaba delante de todos y ella siempre se mantenía callada sin nada quejas. Hasta los sirvientes la burlaron en secreto.

Santiago se quedó de repente aturdido.

Gustavo volvió a mirarlo.

—La veo diferente ahora —detuvo por un momento—, y así me parece mejor. Si no cambia, aunque tenga una voluntad muy fuerte, no podrá soportar los insultos así todo el tiempo.

Seguía callado Santiago, cabizbajo en la oscuridad que no se veía nada expresión en su rostro.

Gustavo detuvo por un rato mirando el estacionamiento donde se quedaban muchos coches, que pertenecían a cada uno de la familia Icaza, con la excepción de Vanesa.

Supiera conducir o no, cada uno de la familia Icaza tenía su propio coche y con un chófer, pero Vanesa no tenía ni nada, saliendo y llegando aquí siempre por Uber.

«En nada se parece la dueña de la familia Icaza».

Después de un profundo respiro, Santiago sacó su teléfono para enviar un mensaje a Vanesa.

En este momento, Vanesa terminó la cena y estaba echada al sofá entreteniéndose con las serias.

«Nada divertida.»

Viviendo en una casa tan grande, se sintió mucho miedo quedando sola, y lo sintió aún más fuerte cuando miró al segundo piso que era silencioso a menudo.

Cuando le llegó el mensaje de Santiago, Vanesa se quedó rígida de estremecimiento.

Se quedó sorprendida.

«¿Qué quiere Santiago hacer? ¿Por qué me pregunta si estoy dormida?»

Después de pensar un rato, Vanesa le respondió,

—Sí, me quedé dormida.

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