Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 224

Eustacio fue el primero en entrar y se quedó helado al ver a Vanesa. Los tres recién llegados no habían esperado que ella estuviera aquí.

Vanesa se sonrió y los saludó. Tal y como ella esperaba, ello seguían en la empresa.

Lidia se quedó perpleja antes de devolverle una sonrisa miró Vanesa, y luego miró a Santiago y le preguntó,

—El acuerdo ya está. Es casi mediodía, ¿quieres acompañarnos a comer?

Santiago se levantó y lanzó una mirada a Alexander para consultarle su opinión. Este asintió diciendo,

—¡Sí! Todos vamos a comer. Aprovechemos que Vanesa está aquí, nos reunimos.

Vanesa aceptó de inmediato con una sonrisa muy brillante. Santiago la miró, y luego dijo haciendo ecos,

— De acuerdo, vamos juntos.

Lidia recorrió con la mirada a Santiago y Vanesa, pero llevaba la misma expresión en su rostro.

Después de que Santiago recogió sus cosas, todos salieron para tomar el ascensor. Una vez dentro, Santiago y Vanesa se situaron en el extremo más alejado. Alexander y Eustacio se situaron en la puerta del ascensor y empezaron a conversar sobre la asociación.

Vanesa aprovevhó de la presencia de Lidia para vengarse de ella. Se acercó a Santiago, y bajó la voz para preguntarle,

—¿Cuándo saliste de casa esta mañana? Estaba tan cansada que no me di cuenta.

Santiago estaba muy cerca a Vanesa, por lo cual simplemente bajó un poco la vista y dedectó los chupetones en el cuello de ella. Era verdad que lo había hecho a propósito. Viendo el cuello de Vanesa, se acordó al instante lo de la noche anterior: ambos estaban conscientes al follar bajo las luces encendidas. Incluso recordó todos los detalles.

—¿No te has dado cuenta en absoluto? Incluso te he vendado la herida de tu pierna esta mañana.—Santiago dijo en voz aún más baja.

—¿Ajá? —Vanesa soltó una risa, con una expresión asombrada ante la confirmación de Santiago. En este momento, el ascensor se abrió y Lidia siguió al hombre que tenía delante, con la espalda recta...

Antes de subir al coche, Vanesa no preguntó nada porque no quiso fingirse muy enamorada ante la ausencia de Lidia. En realidad, no tenía nada de hambre por haber comido hace poco. La razón de aceptar comer con ellos consistía en hacer lo posible para disgustar a las personas que oidaba.

«Si estuviera aquí la Sra. Erika, podrá matar dos pájaros de un tiro. Hace tanto tiempo que no la veo, hasta la echó un poco de menos ».

Vanesa esperó a que el coche se detuviera antes de abrir los ojos. Miró por la ventana y se sonrió en silencio.

«En un día tan significativo para que las dos familias, es lógico que hayan elegido un buen restaurante para celebrarlo: el mismo lugar donde Santiago y yo comimos antes de divorciarnos. ¡Destino maravilloso! »

Santiago no reaccionó igual que ella, simplemente se bajó del coche y llevó a Vanesa dentro.

El camarero les llevó a una sala privada y Vanesa se estiró al entrar, con una postura muy desenfadada,

—¡Vaya! ¡La comida aquí está muy buena! Santiago, ¿recuerdas la última vez que venimos?

Santiago miró a Vanesa y se preguntó por qué había sacado el tema. De hecho, a Vanesa le preocupaba que Santiago se hubiera olvidado de un pasado tan importante.

La gente de la familia Merazo tomó asiento con expresiones serias. Luego, Santiago se sentó junto a Alexander y Vanesa junto a ése.

Lidia se sentó al lado de Eustacio, en diagonal frente a Vanesa, de modo que ellas podrían verse cuando levantaran la vista. Esto era parecido a la situación cuando comían en la casa de la famila Icaza.

Cuando llegó el momento de pedir, Alexander le entregó a Vanesa el menú y le dijo,

—Las damas primero.

A Vanesa no le importó en absoluto tales ritos, cogió el menú y echó un vistazo, pero no eligió nada porque aún no tenía ganas de comer algo más. Santiago, que estaba a su lado, la miró, luego agarró el menú, diciendo,

—Me encargo de pedirte algo que te guste.

Los ojos de Lidia se apartaron del menú y miraron fijamente a Santiago.

—Lidia, ¿qué te gusta?—preguntó Eustacio directamente por estar harto de eses dos.

Lidia recobró el sentido y se apresuró a apartar los ojos de los dos enamorados,

—A ver... Me gustan estos.

—Entonces pídelos — dijo Eustacio en una voz bajita.

Lidia lo miró y asintió con la cabeza. Vanesa estaba al lado, viendo todo eso. El menú se hizo circular y casi todos pidieron antes de que se lo llevara el camarero.

Eustacio llevaba un buen rato mirando a Vanesa y ésta se había dado cuenta. La vista era tan aguda que, a menos que estuviera ciega para no percibirlo. Pero Vanesa lo ignoró y se acercó a Santiago para hablar de la inauguración de su propia tienda.

Faltaban unos días para que se confirmaran los planos de la reforma, y pronto sería el fin de mes cuando el contrato de alquiler entraría en vigor. Fabiana también le había enviado un mensaje ayer diciendo que los postres estarían todos arreglados en los próximos días y que podría traer al equipo de construcción para que echaran un vistazo.

Después de pensarlo, Vanesa decidió pedirle a Adam que la ayudara a encontrar un constructor. Con Adam, mejor dicho, con Santiago, todo iría viento en popa.

Después de que Vanesa terminara la conversación con santiago, Eustacio le dijo a ella,

—Me he enterado de que la señorita Vanesa se ha traslado de la casa Icaza con Santiago.

Vanesa dio un respingo, miró a Eustacio y contestó,

—Sí, la casa está lejos de la empresa, y eso complica el trabajo de Santiago. Ya sabemos que suele tener compromisos sociales, no quiero que le cueste mucho en el camino.

Dicha explicación era algo que Vanesa había pensado hace mucho tiempo.

Eustacio sonrió y dijo,

—Ya lo veo, pero el resto de la familia Icaza ...—

Antes de que Eustacio pudiera terminar su frase, Vanesa explicó de inmediato,

—No me importa cómo sea el resto de la familia, sólo me preocupa mi marido. Otros están dispuestos a levantarse temprano y trabajar duro todos los días, esa es su libertad. Quiero que Santiago esté más cómodo, así que opté por irme a vivir dentro de la ciudad, y eso es mi libertad.

Las palabras de Vanesa eran tan directas, pero con su tono amable, su sonrisa y su cara bonita, no sonaban tan ofensivas.

Eustacio dio un respingo y miró a Vanesa con cierto fastidio, pues nunca nadie se había atrevido a interrumpirle tan bruscamente.

«¡Gente del campo, tan inculta como es!»

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Jefe Atrevido: Amor Retardado