Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 229

A la hora de comer, Adam llamó a Vanesa para informarle de que iría a la tienda con un decorador.

Vanesa tenía una llave de repuesto que Fabiana le había dado por confianza. Después de esta llamada, tomó un taxi inmediatamente para abrirles la puerta de la tienda.

El decorador era muy profesional y entró a tomar varias medidas, luego golpeó las paredes y miró la ubicación de la fontanería y la electricidad. Mientras Adam estaba observando el estado de la tienda.

Vanesa estaba en la puerta, de todos modos no sabía nada, así que no se unió con los dos. Después de la observación, Adam se acercó a ella y le dijo,

—Estrás muy ocupada cuando empiece la reforma. ¿Supervisarás el trabajo tú misma, o te ayudo?

Antes de que Vanesa pudiera responder, Adam dijo,

—No creo que sepas hacerlo, es mejor que me ocupe. Pero la única condición es que confíes en mí.

—¡No hay problema! Confío en ti al cien por cien. Puedes hacer lo que quieras. Si mi negocio va bien en el futuro, te daré ...—Vanesa hizo un pauso y bromeó— Te presentaré una novia.

—¡No me tomes el pelo! Ni siquiera tienes una relación estable.

Los ojos de Vanesa se abrieron de par en par con rabia al escucharlo.

—Ya, ya. Corrijo mis palabras. La relación entre tú y tu exmarido está yendo muy bien. Tengo fe en tu capacidad, no hay problema para ti en arreglarlo.

La confianza de Adam en ella surgió de la nada, parecía tan seguro sobre algo de lo que Vanesa ni siquiera estaba segura.

—Será mejor que no hablemos de él. Ya me da rabia pensarlo.

«Santiago simplemente quiere convivir conmigo, pero no piensa más, nunca le importa si hay amor dentro de los dos».

Ella sintió molestia por tal pensamiento. En este momento, el decorador se acercó a ella para hacerle algunas preguntas que Vanesa no entendió en absoluto, así que se limitó a darle el número del propietario y a decirle que lo preguntara él mismo.

Cuando el decorador se fue a hacer una llamada por teléfono, Vanesa le contó a Adam la invitación que le había hecho Stefano.

Adam preguntó sorprendido,

—¿Tú y Stefano estáis en tan buenos términos?

—En realidad, él no es malo, pues... No tan malo como cuentan los de afuera.

—Probablemente te trate bien, la verdad es que tiene bastantes problemas.

— Me conformo con que me trate bien, no me importa nada más.

No tenía muchos amigos, así que estaba muy contenta de tener un amigo como él.

Adam estaba a punto de decir algo más cuando sonó el teléfono en su bolsillo. Lo sacó y lo miró; era Santiago el que le llamaba.

—¿Cómo va la tienda?

—El decorador dice que los planos están bien, y que solo hay que hacer un poco de cambios que no afectan a la estructura general.

—Eso me alivia, ¿está Vanesa?

Vanesa escuchó lo que Santiago dijo al lado y se apresuró a contestar,

—Sí, estoy aquí. ¿Qué pasó?

—Tengo un compromiso por la noche. Quizás no vuelva para la cena.

Vanesa había querido decirle que también tenía un compromiso esta noche, pero no lo consideró necesario. Así que sólo respondió

—Vale.

Eso fue todo lo que Santiago le dijo a Vanesa, así que Vanesa le devolvió el teléfono a Adam y se quedó mirando el trabajo del decorador, ya que no tenía nada mejor que hacer.

Un rato después, Vanesa se dirigió a Adam y le dijo,

—Salgo a conseguirte una copia de esta llave. Así podrás abrir la puerta tú mismo.

—¿Entonces esta tienda podría ser mía?—bromeó Adam.

—¡Ni pensarlo!—dijo Vanesa con ojos muy abiertos.

Luego, se despidieron.Vanesa no estaba segura de dónde había una tienda de llaves por aquí, así que tuvo que caminar por la calle mientras buscaba. Había recorrido este lugar, así que todavía recordaba un callejón en el que había muchos puestos pequeños.

Vanesa no tenía prisa y caminó por los alrededores, pero antes de encontrar el puesto de la llave, vio a una conocida, Miranda, la madre de Gustavo, a la que Vanesa solía llamar tía.

Cuando vivía en la casa Icaza, la madre de Gustavo siempre la despreciaba y fingía no verla cada vez que la veía. Entonces, Vanesa no quería saludarla en este momento. Además, por el divorcio con Santiago Vanesa, Miranda dejaron de ser familiares, mejor dicho se volvieron desconocidas.

Vanesa fingió no verla y se dirigió hacia la encrucijada que tenía adelante. Pero no había dado ni dos pasos cuando de repente oyó que alguien la llamaba. La voz le sonaba, se aseguraba de que era la de Gustavo. No podía fingir que no la oía porque la voz era sonora. Tenía que detenerse para girarse.

Ella no sabía cuándo había aparecido Gustavo, pero en ese momento estaba junto a Miranda que la miraba con disgusto.

Vanesa respiró profundamente. Por respeto a Santiago, se acercó a los dos. Además, seguía ostentando el título de la esposa de Santiago, por lo que las normas y reglamentos seguían vigentes para ella.

Vanesa no saludó a Miranda que llevaba unas bolsas de la compra, sino que le preguntó directamente a Gustavo,

—Hola, ¿qué haces aquí?

—He venido a comer con mi madre. Ahora estoy de vuelta a la oficina. De verdad, no me he imaginado verte.

— Pues...— Vanesa esbozó una sonrisa falsa.

—Se acerca el cumpleaños de mi padre, y dije a Santiago que te trajera a la casa sin falla.

—Sí, lo hará sin ningún problema.

Miranda se quedaba callada y esperaba a que Vanesa y Gustavo terminaran de hablar. Al final, le daba una palmadita en el brazo a Gustavo, diciendo,

—Hijo, me voy.

Luego se marchó hacia su coche que estaba muy cerquita. Lanzó una mirada a Gustavo antes de subir. Y éste sólo sonrió y ayudó a cerrar la puerta del coche.

Esperando a que saliera el coche de Miranda, Vanesa se tranquilizó y dijo,

—¿Ahora también vuelves?

—¿Qué haces aquí? ¿Buscas algo?—preguntó Gustavo en vez de responder.

—Quería buscar un lugar para copiar mi llave, pero todavía no lo encuentro.

— ¡Qué casualidad! Acabo de ver un puesto de las llaves en mi camino, ¿te llevo allí?

Vanesa asintió, así que él la condujo hacia un pequeño callejón, que estaba lleno de pequeños puestos. Dicho puesto estaba muy dentro.

Vanesa se apresuró a pedirle al dueño del puesto que la ayudara a copiar su llave.

—La última vez que dijiste que montarías una tienda. ¿La tienda está por aquí?

—Sí, cuando mi tienda abra, ¡ven! Te ofreceré dulces por gratis.

—Genial, entonces no olvides invitarme.

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