Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 243

Al final, Vanesa no le contestó a Santiago el mensaje, porque no sabía exacto el valor, además, si se lo pagara de verdad, se sentiría avergonzada porque tampoco era cosa suya, sino de Stefano.

«No es una buena idea venderlo a Santiago si no es mío.»

Entonces Vanesa apagó su teléfono y se fue al estudio. Ahí le confirmó su entrenador de conducción la fecha de examen.

«Que sea lo antes posible.»

Vanesa le dijo que se le matricularan lo más rápido posible y que le avisara una vez confirmada.

«Ahora lo único que quería es conseguir el carnet lo antes posible, así me convendrá más.»

Durante toda la tarde Vanesa estaba aprendiendo lo del examen, hasta que se oscureció, salió del estudio para cocinar.

Apenas se metió a la cocina, llegó Santiago, lo miró Vanesa por la ventana.

Entró Santiago llamando por teléfono.

Cuando Vanesa pasó por su lado, escuchó a Santiago decir,

—Si mi madre te molesta en algo, puedes rechazarle.

Detuvo de repente Vanesa.

«Ya sé con quién está hablando.»

Luego Santiago sonrió,

—Está bien, no te molesto más.

Mientras sentándose en el sofá, Santiago tomó el control remoto para encender el televisor.

Escuchando la voz de la publicidad por parte del televisor, Lidia preguntó,

—¿Ya llegaste a casa?

—Sí, llegué recién —dijo Santiago.

Lidia sonrió,

—Te tengo mucha envidia. Todavía estoy en la empresa con muchos documentos que leer. Para no tardar demasiado el trabajo, tengo que terminarlo lo antes posible.

Santiago sonrió forzoso,

—No lo hagas demasiado tarde, o te sentirás mareada.

—Vale —detuvo por un momento Lidia para estirar los brazos, luego añadió—, por cierto, habrá algunos cambios en el material que usamos y espero que veas las nuevas muestras.

—Vale, no hay problema —dijo Santiago.

—Mira, para no molestarte, ¿te parece si este fin de semana nos vemos en el campo de golf que se encuentra en las afueras? De hecho, ahí me consiguió mi padre un VIP para que pueda divertirme haciendo deporte, pero no tengo ni idea sobre el golf —dijo Lidia en un tono desalentado.

Mientras Santiago se mantuvo callado, Lidia añadió,

—Llevaré las muestras ahí para que las veas.

—Vale, entonces nos vemos ahí —dijo Santiago.

Lidia se quedó contenta sonriendo,

—Bueno, te llamaré para entonces.

Terminadas las palabras, Santiago colgó el teléfono, mientras tanto Vanesa continuó cocinando.

Santiago volvió la cabeza para mirar el objeto que estaba al lado del rincón. Era grande con un empaque elegante, todavía se quedaba intacto.

Santiago lo miró desalentado.

«Es rara vez que se regale algo tan grande. Será inconveniente llevárselo de aquí.»

Poco después, Santiago se fue a la cocina.

—¿Cuánto cuesta el regalo? —preguntó Santiago.

Ni siquiera lo miró, Vanesa dijo,

—Pues me da igual, págame lo que piensas justo. Al fin y al cabo, no es mío.

—Vale —dijo Santiago en un tono frío.

Terminadas las palabras, Santiago se fue a la sala observando el objeto.

«El afecto de Stefano hacia Vanesa es tan tremendo como el regalo.»

Después de una inmóvil observación, Santiago subió a las escaleras y dijo en voz alta,

—No voy a cenar, ¡buen provecho!

Vanesa no le contestó.

Estando en la habitación, Santiago encendió un cigarrillo, luego se acercó a la ventana mirando las flores entre los humos.

Cuanto las observó con más atención, se quedó más enojado, ni siquiera podría aliviar sus enojos fumando, entonces lo apagó y bajó a las escaleras.

Ni siquiera la saludó a Vanesa, Santiago salió de casa para el estacionamiento, ahí Vanesa lo miró desaparecer de pronto.

Santiago se dirigió directo a la villa.

En cuanto lo vio, Erika se quedó sorprendida, pero en seguida se puso feliz, y salió a su encuentro,

—¿A qué vienes a esta hora?

—Nada, para visitaros —dijo Santiago en un tono frío.

—Eres igual como tu padre que se entrega con tanta dedicación al trabajo que se olvida siempre del tiempo. ¿No has cenado aún? Espérame que te preparo ahora —dijo Erika.

Santiago la siguió hasta la cocina.

—Lo del Grupo Antolin veo que ya pasó del tema candente —dijo Erika.

La miró Santiago en silencio y dijo,

—Sí, estoy buscando el mejor momento para romper con Vanesa.

—Vale, búscate un mejor momento en que no te podrá desprestigiar nunca —dijo Erika.

—Vanesa no es tipo así desvergonzada —dijo Santiago.

—Vale, vale, cambiemos del tema —contestó Erika con cierta impaciencia.

Santiago la miró con un rostro tranquilo,

—Madre, si estás libre en estos tiempos, podrás hacer un viaje o presentarte en algunas actividades para gastar el tiempo.

Lo miró Erika suspirando,

—¿Te molesto en casa?

—No, nada —explicó Santiago—, pasa es que estarás aburrida en casa y espero que disfrutes de la vida.

—No me interesa. Con una edad como la mía, no seré capaz de aprender las cosas. Cuando tengo tiempo libre, me reuniré con algunas amigas charlando y paseando por la calle —dijo Erika.

Escuchando sus palabras, Santiago recordó de repente a Stefano, con quien se llevaba bien, pero menos amistoso como su relación con Erick.

«Con él la relación de Vanesa con Erick se mejorará definitivamente.»

Poco después, apareció Diana desde las escaleras.

—Hola, abuela —dijo Santiago.

Lo miró Diana con los ojos asombrados y dijo,

—¿No viene contigo Vanesita?

Santiago sonrió forzoso,

—La dejé en casa porque vine precipitado.

—Entonces llévala para la próxima vez, no vuelvas a dejarla sola en casa —dijo Diana apenas se sentó al sofá.

—Vale, vendré con ella —dijo Santiago.

Mientras Erika se puso de pronto descontenta escuchando el nombre de Vanesa.

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