Ni siquiera lo miró a Santiago, Vanesa apartó su cabeza.
«¡Es muy raro este hombre! ¿Qué tiene él? ¿Por qué me mira con tanta ternura? ¡Es todo un cabrón seducirme! ¡Qué pecado!»
Mientras Vanesa se quedaba distraída, el resto empezó a levantarse para salir.
«La investigación que emprendió Adam se tardará un par de días.»
Erick dijo que quería vivir con Stefano, porque no le daba ninguna gana de volver a su casa, y éste asintió sin ninguna vacilación porque necesitaba justo una compañía con que quejarse, entonces los dos salieron juntos.
Santiago caminó detrás de Vanesa,
—Cierra la puerta y las ventanas.
—Lo sé, lo sé —dijo Vanesa con cierta impaciencia.
Apenas se dio la vuelta Santiago, Vanesa dijo,
—Por cierto, Santiago, quería preguntarte algo.
«Mientras Stefano y Erick están ausentes, no me sentiré avergonzada decírselo.»
Santiago se detuvo mirándola con ternura,
—Dime.
—¿Qué tienes? —dijo Vanesa en un tono suave y cauteloso.
Santiago se calló de pronto y la miró con los ojos asombrados.
—Tus comportamientos en estos días son muy raros, ¿podrías tratarme de la manera como antes? ¿No te has dado cuenta de tu inesperado cambio de actitud conmigo? —dijo Vanesa con cierta impaciencia.
De hecho, Vanesa tampoco tenía claro lo que le quería explicar.
Aun consciente de su intención, Santiago preguntó,
—¿¡De qué estás hablando!?
—Olvídalo, no importa ya —dijo Vanesa agitando las manos—, estaba hablando tonterías.
«¡Qué tonta soy yo! Ni siquiera soy capaz de explicárselo.»
Entonces Santiago se marchó. Cuando se metió al coche, Adam ya estaba ahí.
Apenas arrancó Adam el coche, Santiago se río de repente.
«No sé qué me pasó estos días, pero me siento muy aliviado de los ahogos que sentí en los últimos días.»
Cuando manejaba Adam, Santiago presenciaba el paisaje por la ventana. Estaba pensando en las palabras de Alexander de que existían en el mundo tres tipos de amor, entre los cuales, el primero era el que se cultivaba durante el matrimonio, mientras el segundo iba el que se toleraba, y el tercero, no habría ningún resultado.
«Pensé que fuéramos Vanesa y yo el tercer tipo de amor, pero… No importa, déjalo. Las imaginaciones no sirven para nada.»
Suspiró Santiago en silencio.
Como ya era casi la noche, Adam llevó directo a Santiago a la villa.
Apenas entró a la sala, Santiago vio a Diana escuchando con atención las óperas. Ahí se detuvo Santiago inmóvil.
«Por dondequiera que pase mi madre, producirá siempre los ruidos, que no le gustan a la abuela, entonces ésta se queda siempre en su habitación o afuera.»
Ahora sin Erika en casa, Diana se parecía estar más relajada y lo estaba también Alexander, disfrutando de sus tiempos libres, o estando en el estadio o en la habitación, o en la sala acompañando a Diana viendo la tele o charlando con ella.
Aun sabiendo que su madre no era una mala persona, Santiago pensó que, sin su presencia, la villa se volvería más tranquila y armoniosa.
Apenas se le acercó a Diana, ésta lo vio de pronto y dijo,
—Hoy has vuelto temprano, mientras Alexander todavía está trabajando.
—¿Estás seguro? —preguntó Santiago.
—Sí, segurísimo —dijo Adam con firmeza—, lo he confirmado dos veces y el resultado salió mismo. No tienen nada que ver con el asunto.
«Siendo los hermanos de Covarrubis tan cautelosos, se harán encargados de sí mismo para tratar el asunto porque no confían en nadie.»
Colgado el teléfono, Santiago entró a su habitación. Recordó que Stefano había discutido con Lidia y con su madre.
«Tampoco creo que fueron ellas quien lo metieron en el lío porque Lidia es una persona decente, no se comportaría de manera tan imprudente en una situación tan complicada.»
Suspirando, Santiago dejó el teléfono en la cama y se fue al baño para ducharse.
Apenas salió del baño, le llegó un mensaje de Lidia que le preguntó si se presentaría al evento con memoria del cumpleaños de la señora Tatiana Galán.
Después de una inmóvil reflexión, Santiago le respondió que sí.
Apenas envió el mensaje, Lidia le llamó directo,
—Hola, Santiago, ¿cómo estás? Mira, me han invitado también y quería preguntarte ¿si es posible que nos vayamos juntos ahí?
Santiago frunció el ceño.
«No será apropiado que estemos juntos en un momento tan crítico.»
Sintiendo el leve suspiro de Santiago, Lidia sonrió forzosa,
—No pasa nada si no te conviene. Te llamo porque quería tener algún amigo de la misma edad como la mía con quien charlar en el evento, así no me quedaré embarazosa.
Mientras Santiago se mantuvo callado, Lidia añadió,
—Entonces no te molesto más, nos vemos ahí.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Jefe Atrevido: Amor Retardado