Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 55

Por la noche, Adam ayudó a pedir la cena y el personal de habitaciones lo trajo. Pidió mucho, sacó una parte y la trajo.

Vanesa estaba recostada en la cama jugando a un juego, en realidad escuchó lo que pasaba afuera. Pero no se movió, fingiendo de no saber nada.

Al cabo de un rato, Santiago empujó la puerta y se situó justo en la entrada.

—La cena está lista.

Vanesa trasladó su mirada de su móvil a Santiago. Cómo podía expresar esta sensación, era como si el tiempo hubiera cambiado, el escenario había cambiado, los personajes habían cambiado mutuamente.

Cuando era antes, Santiago se quedaba dentro de la habitación del estudio nada más llegar a casa.

Muchas veces tenía que subir y llamarle para cenar. No se atrevía a entrar a su habitación, así que llamó a la puerta y se quedó allí para decirle que era hora de cenar.

Vanesa retiró la mirada.

—Vale, iré después de esta partida.

Santiago no dijo nada y se fue

Antes respondía de la misma manera.

—Vale, iré cuando acabe con este documento.

Pero a menudo, solo bajaba después de que ella hubiera terminado.

Vanesa estaba humilde en esa época, y siempre no pudo evitar de preguntarse si este hombre, no le quería ver a sí mismo. Por eso, hasta el punto de tener que escalonar sus horarios de comida

Al pensar en los viejos tiempos, se sentía mal.

Ella dejó el móvil, respiró profundamente y se levantó de la cama.

Adán y Santiago estaban ya sentados, pero ninguno de ellos había tocado sus palillos. Parecía que la estaban esperando.

Vanesa se acercó, sin expresiones en la cara, sacó una silla y se sentó.

Adam se acercó a Vanesa.

—Ni siquiera me dejaba mover los palillos hasta que vengas.

Vanesa suspiró un poco.

—¿Mi culpa?

Adam se quedó un momento quieto, no esperaba que Vanesa reaccionara así. Se quedó paralizado un momento antes de explicarle en susurro,

—Claro que no.

Vanesa se detuvo, pero no se dio la vuelta.

—Salir a pasear.

Santiago apartó su ordenador a un lado y giró la cabeza hacia Vanesa.

Ella era delgada, y por la hospitalización debido a su enfermedad, parecía aún más delgada. Santiago estaba a punto de decir algo desagradable, pero al verla así, se detuvo un momento y retiró sus palabras de la boca.

Él simplemente dijo,

—Ahora que trabajamos juntos, así que espero que puedas comportarte.

Vanesa se rió y abrió la puerta.

—Entendido.

Al terminar la última palabra, salió de la puerta y luego la cerró.

El rostro de Santiago era inexpresivo, ni siquiera el habitual ceño fruncido. Siguió leyendo los documentos que tenía en el portátil

No le afectó en absoluto. Siempre y cuando Vanesa pudiera mantenerse a raya y no le causara problemas.

En realidad, él no quería preocuparse por dónde ella había ido.

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