Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 87

Después de haber exasperado a Erika, Vanesa volvió a tumbarse en la cama, sintiéndose muy satisfecha. No tenía nada que hacer, por lo cual pasó toda la tarde en la cama despierta. No se levantó hasta que casi anocheció.

Ella conocía la casa de la familia Icaza como la palma de su mano. Aprovechó ese buen momento para dar un paseo, deseando disfrutar del ameno paisaje del jardín y la puesta del sol.

Al encontrarse con una silla de mimbre con una sombrilla, Vanesa se sentó allí, no pudo evitar a suspirar,

—¡Qué cómoda es la vida de los rico!

Luego, sacó su móvil. Se afirmó que todavía no salió ninguna noticia sobre el divorcio de Santiago.

«Lidia es es la "calmada". ¿Eh?»

En realidad, Vanesa se sorpendió de que Lidia pudiera contenerse para no meterse en los asuntos de la familia Icaza sin saber la verdad. Si ella fuera Lidia, habría informado a todo el mundo del divorcio. Eso sería la reacción más lógica de una mujer cuando perdió el amor.

Si Lidia de verdad hubiera hecho esto, Vanesa podría comprenderla. Sin embargo, Lidia no lo hizo. En este sentido, era un rival muy fuerte y prudente, quien podría conseguir lo que quería sin llamar la atención ajena.

«Tener una oponente así es lo más horrible. Pero por suerte, ahora ya no es mi rival, todo ha terminado. ¿No?»

Al pensar en eso, Vanesa tarareaba una canción, muy relajada leyendo la prensa rosa.

Por su parte, Santiago llegó a casa, cuando salió del coche, vio que había alguien en el jardín donde estaba al lado del estacionamiento.

La casa de la familia Icaza siempre había sido muy tranquila, por lo cual se podía oír con mucha claridad el canto. Su voz preciosa hizo ese tipo de canción lírica que sonara bastante hermosa.

Santiago se acercó lentamente, tratando de no hacer ruido. Se quedó en el borde del jardín y observó a Vanesa.

Ella se sonrió de ver algo divertido en la pantalla de su móvil. Se entreveían los dos hoyuelos en las comisuras de la boca. Descalzos, llevaba un pantalón corto vaquero y se apoyó con las piernas cruzadas en la silla.

Santiago nunca había visto antes a una Vanesa así, un poco peresoza e informal.

Un buen rato después, ella levantó la cabeza para ver el cielo,

«Es la hora de volver».

Entonces, bajó las piernas pero antes de ponerse los zapatos, vio a Santiago.

Estaba de pie, con las manos en los bolsillos, observándola. Nadie sabía cuánto tiempo llevaba allí.

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