Lo tomo el vaso de su mano, en verdad está picoso, pero agradable, le doy un sorbo, quiero que ella tome más si eso la va ayudar con los malestares. Le paso el plato con el pan tostado, lo mordisquea y se lo come con gusto entre sorbos del líquido ámbar. Se termina todo y coloco nuevamente el vaso y el plato en la mesita.
– ¿Te sientes mejor?
Asiente con la cabeza. Sé que está luchando por poder salir de la cama, no la presiono.
– Mucho mejor, creo que puedo tomar esto todo el día.
–Solo puedes dos tazas al día.
– ¿Cómo sabes eso?
–He leído mucho sobre medicina natural en el embarazo – le digo – no me quiero arriesgar con nada.
– Ok, señor doctor.
– ¿Quieres desayunar algo en especial?
– Con esto estoy bien por el momento, tal vez coma algo más tarde.
Me preocupa que no se esté alimentando bien, es importante que tome los complejos alimenticios si no quiere ingerir comida por las mañanas. Eso le proporciona la energía necesaria para sobrellevar la hora de la comida.
–Solo un pan tostado más – le ruego.
–Está bien, vamos a la cocina para ver que se me antoja.
–Eso me gusta, que reciban los dos los nutrientes necesarios.
Aunque sé que un pan tostado no le va a aportar los nutrientes que desearía que ingiriera, por lo menos tendrá algo en el estómago. Algo que permanece por mucho más tiempo que otras cosas que llega a ingerir.
–Cuando me ponga a comer como desesperada vas a querer que pare – sonríe.
–Espero que sea cierto y comas más de lo que estás comiendo ahora.
–Todo volverá a la normalidad, tenlo por seguro.
Salimos de la habitación tomados de la mano, me molesta no poder ayudarla más, siento como si estuviera perdiendo peso en vez de subir. Necesito que los dos estén recibiendo los nutrientes necesarios.
Que no le falte nada y que mi bebé crezca sano. Sé que tengo que esperar a que vuelva a tomar el ritmo de los alimentos. No la puedo forzar a que coma si todo le hace daño al estómago. Puedo parecer sobreprotector, pero no quiero que nada les pase, son mi todo.
Llegamos a la cocina y ya la mesa está puesta, nos están esperando, Helena no ha puesto nada en el plato de Olivia, de seguro le pasó lo mismo con su embarazo y no comía nada en el desayuno, salvo el té y el pan tostado o galletas saladas.
– ¿Qué tal estuvo el té?
– Pensé que era agua mineral.
– Le puse un poco, no puedes tomar si no es baja en sodio.
–Estaba muy bueno.
–Me tiene que pasar la receta, suegra, por favor – le pido.
–Si nos llevan a tu casa – interviene su padre.
–Me gustaría que se quedaran aquí hasta el día que se vayan.
–Voy a pedir una extensión de las vacaciones y si resulta positivo, nos quedaremos hasta la boda.
–Eso sería espectacular.
–Podemos programar un día para ir de compras, me hacen falta algunas prendas de vestir, solo traigo un par de vestidos, pero ninguno me sirve para la boda – le dice su mamá.
–Mientras ustedes van por sus vestidos, nosotros buscamos nuestros trajes – habla mi suegro.
–Eso lo podemos hacer hoy en la tarde, así adelantamos y no esperamos para la próxima semana.
– ¿Ya te sientes bien, cómo para salir? – le cuestiona mi suegra.
–Sí, mami, ya estoy como nueva.
Su semblante ha cambiado considerablemente, ya no se ve tan pálida, ni ojerosa, sus mejillas ya tomaron sus tono natural y sus ojos están brillantes de nuevo.
–Le voy a hablar a mi madre, ella tenía planeado ir con Jillie, no me dijo que día, pero tal vez se animen a ir con nosotros.
–De acuerdo, mientras voy a bañarme - se levanta de la silla, se encamina hacia las escaleras.
Me gusta su mejoría, ya el resto del día va a ir pasando para bien. Llamo a mi madre y nos ponemos de acuerdo en vernos en el centro comercial para ir de shopping, me despido y esperamos a que Olivia baje, para irnos. Si mi chica está bien, yo estoy bien.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Jefe, pronto seremos tres!