Son las diez veinte de la mañana, estoy en mi habitación casi lista para meterme a bañar, es un domingo de esos que te provocaban estar todo el día en la cama en pijama sin hacer nada, con una taza de chocolate humeante en tus manos, saboreando de su exquisito sabor y aroma. Me digo que podría hacerlo, pero es tarde y no quiero estar apurada para cuando llegue Gabriel, es tan puntual que a veces me asusta. Le ha tocado esperar varias veces, pero no lo hago a menudo, por eso me tengo que meter pronto a la regadera.
Salgo de mi ensoñación cuando tocan a la puerta. Recordándome que debo ponerme en movimiento.
–Sí.
Entra mi madre a la habitación, empieza recoger la ropa que está colocada en la silla del escritorio, es costumbre que venga por ella y la lleve al cuarto de lavado, dejo que lo haga por esta vez, no me cuesta nada llevarla yo, por eso la dejo doblada en la silla, una vez saliendo del baño la puedo ir a dejar. Pero mamá me sigue tratando como a una niña.
–Jillie, nena, me habló tu hermano Owen, quiere que vayamos de shopping el día de hoy.
La oportunidad que estaba esperando mamá para consentir a Livy, pero ahora con lo de la boda ya se adelantaron las compras, quiero un vestido lila con mangas vaporosas,
–Apenas me voy a meter a bañar, mamá – le digo como advertencia, no quiero que me estén apurando.
– Está bien nena, yo me voy a cambiar, tu padre ya está listo.
–Sí mamá.
–No te vayas a demorar, hija.
–Claro que no.
–Cálmate, Jillie, tu puedes hacerlo, tu puedes enfrentar a ese hermoso chico, demostrarle que no eres una huidiza, que no temes estar cerca de él y parecer una hoja al viento. Que puedes ser valiente aunque lo tengas a centímetros de distancia.
Pero todo se iba al garete cuando lo tenía a tan solo unos pasos de mí, el resultado siempre era el mismo, pronunciaba solo monosílabos cuando se dirigía a mí, lo que me pasó cuando me invitó al cine un fin de semana, mis hermanos hicieron todo lo posible por dejarnos solos, estaba de lo más nerviosa, le había dicho que sí, mientras unas mariposas revoloteaban sus alas en mi estómago.
Mis padres estuvieron de acuerdo con la invitación y decidieron irnos a dejar al cine y pasarían por nosotros en cuanto terminara la película. Ese fue nuestro comienzo, nos hicimos novios a las pocas semanas, ese hombre me había quitado el sueño durante mucho tiempo, y yo me propuse ser su chica y que el fuera mi chico. Muy pronto seremos marido y mujer. Ya no hay escusas.
Me siento muy ilusionada con la llegada de mi primer sobrino o sobrina, ver lo dulce que es mi hermano con Livy me llena de emoción, parece que todo el estrés se ha diluido de nuestro entorno, todos estamos más que contentos con la noticia. Siento una profunda emoción en la boca del estómago, me acerco a la cómoda donde tengo varias fotos de mis hermanos, mis padres y mías con Gabriel, la alegría me embarga al ver la foto de mis hermanos, los puedo distinguir con facilidad.
Sonrío de oreja a oreja, tengo que admitir que me sentía con un poco de duda al pensar que Olivia no pudiera estar interesada en mi hermano. Miro el reloj de pared y me dispongo a bajar a esperar a mi prometido, hoy le propondré que fijemos de una vez por toda la fecha de la boda, sé que he estado indecisa con la fecha, pero mi hermano ha removido ese gusanito en mí, quiero formar mi propia familia, tengo que empezar a pensar en positivo, algunos pequeños corriendo por todas partes y su padre detrás de ellos..
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Jefe, pronto seremos tres!