¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 114

El día se nos hizo corto, mis suegros decidieron quedarse en el apartamento de Olivia, no hacía falta que lo hicieran, pero ya estando allá lo decidieron, le mandaron un mensaje a Olivia diciéndoselo, no se lo tomó muy bien, sé que atesora todo el tiempo al lado de sus padres, pero también veo la lujuria en sus ojos, está deseando que lleguemos pronto a casa, le tengo una sorpresa para cuando lleguemos.

Me recuesto en el sillón del escritorio, los casos han salido a nuestro favor, acabamos antes de lo planeado, dejamos todo en orden y nos disponemos a regresar a la casa. En el camino tomo su mano y la pongo en la palanca de cambios, colocando la mía encima de la de ella.

–No hemos celebrado como es debido, la noticia del embarazo y el compromiso.

Ella me miró y sus ojos despidieron calor, eran como un par de soles a medio día, es tan bella.

–Estaba pensando lo mismo que tú.

–Hoy podríamos aprovechar que estamos solos en casa.

De sus labios sale un gemido. Sé que está pensando lo mismo que yo, necesitamos unos momentos a solas, demostrarnos cuanto nos amamos, pero primero la llevo a uno de sus restaurantes favoritos, llegamos y nos llevaron a una mesa cerca de la gran ventana del fondo, pido que nos traigan una botella de jugo de uva espumoso. Cuando lo sirven, me ve con los ojos muy abiertos.

–No puedo tomar eso.

–Es solo jugo, amor.

–Oh – se sorprende – no lo sabía.

–No te preocupes, no te voy a dar alcohol, sabiendo que eso dañaría a la pequeña koala.

Levantamos nuestras copas para brindar por la llegada de nuestro primer bebé, porque sé que vamos a tener más de uno.

–Este brindis es por ti, mi futura esposa y madre de mi hijo o hija, es algo que legué a pensar que nunca tendría – hago una pausa, tomo su mano libre y le doy un beso – voy a hacer todo lo posible por ser el hombre que estabas esperando y ser el mejor padre para este bebé y para los que vengan después, has llenado mi vida de alegría, amor y felicidad – no retiro mis ojos de los suyos – soy el hombre más dichoso en estos momentos, gracias.

El llanto no se hizo esperar, pero estaba sonriendo mientras sus mejillas son bañadas por un par de gruesas lágrimas.

–Gracias a ti por formar parte de mi pequeña familia, te amo.

–También te amo, eres increíble – respondí.

Bajamos nuestras copas y sin importar que éramos el centro de atención para muchos de los comensales, nos dimos un gran beso.

Probé lo salado de sus lágrimas en sus labios, siento tanto que esté atravesando por todo esto, lo haría por ella sin dudarlo ni un segundo. Cuando pasó el torbellino de emociones, proseguimos con ingerir lo que habíamos ordenado.

Hablamos de muchas cosas mientras cenábamos, nos urgía llegar a casa, no teníamos que decir nada más. En cuanto cruzamos la puerta de la habitación, nos sumergimos en un beso lleno de caricias y apretones, no la quería soltar y ella tampoco a mí, llevábamos mucho tiempo sin hacer el amor y nos costaba mucho mantener el control de nuestras manos, necesitaba tocar cada parte de su cuerpo.

– ¿Me ayudas con el cierre, por favor?

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