Que alguien me diga que se puede volar, por favor, porque en estos momentos es lo que siento, estar volando sobre nubes de dicha y felicidad. Las hormonas de Olivia estaban por todos lados, veía la ecografía y no paraba de llorar, me conmueve verla así. Me imagino la montaña rusa que está pasando por todo su cuerpo y mente. Extiendo la mano y tomo la suya.
–Nena, ahora eso si le va a hacer daño a las niñas.
Me ve con mala cara.
–Son niños.
Solloza y rio, se ve tan tierna, no lo puede creer y le gana la emoción. Llegamos a la empresa y ya no está llorando, tiene una gran sonrisa en los labios. Vamos tomados de las manos, todos nos saludan al pasar y parecemos un par de adolescentes, ella con sus mejillas sonrosadas y yo con una sonrisa en los labios, como si nos hubiéramos comido una gran rebanada de pastel. Cruzamos la puerta del despacho y nos abrazamos. Nos separamos y nos vemos frente a frente.
–Lo hicimos – dice dándome un beso en la comisura de los labios.
–Vaya sorpresa la que les espera a todos el día de mañana.
–No se lo esperan, después de la boda, lo anunciaremos.
–Estoy de acuerdo contigo.
Decidimos que íbamos a contarles los de los bebés en persona, nada de llamadas o mensajes pidiendo detalles, una de esas era mi hermana Jillie, que ya se había apuntada como madrina. Jeremy no se quedó atrás y pidió ser el padrino, ahora hay que buscar quienes serán los otros padrinos, estoy seguro de que al saber la noticia todos se volverán locos.
El día laboral llegó a su fin y nos dispusimos a ir a casa, el bullicio de los autos no nos sacaban de nuestra burbuja de felicidad, nos fuimos todo el camino en silencio, no era necesario que habláramos con un pequeño roce de nuestros dedos, nos decíamos mucho más que con las palabras. Llegamos a casa, pongo en la estufa a calentar la comida, que le había encargado a la señora que viene a hacer la limpieza de la casa y algunas otras cosas adicionales. Creo que le voy a pedir que se haga cargo de las comidas para Olivia, veo que le ha gustado lo que hasta el momento nos ha dejado preparado.
En lo que pongo la cena en la mesa, me dirijo a la sala.
Suena el móvil en mi bolsillo, lo saco y veo el nombre de mamá en la pantalla. Tomo la llamada y miro a Olivia que se encuentra acostada y con los ojos cerrados en el sofá, lo más probable es que esté dormida.
–Hola, hijo, cómo salió la cita médica, ¿cómo están?
Puedo escuchar su voz cargada de emoción.
–Todo en perfecto estado, mamá.
Sé que espera que le dé más detalles, es lo que haremos, pero se tiene que esperar, Olivia me mataría si supiera que solté la sopa antes de tiempo. Quiere ver la reacción de todos cuando les digamos del embarazo múltiple.
– ¿Tienen una fotografía de mi nieto?
–Sí, se las mostraremos mañana, tenemos algo especial para ustedes.
–Por supuesto, cariño – hace una pausa – ¿Van a venir hoy?
–No creo, mamá, tenemos que preparar todo para mañana.
–Hazme el amor, como solo tú sabes hacerlo – susurra.
No tiene que pedirlo dos veces. Sabe que tengo una fobia a hacerle daño a los bebés y con sus palabras me tienta, sé que puedo ser duro en mis embestidas, también que todo está en mi mente, le he contado mis miedos a la doctora, y ella fue muy clara al responder mi pregunta de los encuentros sexuales, solo ha prohibido lo de introducir cualquier cosa anormal.
A mi mente llega el recuerdo del transductor y la imagen la echo a un lado. Nos desvestimos lo más rápido que podemos, en cuanto la dejé en el piso. Se pone de rodillas en la cama mostrándome su perfecto trasero.
Su pose me indica cómo quiere que la tome, me sudan las manos, es una vista de lo más sugerente. Comienzo con unos rudos, pero medidos movimientos. Le causa placer, pero sé que quiere más, su detención del acto me lo dice. Se frustra. La tomo de las caderas y hago un nuevo intento y no resulta favorable para ella.
–Solo quiero que seas un poco más duro que eso.
Me resisto. Esta es una manera de que follamos duro pero distinto a lo que está acostumbrada. No lo hago y sé por qué me contengo, no es de cristal, pero algo no me deja ser lo suficiente rudo como antes. Quiero entrar de golpe en ella como un demente, pero no puedo. Hace que salga de su interior y tiene el ceño fruncido. Se ve hermosa cuando se enoja.
–Cambiemos de posición.
Me acuesto sobre mi espalda y sé lo que pretende, ella llevará el control, así disfruta ella y yo no temo hacer un movimiento demasiado brusco. Los dos estamos satisfechos con lo que queremos, una vez que llevamos el ritmo, pongo mi dedo pulgar en su clítoris y lo acaricio de arriba hacia abajo, ella se desliza sobre mi polla y pone sus manos en mis hombros, arquea la cabeza hacia atrás, estoy seguro de que está en su punto máximo del placer cuanto aprieta con fuerza mi hombro derecho, cava las uñas y desciende a todo galope.
–Se siente bien así.
–Sí, no pares.
Y es aquí cuando nos volvemos uno solo, donde se funden los colores del caleidoscopio, dos almas unidas, explotando al mismo tiempo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Jefe, pronto seremos tres!