¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 118

Llegamos temprano a casa de mis padres, ya todo está listo en el jardín, en cuanto vio el arreglo que mandó a hacer mi madre, Olivia empezó a llorar, la agarro de la cintura y la acerco a mí cuando entramos a la casa, susurro en su oído.

–Shhh, van a pensar que te estoy obligando.

Eso hace que me gane una dulce sonrisa de sus labios.

–Deja de hablar y bésame.

La beso tal como me pide, estamos en el umbral de la puerta, nos besamos como si no nos fueranos a ver nunca más, y es que una vez que pasemos a la casa, mi madre se va a encargar de separarnos hasta la hora de la boda y me parece demasiado tiempo para estar lejos de mi mujer. Según mis recuerdos eso se hace en la boda por la iglesia, pero mi madre insiste, que por lo menos un par de horas debemos estar sin vernos.

Nos tomamos de la mano y nos están esperando en la sala. No todos, solo mis padres y los padres de Olivia. Mi chica se va a la habitación que le asignaron. La licencia de matrimonio está en mis manos, se la entrego a mi padre, es el documento que hace falta para llevar a cabo la boda por el civil, la revisa, no está demás, puede que falte algo y estamos a tiempo de arreglarlo. Me quise adelantar en que nos casáramos por el civil, la boda por la iglesia la podemos realizar después de que nazcan los niños, es algo que acordamos, queremos que estén presente en todas las fotos de la boda. Nuestra pequeña familia.

No han pasado ni diez minutos cuando escucho el tono de mi teléfono, veo en la pantalla que es mi chica.

–Mueve ese pequeño trasero para acá.

–Enseguida.

Llego por el balcón, no me arriesgo a que mi madre me vea salir de la habitación y entre a la de Olivia, si bien me advirtió que eso lo teníamos que haber hecho desde ayer. No dudo que lo hubiera hecho valer, solo que mi chica se sintió mal y no pudios venir desde ayer.

–Convencí a mamá de que me preparara un té, sé muy bien que aquí no tienen los ingredientes y le va pedir a papá que la lleve a comprarlos.

– ¿Te sientes mal? y yo penando en otra cosa.

Sonríe, es una picara.

–No, es solo que quería verte antes de que nos impidan vernos por unas horas.

– ¿Quieres algo en especial?

– ¿Cerraste con llave tu habitación?

–Desde luego.

–Quiero algo duro y rápido.

– ¿De cuánto tiempo estamos disponiendo?

–Tu solo hazlo, tenemos aproximadamente media hora y la quiero pasar contigo – se trepa de mi cuello y lo muerde – vamos al baño, si alguien llega a venir es un buen pretexto para demorarme.

Empiezo a despojarla de la ropa empezando por su playera, no trae nada abajo, por lo que me encuentro con sus pezones a un centímetro de mis ojos, los tomo y los saboreo. No alcanzamos a llegar al dichoso baño, apenas si logré bajar mis pantalones con todo y bóxer, ella se quita la falda y queda totalmente desnuda.

La llevo a la cama y la bajo con cuidado.

–Eres en verdad hermosa, soy un hombre muy afortunado al poder tenerte para toda la vida.

–La afortunada soy yo, por tenerte a ti como futuro esposo.

Paso el dorso de mi mano por sus mejillas, su piel es tan suave como la seda, por donde la toque es suavidad pura.

–Voy a pasar el resto de mi vida demostrándote que soy el mejor prospecto y que soy digno de tu amor.

–Eres digno de mi amor, ya mostraste tu valía, por eso dentro de poco me convertiré en tu esposa.

–Mía para siempre.

Sus palabras avivan mi lengua y entro con más fuerza, lo hace, levanta la pelvis y se mueve hacia mí. Esta vez mi pelo no tuvo la fortuna de ser torturado por ella, se desliza suave hasta el colchón, cuando su orgasmo termina. Su respiración se recompone y veo esa sonrisa de satisfacción en sus labios. Esta laxa, con las piernas estiradas, me emociona ser el que se lo haga y que ella quiera que se lo haga. Sé que está lista, cuando me sube por su cuerpo, agarro sus piernas y las subo hasta mis hombros.

–Tal como lo pediste.

Agarro sus caderas y entro de lleno en ella, está mojada, entro con fuerza, sé que debo ser suave, pero ella no me lo hace fácil, me pasa las uñas por la espalda apremiándome a que no tenga misericordia, a que entre como toro embravecido, me cuelo en su caliente humedad, me deslizo profundo, nuestro roce es perfecto, nos acoplamos en todos los rincones que tenemos que unir.

– ¿Te gusta esto verdad?

–No te voy a mentir, me encanta.

El sonido de nuestros cuerpos al unirse es lo único que se escucha en la habitación, esa melodía es sensacional y el hecho de que la estemos entonando Olivia y yo, la hace más especial, me derramo dentro de ella, nos abrazamos. No decimos nada, porque las palabras sobran cuando nuestros cuerpos lo dicen todo.

Empezamos a vestirnos, por lo menos ya pasó la media hora y si no queremos ser sorprendidos debemos darnos prisa, somos como un par de niños jugando a las escondidas. Me levanto comenzando a poner los pantalones. Ella ya está terminando de vestirse. Hay un pequeño golpe en la puerta y nos miramos como dos adolescentes que han sido pillados infraganti.

–Nena, ¿estás ahí?

La voz de su madre suena en un susurro, como si no quisiera incomodarla.

–Sí mamá, estoy en el baño, ya abro.

Eso me da tiempo para subir por completo mis pantalones y ponerme los zapatos.

–Pronto seremos, marido y mujer – digo como una promesa.

–Pronto.

Nos damos un último beso. Salgo de la habitación por el balcón que nos comunica y entro a mi habitación, los minutos me parecen horas y necesito salir de este encierro, encuentro a mi hermano en las escaleras, está vestido con los mismos colores que yo, solo que yo llevo un chaleco que hace juego con el traje y el lleva su pelo desordenado suelto por los hombros, nunca va a cambiar. Va a encontrar a esa mujer que lo meta en cintura.

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