¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 121

Llegamos al aeropuerto, acompañados de nuestros familiares, todos se querían despedir de nosotros, aun cuando lo hubieran hecho en la recepción, me sentía feliz, mi mujer estaba en brazos de sus padres y me gustaba verla alegre, estaba radiante.

‒Se cuidan y no coman muchos mariscos, no abusen.

Mi mujer agranda los ojos, sonríe, se coloca sonrojada y pone su cara en mi cuello. Entendimos a la perfección lo que dijo mi hermano, Jeremy es de los que hablan en doble sentido sin importarle que estén nuestros padres y los de Olivia presentes, es un mal hablado de lo peor, aunque sea en doble sentido.

‒ ¿Cómo así?, si es lo mejor de las playas.

La inocencia de Jillie, me sorprende a veces, pueda que algunas cosas no las entienda a la primera y Gabe, le tanga que explicar a qué se refería Jeremy.

‒Owen, cuida a mi niña, te la encargo mucho.

Dice mi suegro y está de más, aun así es comprensible, Olivia es lo más preciado tanto para él como para mi suegra.

‒Eso no lo tiene que decir, suegro, no dejaría que le pasara algo malo.

‒Me parece perfecto.

‒Ahora sí chicos, ya no queda mucha gente y no quiero que se les haga tarde para abordar.

‒Muy bien, mamá.

Nos dimos todos, un abrazo grupal y nos alejamos para poder proseguir. Documentamos y nos despedimos con un movimiento de las manos, entramos a la sala y en menos de cinco minutos nos llamaron para abordar.

‒Estoy muy emocionada.

‒Sé que es tu primera vez y deseo que disfrutes de todo lo que se pueda.

‒Gracias por esta grata sorpresa.

‒Para ti, todo, mi amor.

Nos tocó la ventanilla y un lugar al lado, había pedido la ventanilla para ella, era una maravilla observar la llegada aunque fuera de noche, era espectacular observar la cuidad iluminada desde arriba. Después de un vuelo de tres horas y media, mi mujer y yo solo esperábamos poder llegar al hotel y descansar un rato, para después ir a cenar, vi que en la recepción de la boda, Olivia no comió mucho, espero que le sean de agrado los platos típicos Yucatecos.

Habían pasado varios años desde que fui a Cancún, mis amigos los Conde, siempre nos invitaban a su hotel una vez al año, pero no habíamos podido ir, mucho trabajo se había interpuesto entre muchas vacaciones familiares. Tras pasar por migración, mi amigo Braulio Conde se encuentra a la salida de la sala.

‒Bienvenido a casa, hermano.

Nos saludamos con un abrazo fraternal. Habla en perfecto inglés, ellos son mexicanos, tienen una cadena de hoteles en varias ciudades del mundo incluyendo New York.

‒Gracias, hermano, te presento a mi esposa, Olivia.

Mi esposa que está a mi lado extiende el brazo y mi amigo la toma de la mano de forma caballerosa.

‒Encantado en conocerte, Olivia, mi nombre es Braulio Conde, desde este momento me complace en ser su guía turística, cualquier zona que deseen conocer, me encantaría enseñárselas.

‒Encantada en conocerte, muchas gracias, Braulio.

‒Desde mañana nos ocuparemos del itinerario de las excursiones, nuestros empleados están a sus órdenes las veinticuatro horas del día.

A la salida nos espera una limusina blanca a la entrada del aeropuerto, no esperaba este recibimiento, en otras ocasiones nos trasladábamos en Jeep, entramos, nos sentamos en uno de los sillones y Braulio se sentó a un lado. Adentro nos esperaba una canasta con tres copas de cristal y una botella de jugo de manzana. Les había comentado del estado de mi mujer, cuando hice la reservación y efectivamente nos recibían con esta atención.

‒ ¿Desean una copa de jugo?

‒Claro que sí, muchas gracias.

Las copas fueron servidas y en el jugo estaba de maravilla, era néctar clarificado, hace las veces de un vino espumoso. Braulio levanta su copa y hace un brindis.

‒Por la nueva pareja, que la pasen de lujo y pronto regresen con los bebés.

Alzamos las copas y brindamos.

‒Esperemos que sea muy pronto.

‒En cuanto los bebés estén listos para viajar.

Al llegar vemos que nos esperan en la entrada, sus papás, Agustina, Fernando y su hermano gemelo Esteban, también una chica que debe ser una de las recepcionistas, ya que porta el uniforme de la cadena de hoteles, nos acercamos y nos dan la bienvenida.

‒Hola, Owen, Olivia, bienvenidos.

‒Un gusto en saludarlos.

Agustina y Fernando nos dan un caluroso abrazo, Esteban me da un apretón de manos y a Olivia le da un beso en la mejilla. Nos presenta a la chica que los acompaña.

Entramos y nos asignan una mesa cerca del ventanal. Por lo menos los antojos de mi mujer no eran tan descabellados, pero me dio mucho gusto oír eso de parte de mi amigo. No debíamos preocuparnos por eso, aparte sé que Olivia va a querer probar algo nuevo. Las fotos del menú presentaban grandiosos platos muy bien elaborados, los platillos gourmet eran los más llamativos. Uno de los encargados se acerca para agregar nuestro pedido a su Tablet.

‒No sé qué pedir.

‒Veamos.

La cena estuvo deliciosa, los platillos del restaurante del hotel abarcaban un sin número de muestra internacional, podías elegir de cualquier sitio, nos decantamos por comida mediterránea. Para mañana en la playa podríamos degustar los platos típicos de la zona. Extiendo la mano y regresamos a la habitación. Me doy cuenta de que está por quitarse el vestido veraniego que optó en ponerse.

‒ ¿Necesitas ayuda?

Ella sonríe y se pone de espaldas para que baje el cierre del vestido.

‒Gracias.

‒ ¿Te lo has pasado bien?

Pregunto mientras voy dejando su espalda al descubierto, doy un beso en la base del cuello y reposa su cabeza en mi hombro.

‒Sí, me encantó, ha sido una cita maravillosa.

Sus caderas se mueven hacia mí, desesperado quiero liberar tensiones y hago lo mismo en su trasero, me restriego como un poseso. Dejo caer el vestido deslizando los tirantes por sus brazos. Tenía planeado esperar un poco, pero nuestra urgencia está a flor de piel.

‒Y lo que sigue va a estar mejor.

‒Puras promesas.

‒ ¿Te burlas de mí?

La pongo de frente y veo que amplía su sonrisa.

‒No

‒Te voy a follar duro.

‒Sí, fóllame tan duro como puedas.

Quiero tanto a mi mujer que por esta noche voy a complacerla, se lo debo y me lo debo a mi mismo. Había estado un poco limitado, negándonos el placer de la entrega total.

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