¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 46

Me paré casi al mismo tiempo que Jillie, no pude esperar a ver la reacción de los chicos, ni siquiera me detuve a pensar lo que hacía, reaccioné por instinto. Se perfectamente lo que está pasando por su mente, las pruebas no pueden fallar o tal vez sea que no tiene la suficiente cantidad de hormona y esta prueba no lo detecte. O que de veras no esté embarazada. No le veía otra explicación. Pero de que se encontraba alterada, era una verdad absoluta.

Al entrar a su habitación, cierro la puerta tras de mí, nadie no siguió, estoy de pie viendo el estado en el que se encontraba, se sienta en una esquina de su cama, toma su bolso y empieza sacar todo en la superficie de la cama, esparce el contenido, busca y rebusca, al no encontrar nada se levanta como una loca, abre cajones de su cómoda y de las mesas de noche.

‒Estoy embarazada.

Me acerco a la cama, acomodo sus cosas en el bolso, miro todo el desastre que va dejando a su paso, saca un montón de ropa de los cajones, no tiene el debido cuidado de dejar caer algunas prendas, las patea como signo de frustración, camino hay su desastre organizando de nueva cuenta lo que esparció por el suelo, algunas quedaron en el borde del cajón, lo que me hace más fácil el acomodo.

‒No digas eso Jillie, ya te hiciste dos pruebas, la doctora te aseguró que son confiables, mañana lo sabremos con certeza.

No escucha nada de lo que le digo, vuelve a buscar en los cajones, pero esta vez no saca nada, solo lo revuelve. Se para en seco y me queda mirando, como si de repente se le hubiera venido una idea a la mente.

‒Papá no puede fallar, puede que sea un detector de embarazos más certero que las mismísimas pruebas.

Me abstengo de soltar una risotada en su cara, las personas no pueden detectar embarazos, pueden llegar a sentir los síntomas del embarazo de su pareja, está científicamente comprobado, es conexión directa con la madre, no de familiares o hijos. Entra al baño, escucho como revuelve todo, vuelve a salir, está como trompo.

Después de dejar que el huracán Jillie pasara por el baño, voy a su encuentro y espero que llegue a mi lado, la detengo, la tomo de los brazos, hace el intento de soltarse y la paro con más fuerza, la abrazo porque al parecer es lo que necesita, recuesta su cabeza en mi hombro y está a punto de llorar, sacude su cuerpo, de verdad necesita este abrazo. Se desliza en la cama junto a mí, la recuesto en la cama y trato de calmarla.

‒ ¿Dónde están?

Pregunta como si conseguir lo que está buscando fuera la respuesta a su dilema, no sé qué está buscando, me desespera verla así.

‒ ¿Qué buscas? ¿Te puedes controlar, por favor?

‒ La pruebas Livy, las pruebas.

‒Las dejaste en la casa, todo lo dejaste allá, también la que no te hiciste.

‒Mañana las quiero llevar a la consulta.

‒Puedes pasar por ellas antes de tu cita, pero no creo que sea necesario que la lleves.

‒Se las quiero enseñar a la doctora-me mira con expresión de confusión- ¿No leímos mal el resultado?

Jillie se sienta en la cama como resorte, la detengo y reprime las ganas de levantarse. Tratar de razonar con Jillie es desgastante, no entiende razones. Actúa siempre a la desesperada, no está mostrando una nueva faceta, como muchos pueden llegar a pensar, siempre ha sido así, tiene una forma muy rara de tomar decisiones.

‒Con las pruebas que te hagan allá será suficiente-le voy explicando las cosas como si las dijera a una niña de cinco años-Si llevaste al pie de la letra las indicaciones, no veo como hayamos leído mal el resultado.

Se me acurren tantas palabras para describir lo testaruda que puede llegar a ser Jillie, pero ninguna le haría justicia; es cerrada y necia al insistir en algo que se le ha metido en la cabeza e insiste en que las pruebas están mal. Ella se acuesta nuevamente en la cama. De repente toma mi mano, la aprieta y parece que va a volver a entrar en esa absurda crisis.

‒Ni siquiera le he dicho a Gabriel, yo creo que es momento de decirles a todos, pero no me encuentro con la fuerza necesaria para hacerlo.

‒ ¿Pero que les vas a decir?