¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 50

Su bolso de viaje queda olvidado en alguna parte de la antesala, nos encaminamos como dos locos besándonos en cada parada, en la entrada de la puerta, al subir las escaleras, al llegar a la puerta de la habitación, cuando estamos cerca de la cama nos detenemos sin dejar el abrazo, le doy dos besos pequeños en los labios.

‒ ¿Vas a dejar hacerte lo que quiera?

‒Hmmm ‒ cierra los ojos moviendo la cabeza en señal de afirmación.

‒Esa no es una respuesta, quiero que me des tu consentimiento en voz alta, mírame-la emoción la siento en el cambio del timbre de mi voz.

‒Sí ‒ abre los ojos.

‒ ¿Sí qué? ‒ presiono, la abrazo fuerte para trasmitirle ánimo.

‒Que voy a dejar que me hagas lo que quieras, como quieras y donde quieras.

‒ ¿No vas a salir corriendo?

‒Lo dudo.

Quito mi saco y corbata dejándolos en cualquier parte. Espero que no se arrepienta de lo que me ha prometido, no tiene idea de las cosas que le voy a hacer, quiero mostrarle lo feliz que la voy a ser sentir, la pongo de frente, empiezo a desabotonar el vestido, va desabrochando mi camisa en el proceso, ella mira mis ojos mientras deslizo el vestido por sus hombros lentamente, este cae al piso sobre sus zapatos, mostrándome un conjunto de lencería negro de encaje casi transparente, con un movimiento en su espalda desabrocho su pequeño bra, la recuesto en la cama, mientras voy despojándola de la otra diminuta prenda, queda totalmente expuesta a mí.

Le doy un beso en la boca, bajo, beso su cuello, bajo, beso sus pequeños y redondos senos, uno lo tomo con mis dientes mientras le doy masajes al otro, ganándome una caricia con sus manos en la cabeza, siento mi miembro palpitar, bajo lentamente besando su cuerpo, sus costillas, ombligo y caderas, encendiendo cada rincón que toco, sigo bajando acariciando sus piernas quedando al frente de algo que he deseado con impaciencia. Me debato entre el sí y el no porque las ganas me carcomen al querer probarla, de arrasar con su esencia.

‒Te lo voy a preguntar porque no sé cómo vayas a reaccionar ‒ le doy un beso en la pantorrilla-¿cómo lo vas a querer duro o suave? Te puedo mostrar los dos lados de la moneda.

Pasa su lengua por los labios y cierra los ojos, no sabe lo erótico que es el gesto que acaba de hacer, sube un grado más mi temperatura, abre sus ojos, de ellos destellan una luz dorada, mezcla entre café y oro, emite un pequeño suspiro, haciendo que baje y suba su caja torácica. Sublime.

‒Duro ‒ no quita los ojos de los míos.

Lo que se avecina no es una simple lluvia, es una tormenta que va a arrasar con los dos. Pongo mi lengua plana en su entrada y lamo de arriba abajo, gime como posesa, lamo y chupo en repetidas ocasiones, la tengo al borde del orgasmo, lo sé porque sus manos vuelven a tomar mi pelo haciéndome enterrar mi cara en su caliente centro. Percibo como mi sangre bombea hacia mi parte baja. No tengo suficiente de ella, necesito tanto su sabor. Gime mi nombre y tensa el cuerpo.

‒ ¡Ohh, mierda!

Sale atropelladamente de su boca, rio para mis adentros, así la quiero tener siempre, que se olvide hasta de su nombre, que piense solo en mí y en el placer que le estoy provocando. Sigo entrando con lengua ávida de más, de tener todo, no dejar ningún lugar sin lamer.

‒ No voy a aguantar ‒ de su garganta sale un grito desgarrador.

Este provoca que mi miembro se ponga más duro queriendo romper la tela de mis pantalones. No dejo de darle lametazos. Tiembla en cada sacudida de su cuerpo, es tan dulce, como una pequeña ninfa del bosque, cautivando al sátiro lascivo; me embruja con sus gemidos. Cuando deja de gemir, me preparo para bajar mis pantalones y liberar mi miembro erecto, saco un preservativo de la billetera y lo coloco.

Está disfrutando de las vistas, pero noto un asomo de asombro en su rostro, se impresiona al contemplar mi entrepierna, lo más probable sea que no se acuerde de lo que hicimos la otra noche, pero lo que va a experimentar esta vez es diferente, todo lo contrario a lo que sucedió, se va a acordar cada que bese y toque su escultural cuerpo. Va a llevar mi marca a donde vaya.

Voy subiendo por su cuerpo hasta encontrarnos cara a cara, me recuesto de medio lado, la veo, casi está respirando con normalidad, su sonrisa refleja lo encantada que se encuentra, bajo mi boca y la beso, se deja besar, le devoro los labios, no le importa sentir su sabor en mi boca. Eso me agrada. No soy de besos tiernos, mis besos son de los que te queman y te marcan para siempre. Ella no se queda atrás, me besa con fuerza, como marcándome y no me importa porque yo voy a hacer lo mismo voy a marcarla de por vida. Me prendo de sus labios en un beso caliente saboreando su danzante lengua, me muerde y suelta mi lengua, mi respiración se concentra en subir y bajar, me contengo..

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