Me apoyo en un brazo, rozo su entrada mojando mis dedos, le introduzco un dedo en su roja abertura, necesito sentir la humedad de su centro, jadea, me gusta ese sonido, introduzco un segundo dedo, entro y salgo de ella despacio, luego de forma más acelerada, está tan deliciosamente húmeda para mí, ya casi está lista. Se mueve buscando que entra más y más, toma mi mano, se menea entrando y saliendo haciendo círculos con las caderas, pero no dejo que llegue tan lejos, esta vez no.
‒ Se siente tan bien ‒ su voz es música para mis oídos.
No quiero que tenga su segundo orgasmo si no estoy dentro de ella, dejo de mover mis dedos tratando de apaciguarla, lo consigo poco a poco cuando empieza a disminuir la presión en mi mano, salgo de ella y llevo mis dedos a mi boca saboreando de nuevo su exquisito sabor.
Toma mi rostro y acaricia mis mejillas con sus dedos, relame sus labios, me incita a tomarla sin contemplaciones, pero es algo que no puedo hacer por temor a lastimarla. La tengo que preparar, es cuando tomo conciencia del tamaño de mi miembro. Quiero ser suave, pero no me fío de las ganas que me embargan. Porque llegado el momento no creo que haya vuelta atrás.
‒Te necesito ahora, tócame.
Cruza su pierna por mi cintura atrayéndome hacia ella, mueve su pelvis buscando ese contacto que le estoy negando, no quiero que sea breve, hago acopio de todas mis fuerzas, necesito que dure una eternidad. La beso, me coloco entre sus piernas, me rodea la cintura con ellas, siento sus zapatos en mi espalda, me voy ubicando en su entrada, me preparo para la primera embestida, está tan estrecha, apenas logro entrar una pequeña fracción, tiembla cuando me siente, abre los ojos un poco asustada, espero que se adapte a mi tamaño, vuelvo a salir rozando su entrada con el glande, toco su botón palpitante en círculos, me empapo de su liquido maravilloso.
‒ ¿Ahora entiendes lo que necesito de ti?
‒ Sí.
Le pongo punto final a la espera, toma una bocanada de aire esperando las fuerte embestida, Voy entrando poco a poco mientras se va ensanchando su entrada, No hay nada ni nadie que me haga dar marcha atrás, una vez que el torrente de placer comience lo haré hasta terminar, juntos. Doy tres y cuatro estocadas seguidas, me detengo, casi saliendo por completo, sigo otra tanda más suave, sus gemidos se transforman en jadeos, la tomo con una mano de la cintura, apoyando en ella para tener mejor contacto, se escucha el golpeteo de nuestra caderas, sigo entrando hasta el fondo, me detengo, empiezo otra ronda igual, marcando el ritmo siento sus uñas en las espalda, la agarro más fuerte y se detona la bomba.
Se aferra a la tela de la sabana con fuerza, siento su contracción alrededor de mi miembro, veo su rostro por última vez ante de su orgasmo. Es tan hermosa. Me uno en su viaje llegando los dos juntos hasta el séptimo cielo. Me hace disfrutar de una nueva sensación al descargar dentro del preservativo, sale con tal intensidad como si no fuera a terminar nunca. Me contraigo una y otra, sale un gruñido de lo profundo mi garganta.
‒ ¡Owen! ‒ le tiembla la voz.
‒ ¡Olivia! ‒ la llamo porque es lo único que pasa por mi mente.
Me toma del cabello y jala mi boca más fuerte contra la de ella, estoy siendo marcado por la mujer que amo. Hago que sienta mi peso al acostarme sobre su cuerpo. Me encuentro aun dentro de ella y es el lugar donde quiero permanecer por mucho tiempo, por muchos años, por el resto de nuestras vidas. La envuelvo en mis brazos, haciendo que se acueste encima de mí, la escucho respirar pausadamente, me planta un sonoro beso que me hace reír, la adoro, acaricio su espalda de arriba hacia abajo, haciendo pequeños círculos hasta llegar a la base de su espalda, me encanta esa curva que se le forma, su piel es tan suave, me pasaría horas acariciándola.
‒Siento haber sido muy agresivo ‒ doy un beso en su coronilla-temo haberte lastimado.
‒Fuiste efusivo, pero nuca dije que no lo pudiera soportar ‒ dice moviendo su cara para mirarme ‒ no me lastimaste, te lo hubiera dicho.
‒Muchas gracias por estar aquí ‒ paso uno de mis brazos por detrás de su cabeza haciendo que descanse en mi pecho.
‒Gracias a ti por hacerme sentir de maravilla.
Ver a Olivia acomodada en mi pecho me hace pensar que fue la mejor idea que tuve al traerla a casa. La decisión está tomada, ya no la dejaría ir.
‒Dulces sueños señorita.
‒Dulces sueños señor abogado.
Acomoda su pierna arriba de la mía y nos enredamos en un abrazo de piernas y brazos, no quedando ningún espacio por cubrir, no me siento asfixiado ni nada por el estilo, no es como si estuviera invadiendo mi espacio, es algo agradable. Como si ninguno de los dos quisiera separarse del otro. Encajando como dos piezas de un rompecabezas. Siento su respiración pausada indicándome que se ha quedado dormida. Acaricio su pelo.
Es estupendo sentirme nuevamente en casa. Era una sensación incomprensible, como si estuviera a salvo, de que nada malo podía pasar.
Este será mi mejor año, lo sé..
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Jefe, pronto seremos tres!