¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 58

Se toma su tiempo en entrar a invadir mi centro deseoso, juega conmigo al rozar su punta hinchada y caliente, la pasa varias veces, hago el primer intento moviendo mi trasero hacia atrás para darle cabida y solo hace agonizante la espera, quiero sentirlo en su totalidad, tosco, vehemente y conciso. Que no quede ningún sitio sin ocupar, meneo las caderas buscándolo, acercándome a centímetros del contacto. Palpa con dos de sus dedos encontrándose con mi entrada resbaladiza y por demás húmeda. Lo deseo ya, ahora, sin preámbulos.

– No seas impaciente nena – acaricia mi espalda, en la curva del final de las vértebras – siempre tan mojada y ansiosa, siempre lista para mí, como me gusta.

Me muevo hacia sus dedos, no lo puedo evitar, entra y sale de mi cavidad, no necesito esto, necesito que me llene toda, me frustra y muevo un poco más hacia atrás.

– Por favor – lloriqueo.

–Te voy a follar tan duro, que no tienes una idea.

Creo que sus palabras me pueden hacer correr si llegara a intentarlo. En automático aprieto los dedos en la sabana y la cabeza me da vueltas, porque entra tal como prometió, duro, rápido y sin compasión. La traspiración hace nuestros cuerpos resbaladizos, el calor que se desprende alrededor es inflamable, temo quemarme como cuerda de dinamita, a la menor chispa creada por el roce implacable que producen sus embestidas, en ese lugar justo ahí, donde nuestra conexión hace enlace, es suave y duro en el lugar correcto.

Se sumerge en el torbellino de deseo, contengo la respiración, entra como un vehemente, retrocede, entra y vuelve a retroceder y pienso que va a salir por completo y no quiero que se detenga. Me tiene en el hilo.

– ¡No pares nunca! – Mi voz sale en jadeos – ¡me vas a volver loca! ¡Mierda! – se vuelve a sumergir en mí, entrando con más fuerza.

Busco de donde sostenerme. Mi mente entra en un laberinto claroscuro donde no sé cuál es el comienzo y cuál es el final. Una montaña rusa de pasión, deseo y lujuria todo en igual proporciones, luces, chispas y fuegos artificiales se arremolinan en mí bajo vientre, es como cuando te das cuenta que las estrellas se pueden ver mejor cuando el cielo está más oscuro.

– ¡Eres tan ardiente! –Da una nalgada y respingo, no me lo esperaba, mucho menos lo que suelta después – me quiero follar esa boca.

No entiendo en el momento que escucho la frase, luego capto el significado y se me ablandan las piernas, quisiera poder gritarle que lo haga, que es lo que he estado deseando desde la mañana, el sabor que sentí al tenerlo en mi boca fue placentero, salado y dulce, es algo que me propuse hacer y lo voy a lograr, voy a hacerlo correrse también en mi boca.

– ¿Así lo quieres? – agarra mis caderas y empuja fuerte, una, dos, tres veces, mis paredes se van ensanchando en torno a su polla dura y candente.

Me acribilla en cada movimiento, me eleva hacía esa espiral soñado de anticipación, de donde me quiero colgar por un buen tiempo, regula los movimientos de mis caderas concentrándose una vez más en mí. Lleva el compás de nuestros cuerpos, le dejo toda la carga y hace que me vuelva humo y cenizas. Abre un poco más mis piernas con sus rodillas, entrando de una forma que no conocía.

– Que bueno, porque aún hay mucho más de la promesa que te hice.

Sus movimientos se intensifican, mis paredes se van ensanchando a su tamaño, se van acoplando a su dimensión. Embiste en repetidas ocasiones provocando que los dedos de mis pies se doblen hacia afuera, con esa acción estoy casi segura que me quiere partirme en dos, se agarra de mis caderas anclándose en ellas, entierra sus dedos en la carme como barras de hierro al rojo vivo y empieza a guiarme de adelante hacia atrás moviéndose en dirección contraria, generando el choque inminente de los cuerpos. Ese sonido lo es todo, un baile de interminables notas, mi melodía favorita.

El cuerpo me palpita como un volcán a punto de erupción. Diminutos estremecimientos en mi interior y mi pelvis se tensa, voy cayendo en espiral llevando a esa zona donde no se si bajo o subo y otras veces como si fuera en caída libre. Ya no puedo aguantar más y el peso de mi vientre lo suelto como un caudal. Me derramo en cálidos líquidos mojando mis muslos, derramándome por todos lados, empapo la sabana que está debajo. Me aferro a la sabana apretando hasta el último hilo, ni siquiera sabía que se pudiera apretar con tanta fuerza.

– ¡Ahhh, Owen! – pierdo la batalla al estrellarme contra las rocas del deseo, contra ese muro de contención que me abraza como tenazas.

Oigo sus gruñidos acompañándome en el desenlace del torrente, arrasando con todo lo que encuentra a su paso, perdiendo el control y volcando toda su potencia en el preservativo. Barrera que no impedía que sintierra la presión de su polla que soltaba al eyacular. Tensa el agarre en mis caderas por última vez, para luego ir aflojando poco a poco.

La última contracción me deja exhausta. Sale de mí con delicadeza. Cierro los ojos con más fuerza. Suelto las sabana, caigo agotada hacia adelante sobre la almohada, trato de recuperar la respiración, el me abraza colocándome de lado y se coloca a mi espalda, siguen los espasmos en mi bajo vientre, ha sido más largo que las vez anterior, pero sé que estará listo en cuanto se recupere y yo pueda recobrar el control de mí..

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