¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 59

Me abraza colocando su brazo alrededor de mi cintura, hace que me pegue más a él, besa mi hombro y el hueco que queda en el cuello expuesto, busca mi olor en esa zona como ya es su costumbre. Me gusta la sensación que causa su nariz cuando aspira erizándome los vellos de la nuca. Voy recuperando los signos vitales de mi cuerpo y el golpeteo del corazón se regula, su corazón golpetea pausadamente en su pecho, lo siento en la espalda, trata también de encontrar el ritmo normal de su respiración.

Retozamos unos minutos abrazados en la misma posición, sin decir nada, cada uno en sus propios pensamientos, pasa su brazo por debajo de mi cabeza, voltea mi cara y me besa en la comisura de los labios, hago contacto con sus hermosos ojos y me sonríe, pasa por encima de mí dándome una pequeña nalgada en el proceso, me estoy riendo, se voltea y me tira un beso, se dirige al cuarto de baño y miro descaradamente su desnudez, no me avergüenza comérmelo con los ojos. Disfruto del placer que me brinda su trabajado cuerpo con solo mirarlo.

Oigo que levanta la tapa del contenedor para la basura, regresa con unos pantalones cortos de deporte, anudándolo en la parte de adelante quedando a la vista el inicio de su marcada v y sus pies calzados en un par de zapatillas también de deporte. Su pelo está todo alborotado y me gusta lo relajado que se ve, su seriedad a veces era apabullante, aquí parecía un hombre flexible y accesible, un hombre normal. Me sonríe, extiende la mano y se la tomo, me jala haciendo que me ponga de pie.

Me abraza, pasando sus manos desde el lado de mis senos hasta llegar a mi cintura, levando mis brazos y lo abrazo por el cuello trayendo su cara hacia mí, nos fundimos en un largo beso, no sexual, no carnal, un beso apaciguador, de los que te relajan y centran después de un sexo genial.

– Hmmm, que rico hueles – dice metiendo su nariz en mi pelo – hueles a fresas.

Sigue hurgando en mi pelo, luego llega al lóbulo de la oreja, lo muerde y lo lame.

– Será que estás pensando en comida – digo con desparpajo – porque no uso esa clase de shampoo.

Suelta una carcajada.

– Tienes razón, pero aun así hueles delicioso, te comería ahora mismo si tuviera fuerzas – dice coqueto – voy a ver que hay en la cocina, te espero abajo.

Me da un beso en la punta de la nariz y nos separamos, se dirige a la puerta de la habitación, se regresa como si se le hubiera olvidado algo. Se acerca a donde está su ropa tirada y levanta su pantalón no encuentra lo que busca y levanta la otra prenda.

Saca su móvil del bolsillo de su saco y lo guarda en el short de deportes.

– Tus cosas está acomodadas en el closet – señala las puertas de su cuarto de vestir – y las otras en el buró de la derecha y tu bolso de viaje al final del primer closet.

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