Trato de pensar del porqué no debo rendirme, disfruto y le expreso también la ansiedad de sus labios. Cedo ante él, no me queda otra opción que corresponder a su ardor. No tengo idea de hacia dónde me lleva, pero cierro los ojos y me arrojo al vacío, sabiendo que me espera la protección de sus brazos. El lugar donde quiero estar para siempre.
–Ven a casa conmigo.
Lo pienso por un segundo.
–No sé.
–Dime que lo harás.
–Mañana a primera hora, tengo que estar en casa, tengo asuntos que atender.
Es imposible negarme, yo también deseo estar con él.
–Te prometo que yo mismo te llevo.
–Gracias, pero no será necesario, hoy Jillie trajo el auto, está esperándome en el estacionamiento.
– ¿Cómo le vamos a hacer? No creo que Jillie quiera regresar por su auto ahora, le llamaré a Jeremy para ver si puede pasar a buscarlo.
–El auto ya no es de Jillie, ahora es mío.
– ¿De veras lo apostó?
–Sí.
–Entonces lo puedes dejar en el estacionamiento y venimos por él mañana temprano.
–No, mejor lo llevamos a tu casa y mañana me voy de allá a la mía – trato de convencerlo.
Lo tomo de la nuca, llevo mis labios a los suyos apenas rosando, sintiendo el calor de nuestros alientos al unirse.
– ¿Puedo llevarte a cenar esta noche, ahora que estás de buen humor?
–Sí puedes, pero siempre estoy de buen humor – me defiendo.
–Hoy no fue tu día, por lo que veo.
–Hablé con mis padres sobre mi ruptura con Justin y mi madre no lo tomó muy bien.
Tengo que confiar firmemente en él, no puedo dejar que se vayan acumulando las cosas y por el bien de nuestra relación, los problemas que vayan surgiendo se tienen que solucionar.
–Eso era algo que tenías que decirle ¿y lo otro como lo tomó?
Se está refiriendo a nuestro noviazgo, de acuerdo ella tenía que haberme apoyado más en eso, no hacerme sentir como la mala de la novela. Sé que le agrada Owen, y tiene que verlo en su faceta de novio, de lo amable y gentil que es su trato tanto en público como en privado, no culparlo de mi ruptura.
–No me dijo nada, papá me felicitó, te manda saludos y espera poder verte ahora que regresen del crucero.
–Lo que me espera.
–Tengo un poco de migraña.
Llevo los dedos a la sien y doy un leve masaje. Le doy una mirada y sonrío para tranquilizarlo.
–Si quieres podemos pedir para llevar e irnos a casa.
-No, ya estamos aquí, y con suerte en un rato se me quita.
– ¿Hace cuánto días que estás padeciéndola?
Con el tiempo he sabido camuflar las crisis de migraña, muchas veces ni se enteran que la padezco, y otras que por lo intenso no me deja hacer las cosas al cien. Tengo que parar y tomar un descanso para poder continuar.
–Apenas hoy empecé a sentir el dolor.
–Cuando hablaste con tus padres, me imagino.
–Así es, solo durará un par de días y estaré como nueva.
Tomamos los alimentos, tratando de ser lo más rápido posible, el malestar no cesa, por lo que la conversación se torna nula, al terminar la cena, de un momento a otra ya h apagado la cuenta y nos encontramos esperando el auto en la entrada, si bien no he entrado ya estoy con los ojos cerrados en el asiento del copiloto. Me encuentro en crisis, no puedo mantener los ojos abiertos. Tomo aire pausadamente, voy haciendo los ejercicios de respiración, de un momento a otro pierdo la noción del tiempo.
–Nena, hemos llegado - toca mi hombro sin moverme – ¿Puedes caminar?
Oigo la voz de Owen en la lejanía. El trayecto me ha ayudado a despejar un poco el malestar, aunque las palpitaciones del lado izquierdo no han cesado del todo. Me levanto del asiento y salgo, las luces son tenues, detalle que no pasó desapercibido. Hace más fácil el movimiento de mis piernas, que tienden a faltarles la fuerza.
–Sí.
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