¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 70

Elimino esa posibilidad, todo se centra en la crisis de migraña que pasé durante la tarde y parte de la noche, no se lo podía atribuir a nada más. Era lo que me pasaba con frecuencia, algunas veces más notorias que otras. El acúmulo de estrés mezclado con los pendientes, desata lo inevitable.

–No, es a causa de la migraña, dentro de poco estaré como nueva.

Es algo extremadamente raro, una vez que saco todo, mi cuerpo empieza actuar de forma normal, es como si me dijera que lo que tengo en el estómago me puede causar un serio daño.

Mi respiración se normaliza y dejo de temblar por dentro. Cuando me diagnosticaron la migraña antes de saberlo nos habíamos preocupado mis padres y yo, porque los dolores fueron aumentando al grado de llegar a pensar que se trataba de un tumor cerebral, afortunadamente no pasó de eso y pudieron controlar los dolores con tabletas analgésicas de amplio espectro.

– ¿Segura? estas sudando frio - lo dice al poner su mano en mi frente.

–Eso me pasa con frecuencia cuando me da migraña, una vez que saque todo, se va como por arte de magia, no es algo por lo que debas preocuparte.

–No lo puedo evitar, es como si quisiera evitar que te sintieras mal, que tuvieras cualquier dolor, que algo te afectara – dice afligido.

Me siento incomoda. Era lo que menos quería, que se preocupara por algo que se salía completamente de mis manos. Bajo la manija para que se vaya toda la suciedad por el drenaje. Afortunadamente todo cayo adentro de la taza. Me ayuda a poner de pie, el lavabo está esperando por mí, así que tomo el cepillo de dientes y me dispongo a asearme la boca, él hace lo mismo en el lavabo de al lado. Enjuago mi boca y lavo la cara, él me pasa una de las toallas para que me seque el rostro. Me ve a través del espejo aun preocupado.

– ¿Ya te sientes mejor?

–Me encuentro mejor ahora, gracias

–No hay problema.

Me agarra el rostro como buscando algún signo que me pueda delatar de lo contrario, ya que está inconforme con lo que le digo. Me da un beso corto en los labios. Regresamos a la habitación y el cuerpo me pide un rato más en la cama, pero tengo que llegar a casa es inminente.

Busco mi ropa, dispuesta a ponérmela. Me siento en la orilla de la cama saco del bolso un pantalón de mezclilla y una blusa holgada. Quito las prendas del pijama con pocos ánimos, sé que se me nota en cada movimiento, hasta esa simple tarea me cansa.

–Creo que deberías acostarte un rato más en lo que te recuperas del todo.

Se sienta a mi lado en la cama, me toma de la mano apretando con suavidad.

Sé que lo hace por mi bien, que no hay otra intensión en sus palabras.

–Te juro que ya estoy bien.

–Te puedo preparar el desayuno en lo que reposas – me sugiere – o puedes acostarte en lo que termino y te lo traigo a la cama.

Eso suena tan tentador, ser seducida por un delicioso desayudo servido en la cama. Estuve a punto de ser convencida.

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