¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 73

–Estas muy equivocado, yo no te empecé a olvidar por eso, todo comenzó antes de que empezara algo con Owen.

–Sé que fui muy prepotente al tratarte de esa manera, asumo toda la responsabilidad de nuestro fracaso.

Por lo menos admite su culpa. Pero me molesta que pretenda hacer ver mi relación con Owen como el motivo de sus fallas.

–Necesitas ayuda profesional.

Se lo digo sin ánimos de ofender, hay personas que no entienden que tienen un problema grave, incapaz de llevar por si solos, que tienen que aprender a controlar sus estados de cólera, que piensan que sus actos no dañan a nadie. Que siempre tienen la razón y que no se les puede llevar la contraria. Personas que tienen el ego muy grande para poder notarlo y no periten que otros lo corrijan.

–Ya estoy asistiendo a terapias con un psicólogo.

Lo miro asombrada, nunca pensé que lo fuera a hacer. Cierto tipo de personas se aferran a que no tienen ningún problema de actitud, piensan que ir a un psicólogo está mal visto o que los pueden tildar de locos.

–Me alegro que hayas tomado esa decisión.

–Sé que he cometido un desastre al dejar que intervinieran en nuestra relación, que no tuve los pantalones para defenderte.

Algo que no quiero escuchar ahora, no es válido que pretendan remediar las cosas cuando es un caso más que perdido, ningún argumento sirve en estas alturas. Este caso ya fue juzgado y sentenciado, el veredicto fue claro. Se encontró al acusado culpable de todos los cargos.

–Ya no necesito eso.

Sus palabras no provocan ningún tipo de sentimiento en mí. Porque si no fueron dichas en su momento son como si nunca hubieran pasado por su cabeza. Hubo un tiempo en que esas mismas palabras dichas en el momento indicado y a la persona indicada, ahora fuera distinta mi reacción, tal vez lo pondría en la balanza a ver si se podría considerar. Pero ahora, ni siquiera puedo ofrecerle mi amistad, ni dársela aunque me la pidiera.

Ya no quiero ser un náufrago en la tormenta, necesito que alguien me cubra y proteja de la inclemente tempestad.

–Eso ya lo sé, aun así te he echado mucho de menos.

–Entiende que todo se terminó, no porque yo quisiera, tú provocaste que fracasara.

–No siempre sabes el verdadero valor del amor de una mujer, hasta que la conviertes en un recuerdo.

Te fallé y me fallé a mí mismo.

No tengo con que responderle a eso. Agacha la cabeza y baja los hombros, por su expresión de derrota sé que está arrepentido de todo lo que me hizo, puede que no me lo diga con las palabras correctas, más no me hace falta una disculpa de rodilla para saber lo mal que se siente. No parece el mismo sujeto de siempre, el que se sentía el rey de mi universo. Con toda sus arrogancia desbordada.

El paquete donde se encuentran sus pertenencias se encuentra en la mesa de la entrada, si bien no las ha tomado, es el motivo de su visita, si no se las quiere llevar, buscaré a alguien que si las vaya a ocupar, están en perfecto estado. Me ve con lágrimas en los ojos, jamás llegué a imaginar que pudiera llorar por alguien más, que no fuera por él mismo. Me muestra un panorama de una persona muy distinta a la que creí conocer por muchos años. No sé lo que esperaba, pero definitivamente no era eso.

Recoge el paquete de la mesa y sale del apartamento, se va sin despedirse y es mejor así, no tengo ánimos para estar abrazándolo y reconfortándolo, si me hizo ser de esta manera ahí tiene el resultado. Que debí mostrar ese temple desde un comienzo, pero ya no vale la pena retroceder, él ya forma parte de mi pasado.

No pasan ni cinco minutos cuando tocan a la puerta nuevamente, me dispongo a despedir a Justin por las buenas o por las malas, estoy segura de haber recogido todo lo que tenía aquí, si algo se me ha olvidado procuraré buscarlo o que me diga que voy a hacer con ello, no quería alargar más este encuentro. Abro la puerta con la incertidumbre dibujada en el rostro, esperando encontrar a un Justin desanimado o mal encarado, pero me encuentro con la cara más sonriente, pero la menos esperada.

Owen con una maleta de viaje en su mano izquierda. No digo nada y lo hago pasar. Lleva un abrigo café, abierto al frente encima de su camiseta azul. Sonrió al ver como camina delante de mí. Da la vuelta y me toma de la cintura.

–Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma viene a la montaña.

Son estos momentos los que le dan felicidad a mi vida.

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