¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 83

Supuse que después del día tan activo y productivo que habíamos tenido, se encontraría agotado, pero me equivoqué. Se mueve entre sueños, despertando, abre los ojos, me observa y sonríe. A su lado me sentía dichosa, tranquila y feliz. Sin duda alguna también satisfecha, desde que estaba con Owen, mi vida sexual era diferente a todo lo que había vivido y experimentado, había dado un giro de ciento ochenta grados. Me hacía gozar a plenitud, con total desinhibición, podría decir que he perdido el miedo a expresar a plenitud lo que siento cuando hacemos el amor.

Acerca su mano a mi rostro, acaricia mi mejilla con suavidad, su roce genera corrientes eléctricas que llegan hasta mi corazón, con solo tocarme me siento querida, es inexplicable, como si mi piel estuviera hecha para sus caricias. Coloca un mechón de mi pelo detrás de la oreja.

–Buenos días, hermosa. ¿Qué tal has dormido?

Pregunta con esa hermosa sonrisa en sus labios. Son ojos azules brillan y me imagino que me encuentro en las mismas condiciones, porque las mejillas las siento caliente. Si le dijera que solo necesito tenerlo junto a mí para dormir como un bebé, no me lo creería, puedo asegurar que el poder de relajación que he tenido con él es maravilloso. Owen es la paz que estaba esperando para calmar la tormenta de una mala experiencia. Mi fortaleza. Mi ancla.

–Estupendamente, ya me hacía falta. ¿Y tú como dormiste?

Me imagino que también ha descansado al máximo, se nota la satisfacción en su cara, su sonrisa lo dice todo y me alegra que esté disfrutando al igual que yo de esta paz que tanto necesitábamos.

–También estupendo y también me hacía falta.

Besa mi frente y estoy segura que quiere otra ronda, no estaría mal, pero tenemos que desayunar, reponer fuerzas para los días posteriores. No solo de amor vive el hombre. Dice el dicho y no está mal infundado. Le doy un pico en los labios y me levanto de la cama.

–Voy a preparar el desayuno.

–Te ayudo, estoy hambriento, ayer me dejaste agotado.

Yo había quedado en las mismas condiciones, fuimos como dos volcanes en erupción, nos complementábamos en todos los aspectos, ya íbamos aprendiendo que era lo que nos gustaba a cada uno y sabía que teníamos todo el tiempo del mundo para llegar a conocernos en su totalidad o por lo menos intuir que necesitaba la otra parte. Sí, nos íbamos complementando.

– ¿Qué se te antoja comer?

–Si te digo, no me lo creerías.

Lo miro con los ojos abiertos, creí que había tenido suficiente. Sonríe y sé que está bromeando, niego con un movimiento de cabeza y nos encaminamos al cuarto de baño, el mío no es tan grande como el de su casa, pero si cavemos los dos sin obstaculizar las actividades de cada quien. Me di a la tarea de acomodar su cepillo de dientes en el recipiente al lado del mío, lo toma y empezamos acepillar nuestros dientes al mismo tiempo, sonreímos.

– ¿Podríamos darnos una ducha? Sin fines sexuales.

Le advierto, porque sé que no saldríamos de la ducha en mucho tiempo y de verdad tengo mucha hambre. Mi resto de energía se quedó en la cama.

–Claro que sí, vamos a tomarnos un descanso.

Pongo el agua a una temperatura moderada, nos metemos a la ducha, nos besamos y no pasó a mayores, jugamos un rato con la esponja enjabonada, pasándola por nuestros cuerpos, me sirvió para calmar mis músculos adoloridos, nos ayudamos a secar el exceso de agua que escurría de nuestros cuerpos. Al ir a la habitación él toma de su maleta lo que se va a poner y observo detenidamente como se viste al frente mío, su manera es sensual y rio porque lo hace ver como un estriptis pero a la inversa. Termina de vestirse y se encamina a la salida.

Seco mi pelo con la toalla que traigo alrededor de él. Termino de vestirme en tiempo record, esta vez es mi turno de hacer al desayuno. Sé que lo voy a encontrar preparándolo él ya, entro a la sala y voy directo a la cocina, lo encuentro sacando los ingredientes.

–Esta vez seré yo la que cocine.

Digo con autoridad, sin lugar a una negativa, no soy autoritaria, pero de verdad quiero hacerlo yo esta vez.

–Sí, señora.

Dice como niño regañado y sonrío, termino de sacar los ingredientes para hacer una tortilla española, no es muy laboriosa y estará lista en pocos minutos. Saca los platos y los pone encima de la mesa, abre el cajón y saca un par de tenedores, mientras estoy cocinando se acerca a mi espalda y me abraza por detrás, besa mi cuello. Siento maripositas en el estómago.

–Mmm.

–Te ves hermosa.

–Gracias.

–Espero también el postre.

Dice con inocencia y de inocente no tiene nada. Se me sube el calor a la cara, me alegra que no me esté viendo de frente. Lo dice en doble sentido y me causa gracia, porque lo entiendo a la perfección, es como si me transmitiera su lado cachondo.

–No sé porque todo lo haces ver de otra manera.

Sé a la perfección a qué se refiere, pero quiero ver hasta dónde va a llegar al hacerse el inocente.

–Solo te estoy diciendo que quiero un postre, no le veo nada de malo que quiera comer algo dulce.

Sonrío a carcajadas, eso ni él mismo se lo cree. Giro mi cabeza y lo veo.

–Siempre quieres que caiga en tu trampa.

–Tú eres la de la mente cochambrosa, yo todo inocente pidiéndote el postre y tú piensas mal de mis intenciones.

Se hace el ofendido.

–Negras intenciones, querrás decir.

–Que mal pensada.

–Ajá.

Me separo de él y meto el pan en el tostador, no despega sus ojos de todo lo que hago, saco un cuenco de fresas y le pongo crema, Sirvo los platos y desayunamos con toda tranquilidad, él en varias ocasiones me da de comer de su plato y yo lo imito dándole también de comer de mi plato. Me parece tierna la acción y me gusta consentirnos, parecíamos dos adolescentes en su primera relación. Si Jillie nos viera no se lo podría creer, no éramos melosos pero diría que somos cursis. Como si ella no lo hiciera con Gabe.

El domingo al lado de Owen fue espectacular, me trataba como si fuera de cristal, me tomaba de la mano aun estando en la casa, no quería despegarse de mí. A pesar de que esperaba que estuviéramos uno arriba del otro durante todo el día, no fue necesario. Pero sí algo inusual en nosotros, que con cada roce parecíamos dinamita a punto de detonar. El día nos lo tomamos con calma. Ya para el lunes tocaba volver a la normalidad.

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