¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 84

Si así van a ser todos mis lunes, a partir de hoy es mi día favorito. Despertar al lado de Olivia es lo más fascinante que me puede ocurrir. Puede parecer algo apresurado, pero ya quiero tenerla de por vida a mi lado. Qué más desearía que despertar todos los días con ella. Hacerla mi mujer. Mi esposa.

Despierto antes del amanecer, a pesar de haber tenido una noche movida, no pude dejarla descansar como me lo había prometido. Dos veces la tuve antes de dejarla dormir, mi energía no se acaba, parece que entre más la tengo más necesito de ella. Soy adicto a su piel, a su aroma. Su cuerpo semidesnudo reposa bocabajo en su cama. Su sexy cuerpo me atrae como la miel a la abeja. No me atrevo a tocarla, porque el olor de su piel y su calor me hacen olvidar cualquier otra cosa.

He descansado como nunca antes lo había hecho. La dejo acostada y aprovecho para darme un baño antes de regresar a mi casa. Camino por la cocina, pongo la cafetera y cuando está listo, me sirvo una taza de café, le preparo unos huevos revueltos, con un par de pan tostado, le dejo una nota en el microondas, solo debe calentar el desayuno. Para que no se le haga tarde, sé que está cansada por que no permití que se durmiera a la hora acostumbrada, tenía tanta sed de ella.

Regreso a la habitación y la contemplo. Sigue acostada boca abajo, la sabana tapa su perfecto trasero dejando al descubierto su espalda, me fijo en el arco que se forma al final de su espalda, es uno de mis puntos favoritos, para acariciar, descubro parte de la sabana para deleitarme con su forma. Quisiera besarla y lamerla en ese lugar en este momento, pero me detengo. Paso la punta de mis dedos por su hendidura, se estira como un pequeño gatito. Podría contemplarla toda la vida, es hermosa aun cuando duerme. Mi mano pasa lánguida por la columna, ocasionando un arqueo por el roce.

Mis dedos acarician su mejilla, y retiro el pelo de su rostro pasándolo por detrás de su oreja.

No quisiera despertarla, pero tengo que regresar a la casa para cambiarme de ropa. Como jefe debo dar el buen ejemplo de vestimenta. Nunca se me ha pasado por la cabeza aparecerme vestido de manera informal.

–Olivia – ella se agita un poco, pero no abre los ojos.

No se despierta. Poso un beso en su frente ejerciendo un poco de presión. Beso su cuello en la parte de la nuca y huele a feromonas, demasiadas feromonas, si sigo oliéndola así, no podré salir de su casa ni de su cama. Logro que entre abra los ojos. Me queda mirando un poco desorbitada.

–Buenos días, hermosa – saludo y le doy un casto beso en la comisura de los labios.

No ahondo más en el beso, porque mi intención es que se pueda dormir otra vez. Me mira como si estuviera buscando algo en mi rostro. Se ve un poco confundida y me lo confirma con sus siguientes palabras. La pobre no ha dormido lo suficiente. Me recrimino por ser un cavernícola insaciable, pero sé que le encanta mi lado hombre de las cavernas. Podría decir que he encontrado mi par, con respecto a la intensidad de nuestros encuentros amorosos. Todo el fin de semana fue como una especie de maratón. Es perfecta. Me niego a soltarla más de lo necesario, para disfrutar cada momento a su lado al máximo. Siento que no me alcanzará la vida para hacer con ella todo lo que quiero.

–Hola – dice entrecerrando los ojos – no escuché el despertador.

Se reprocha a ella misma.

La saco de su errónea deducción. Le retiro el pelo del rostro y le acaricio la mejilla, su piel es tan suave como la seda. Se mueve en busca de m contacto, como un gatito pidiendo que lo acaricien.

–No lo escuchaste porque no ha sonado – le explico – aun no es hora, solo me levanté para ir a casa a cambiarme y decirte que nos veamos en el bufete a la hora habitual. No quería despertarte, pero lo tuve que hacer.

No me pareció justo dejarle una nota y desaparecer como un delincuente en la madrugada. Me despediría de ella y nos veríamos después. Es lo más normal que se podría hacer en estos casos. Ser atento con ella era mi prioridad. Jamás me cansaría de proveerle lo mejor del mundo. La veo dudar al enfocarme.

– ¿Es muy temprano?

Veo en reloj para corroborar la hora y no darle una errónea.

– Son las cinco y media, todavía puedes dormir un rato más.

–Creo que me levantaré a prepararte algo de desayunar.

Dice entre sueños. Hace el intento de levantarse y no se lo permito. Hago que vuelva a acomodar su cabeza de nuevo en la almohada, cubro su cuerpo por completo. Ya empezó a bajar la temperatura, está empezando a refrescar y no me gustaría que pescara un resfriado. Ya pasé un buen susto con lo de su padecimiento del viernes, como para que se vuelva a enfermar.

–Gracias, pero no es necesario, en cuanto llegue a casa tomaré algo ligero, ya me tomé una taza de café.

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