No le digo que ya le preparé el desayuno para que sea una sorpresa. Rozo mis labios con los suyos como despedida, debo pensar para la próxima traer más ropa en el auto, sobre todo trajes para el trabajo. Por lo menos aun estuviera acostado a su lado. Mantiene los ojos cerrados.
– ¿Seguro?
–Muy seguro.
Está en silencio, así es que no estoy muy seguro si se volvió a dormir o está digiriendo la información, sonrío, pestañea varias veces y me enfoca, me da una dulce sonrisa. Se pone de costado, alcanza mi cara con su mano, me toca la insípida barba y acaricia mi mentón, su luz alumbra mi camino. Estoy luchando por no volver a meterme en la cama un rato más a su lado. Es un decir, porque una vez que toque su cuerpo no hay marcha atrás.
–Conduce con cuidado.
Me encanta que aun semidormida se preocupe por mí, te acostumbras a que se preocupen por tu persona, que estén al pendiente de lo que te pueda suceder.
–Claro que sí.
Me inclino y beso nuevamente su boca, debo salir lo antes posible de la habitación. Me dirijo a la puerta. Volteo a verla, ya está casi dormida. Tomo un profundo aliento, resignado a partir. Este era un nuevo sentimiento, me empezaba a doler separarme de ella. No sé cómo voy a hacer de ahora en adelante si no la puedo tener todo el tiempo a mi lado. Me siento como si empezara a recuperar mi corazón. Como si hubiera estado enterrado bajo metros y metros de tierra. Olivia, es justo lo que necesito,
–Te veo en un rato.
–Hmmm.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Jefe, pronto seremos tres!