¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 86

Cuando se ha ido, veo el móvil y verifico que la alarma esté a la hora indicada, lo vuelvo a colocar en la mesita de noche. Me cubro la cabeza, cierro los ojos cayendo en un sueño profundo. Suena la alarma del móvil, la apago. Estiro los huesos todo lo que pueda. Parece que no pasó el tiempo entre que cerré los ojos y sonara la alarma. Me despierto un poco desorbitada. Trato de alcanzar y tocar a un Owen que no se encuentra a mi lado. Por un momento se me olvidó que se regresó a su casa temprano. Lo extraño.

Su lado de la cama aún conserva su olor, tomo la almohada y me abrazo a ella, lo extraño. Me levanto y siento un leve mareo, creo que no debí pararme tan rápido, me siento, espero a que pase, no hago ningún movimiento brusco esta vez y me levanto con precaución, voy al baño y pongo música, tomo uno de los dos cepillos y me lavo los dientes, entro a la ducha, cierro los ojos al sentir las gotas cálidas en mi cuerpo. Aun con los ojos cerrados termino de bañarme, estoy agotada. Siento como si no hubiera dormido nada.

Me pongo mi habitual indumentaria para el trabajo y como quien no quiere la cosa, empaco algunos vestidos con sus respectivos blazer. Coloco todo lo necesario en el bolso de viaje, dos pares de zapatos, maquillaje y los llevo a la sala. No me estoy adelantando a los hechos, simplemente es una forma de ahorrar tiempo en ir y venir, por si me llegase a pedir que me quede en su casa o viceversa. Mujer precavida, no regresa a su casa.

No suelo faltar al trabajo, pero este sería un día igual que los otros con muchas citas y reuniones, así que descarto el llamar y reportarme enferma, además el motivo de mi cansancio debe estar en las mismas condiciones y aun así se despertó demasiado temprano para estar presentable en el bufete, lo menos que puedo hacer es estar lista a la hora de entrada.

Con toda la pereza reunida en mi hermoso y adolorido cuerpo voy a la cocina, veo hacia la cafetera y Owen me dejó suficiente café, pero no se me antoja, así que mejor me voy a preparar un té. Me acerco al microondas y veo una nota pegada en la puerta, de parte de Owen. La tomo para ver que dice.

“No te vayas sin desayunar, buen provecho”

“O”

Abro la puerta del microondas, levanto la tapa y encuentro un perfecto desayuno listo para calentar y comer. Me alegra haberlo encontrado, sé que todo el tiempo estuvo a un paso de mí. Que solo tenía que alargar la mano para tenerlo.

Y me alegra también que le estemos dando una oportunidad a este cumulo de sentimientos que va creciendo a pasos agigantados. Estoy perdidamente enamorada de él. No encuentro otras palabras para describir lo que siento, simple y llanamente es amor. Lo amo. Sonrío, porque este hombre me hace sonreír de la nada. Porque me hace feliz.

Siento la tentación de llamarlo y decirle cuanto lo amo, pero desisto, porque eso se dice de frente. Con una cena romántica a la luz de la luna o con la habitación iluminada por velas aromatizadas y muchos pétalos de rosas. Dos copas de vino tinto o de champan. En un ambiente propicio, no a la ligera.

Saco el pan tostado y pongo a calentar el desayuno, lo degusto y en cada bocado me acuerdo de él. Es un sueño hecho realidad. El hombre con el que toda mujer debería soñar. Lo bueno es que ya está apartado y casi comprometido. Termino de desayunar, lavo mis dientes y me dirijo a la empresa. Estoy conduciendo hacía la oficina y en el camino voy trazando que voy a hacer en cuanto lo vea. La idea me hace feliz. Estaciono el auto en el lugar habitual, tomo el bolso y camino a mi destino.

Tras llegar a la oficina, lo primero que hago es ir al despacho del hombre que me trae embobada, pensando todo el trayecto en él, me alegra de que este solo, a esta hora no tenemos nada programado. Entro sin tocar y le paso el seguro a la puerta. En cuanto me ve, comienza a sonreír. Camino directamente al lugar donde se encuentra y él camina a mi encuentro. Topamos, nuestros cuerpos son imanes que se atraen mutuamente.

Estiro las manos hacía su cuello, atrayendo su cara a mí, y me prendo de sus labios. Una de sus manos aprieta mi cintura y la otra se posa en medio de mi espalda pegándose más a mí. Por supuesto que me lo como a besos. Nuestros labios se mueven con fuerza y desesperación. Siento el calor de su boca contra la mía y la excitación en mi interior va en crecimiento.

Nos comemos a besos. No paramos, nuestros labios se unen en un beso caliente, con hambre. Me pierdo por un momento en el elixir de su sabor. Me deleito en el baile de su lengua contra la mía. Me responde con la misma vehemencia. Este hombre es un dechado de virtudes. Lo puedo convertir en el mejor de mis vicios. Hace que me olvide de donde estamos, todo desaparece a nuestro alrededor y somos solo los dos. Disfrutando de la cálida bienvenida. Hacemos un alto, antes de que el ambiente se ponga más caliente y no podamos evitar lo que sabemos que va a pasar. Pero lo tenemos prohibido en la oficina o en cualquier parte de la empresa. Son lugares sagrados y debemos cuidarlos.

Respiramos agitados. Me estoy volviendo adicta a sus labios y por lo que veo es reciproco el sentimiento, porque en cada oportunidad me besa. Mis dedos viajan a su nuca, no quisiera dejar de besarlo. Le lleno la cara de besos. Retrocedo y lo miro a los ojos, los tiene completamente oscuros por la excitación.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Jefe, pronto seremos tres!