¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 88

No quedamos como si fuéramos a seguir siendo los mejores amigos. Eso no cabe en mi cabeza y mucho menos, en las de los que me conocen. Nunca podría ser amiga de alguien que me hizo daño.

–Y ni que se le ocurra.

–Me deseó buena suerte con tu hermano.

–Casi, como si la victima fuera él.

Exactamente, mejor no lo pudo haber dicho.

–Totalmente de acuerdo contigo.

–Pero esto no se va a quedar así – dice molesta – la venganza es dulce.

–No es momento de venganza, Jillie, y no tendría por qué.

Con estar libre de él es mucho más que suficiente. No tener que lidiar con su carácter voluble, esperando a que pasen sus berrinches. Más vale seguir con la dignidad intacta a seguir rebajándome hasta quedar sin nada.

–Tiene que pagar todo lo que te hizo.

–Yo no te estoy diciendo que me voy a vengar de él, ya lo dejé y con eso es suficiente.

–Te tendría que estar rogando, arrastrándose sobre su vientre como la serpiente venenosa que es.

Como si a mí me hubiera importado eso. Y agradezco que no pasó, la humillación hubiera sido grande. Jillie no concibe que lo dejara pasar sin pena ni gloria, como si con eso iba recuperar el tiempo perdido o me fueran a dar algún premio. Que estuviera fuera de mi vista era más que suficiente. La mala hierba había que arrancarla de raíz.

–No te entiendo, no pretendas alterar las cosas, ya te dije que eso es lo que menos quiero.

–Me hubiera gustado ver su cara de estúpido, como si nada hubiera hecho. Ya de menos le hubiera dado una patada en las pelotas.

Sonrío, esas palabras le salen del alma.

Debe estar roja del coraje. Ni qué decir de las palabrotas dirigidas a la progenitora de aquel individuo. Jillie era directa y les puedo asegurar que si hubiera sido ella, el pobre estaría internado por lo mal que le hubiera ido.

–Tienes que relajarte, te van a salir arrugas antes de tiempo.

–Estoy relajada – trata de convencerme – pero eso no me quita las ganas que tengo de romperle el mugroso hocico.

Suelto una carcajada, ella se unió a mi risa y pasamos la siguiente media hora hablando de todo un poco, solo cuando Owen me hizo una seña para poder pedir lo que íbamos a comer me pude despedir de mi querida cuñada.

–Ya tengo que colgar, Jillie.

–Está bien, ¿Ya te llama tu domador? – sonríe como hiena – recuerda, no hagan nada sin protección.

–Sí mamá.

Cuelgo la llamada y me acerco a donde se encuentra Owen, me señala el menú y pide lo que queremos cada cual. No pido mucho, el estómago no se ha mejorado al cien por ciento, no le digo a Owen para no asustarlo y piense que le salí defectuosa, ya dentro de poco estará bien por completo. Solo hay que dejarlo descansar por unos días, aunque el día de las pizzas no me importó tanto.

Nuestro almuerzo llega y nos disponemos a comer en la sala de juntas, me he pedido una ensalada cesar con pollo y un jugo de piña, mientras que Owen ha pedido unas alas de pollo con salsa a la BBQ, con papas a la francesa y también jugo de piña. Aun no me decido si quitarle una de las alas o solo comer mi ensalada. El olor de la salsa hace que mis glándulas salivales se activen, estoy salivando del antojo. Owen disfruta de su comida, me mira y es como si me leyera el pensamiento, sin decir nada pone su plato al frente mío y tomo una de las jugosas alas.

"Mi precioso"

– ¿Quieres cambiar?

–No, es solo una.

Después de casi devorara la pequeña ala de pollo, en realidad no se me quitan las ganas de seguir comiéndolas, así que le quito más de la mitad de su almuerzo y él termina por comer de mi ensalada, así que estamos compartiendo la comida. Parecía que nunca hubiera comido alas de pollo en mi vida, me las quería comer todas. Pero me pareció de muy mala educación no dejarle nada a Owen. Él solo sonreía al verme comer. Mientras terminamos de comer, él limpia con una servilleta la comisura de mi lado derecho.

–Tenías una poca de salsa en los labios.

Lo veo directo a los ojos, aunque su gesto no tenía nada sexual, me dieron ganas de meter sus dedos a mi boca y lamerlos.

Estaba experimentando una subida de la libido. Este hombre hace que todos mis pensamientos se traduzcan a querer llevármelo a la cama, me estoy volviendo una obsesa.

–Gracias.

– ¿Estaban buenas tus alas?

Sonrío, sé que es broma y me agrada este tipo de confianza. Por un momento llegué a pensar que me las acabaría todas. El mueve sus cejas en gesto cómico, esperando mi respuesta.

–Deliciosas.

–La próxima, me pido unas.

Mis mejillas se fueron poniendo calientes, indicativo de que estaban tan rojas como una manzana. En definitiva, no sabía dónde meter la cabeza, pero no me arrepentía de haber disfrutado de tan exquisito manjar.

–Ok, me declaro culpable de todos los cargos.

–Estabas comiendo tan a gusto, que me dio pena quitarte el plato.

–Nunca se me habían antojado de esa manera.

Fue como si una voz interna me dijera que me las comiera, en esos momentos me sentí un Gollum, protegiendo a su precioso. Que debía comerlas y saciar mi antojo. Así que la ensalada pasó a segundo término y directo al estómago de Owen. Él estira la mano y acaricia mi mejilla con su dorso.

–Igual, la ensalada estaba muy buena, no te preocupes, podemos pedir una orden para la cena.

–Que sean dos.

Hasta el momento no sabía dónde pasaría la noche, ya casi cada quien estaba viviendo en la casa del otro. No me incomoda, solo que los viajes por ir a buscar ropa es algo engorroso y debemos hablarlo.

– ¿Te quieres quedar en mi casa o nos vamos a la tuya? Traigo todo lo que voy a necesitar, lo tengo en el auto.

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