Capítulo cuarenta y siete
Felicidad.
Esa simple palabra define todo mi estado de ánimo justo ahora.
¿Por qué?
Porque por fin puedo decir que esto va a acabar, además lo hará de una buena forma. Con mi pelirrojo en la manada.
Con él junto a mí.
Doy un gran suspiro antes de adentrarnos en el campo de batalla donde lobos y vampiros pelean. Al fin puedo decir que tengo las dos cosas que quería desde un principio.
Ser inmortal, pero sobre todo, encontrar a mi otro yo.
—Niña linda —me llama y presto atención a su mandato —somos un equipo, —aprieta mi mano —si tú caes, yo caigo; si yo caigo, tú caes; pero siempre juntos.
Asiento —siempre juntos.
Voltea hacia la masacre y me suelta —Vamos —empieza a correr campo adentro e imitó su acto —cuida tus costados —grita por encima de todo el ruido y bloquea un ataque a mi lado que ni siquiera me había dado cuenta que venía —no te distraigas.
Muevo mi cabeza de un lado a otro viendo como los vampiros empiezan a venir en nuestra dirección con una velocidad increíble.
Tu sangre los tiene locos.*
No es de esperar, Heit. Después de todo, sigo siendo mitad humana.
Mis manos se mueven rápido al igual que mis piernas al momento de recibir a mi primera víctima, su cabeza queda rodando a un lado de las otras que Len ya ha sacado y lanzó el cuerpo justo donde él lanzó los demás, más chupasangres se lanzan contra nosotros y sin hacer mucho los dejo tirados en el suelo.
Como se nota que son recién convertidos sin experiencia en combate.
Pego mi espalda con la suya y mi cuerpo reposa en posición de ataque, —tu te encargas de los dos a la derecha y yo con el de la izquierda —digo y le proporcionó un golpe a mi oponente, pero este me lo regresa justo en la mandíbula, retrocedo y este sonríe al notar que no es presa fácil.
—¿Qué? ¿Te rindes? —cuestiona y relaja su cuerpo ante mí.
—Nunca bajes la guardia o terminaras muerto —pateo con suficiente fuerza sus piernas para hacerlo caer y rápido pongo mi pie el su cuello —¿últimas palabras?
—Nunca des segundas oportunidades —me jala del pie y quedamos ambos en el suelo, intento reincorporarme, pero este se trepa encima de mí para inmovilizarme —¿últimas palabras?
Observo por el rabillo de mi ojo como Len camina hacia nosotros con sus hombros levantados y sus garras afuera. Sonrío —Nunca des segundas oportunidades —repito su frase y en un segundo es levantado todo su peso de mi cuerpo, el pelirrojo lo estrella con fuerza sobre la tierra y con una de sus filosas uñas abre lentamente desde su pecho hasta el estómago haciendo que este se retuersa de dolor.
Madre mía, virgen de los abdominales.
Este loco me va a matar.
Con su suéter limpia sus manos embarradas de sustancia negra y yo solo puedo enfocarme en ver cada pequeña parte bien hecha de él, y aunque ya las he visto antes, nunca le había prestado tanta atención como ahora que noto una gran mancha de nacimiento llegando a su estrecha cadera.
—¿admirando vistas? —subo a sus ojos y siento como la poca sangre que aún queda en mi cuerpo va directo a mis mejillas.
Niego rápidamente —No, estaba viendo la pequeña mancha que tienes a un costado de la cadera —intento cambiar de tema.
—No es una mancha —habla y junto mis cejas sin entender —una vez, cuando yo era apenas un niño me apuñalearon, creo que no tengo que decir quien fue porque sabrás la respuesta —suspira —era una gran cicatriz, pero pude convertirla en una mancha gracias a mis poderes.
Aprieto mi mandíbula y cierro mis ojos tratando de mantener la calma —Esa hija de perra.
—Hija de perra tu mamá —mi cara rápidamente voltea al escuchar la voz de Laia hacer eco alrededor de nosotros y Len en acto reflejo me coloca detrás de él —pero que romántico —aplaude sonoramente al mismo tiempo que sale detrás de unos árboles —ojalá conmigo hubieses hecho lo mismo, pero lastimosamente nos traicionaste.
Salgo por un costado del pelirrojo para enfrentarla —¿Pero tú no estabas muerta?
Niega con su dedo índice —Estaba... O bueno, nunca lo estuve, porque yo nunca fui con Neal a ese lugar.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Chica Dhall ©