La Chica Dhall © romance Capítulo 53

Capítulo extra uno

Años después...

Me recuesto del marco de la puerta observando ese pelo rojo descansar sobre la almohada blanca en la cama, sus pestañas cobrizas parecen ser más largas de lo normal, su respiración es pausada y sus labios por la mañana son más rosados de lo habitual, bajo por su mandíbula y escaneo esas espadas entrecruzadas con las iniciales de mi nombre.

Z.R.D.W

Solo quedan los recuerdos de lo que una vez fuimos, pero sinceramente prefiero que sea así a no estar con él por el resto de mi vida.

Mi pelirrojo.

Muerdo mis labios al ver como se voltea y me deja ver esos lindos abdominales marcados, estira sus brazos al despertar y finalmente abre sus ojos. Sonríe —Del uno al diez, ¿cuánto disfrutaste con la vista?

Tuerzo mis labios y miro una de las paredes blancas simulando pensar detenidamente —Cero —digo y asiento convencida de mi respuesta.

Len se levanta de la cama y como un cazador camina en mi dirección, me despegó del marco de la puerta y con cada paso que da yo retrocedo.

—¿Acaso me tiene miedo, señorita Dhall?

Niego repetidas veces —No, yo nunca te tuve miedo y nunca te tendré miedo.

Sus brazos me encierran al final del pasillo y giro mi cabeza hacia las escaleras —¿Te pongo nerviosa?

—Tampoco.

Acerca, en una tortura para mí, sus labios a mi mejilla y su respiración caliente chocando a un costado de mi cuello me eriza completamente —¿Ah no? —susurra y sopla suavemente haciendome apretar las piernas —Entonces, ¿por qué estás así si no siquiera te he tocado?

Intento responder, pero un estruendo llama la atención de ambos y él es el primero en salir corriendo hacia afuera para ver lo que ha sucedido.

Salgo más allá de la puerta y veo como las barreras del mundo demoníaco se abren dejando sueltos a una gran cantidad de demonios que se desplazan en diferentes direcciones.

Esto no está bien, nada bien.

Tomo de la mano a mi compañero de vida y lo jalo hacia dentro de la casa protegida, pero sus pies no deciden moverse de donde están.

—¡Len! —lo llamo y sus ojos conectan con los míos —¿qué haces? Aquí no estamos seguros, nos pueden atacar y podemos morir.

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