Pero ya eran las diez de la noche y Ariana no le había enviado ningún mensaje.
Bruno se sentía incómodo y tenía la sensación de que algo se estaba saliendo de control.
Al pensar en la actitud de los Moore hacia él, casi deseaba que le entregaran a Ariana en bandeja de plata.
Un destello de alivio cruzó su mirada; después de todo, Ariana tendría que ceder.
Ariana empacó sus cosas, imprimió la carta de renuncia y la dejó sobre su escritorio.
Luego, con una caja en brazos, bajó al vestíbulo.
Apenas se estabilizó, un deslumbrante haz de luz la golpeó y levantó la mano para protegerse.
Al girar la cabeza, vio una matrícula conocida.
Su primera reacción fue pensar si ese hombre querría algo de ella otra vez.
De todos modos, no había razón para que la buscara por otra cosa.
El auto se acercó lentamente, se detuvo frente a ella y la puerta se abrió.
Ariana, aún con la caja en brazos, se inclinó para mirar hacia el interior y efectivamente allí estaba él, impecable en su traje y tan atractivo como un cuadro pero frío como el hielo.
"Oliver."
Lo llamó, sin ninguna intención de subir, pues esa noche realmente no estaba de ánimo.
Oliver jugueteaba distraídamente con su reloj de plata pura en la muñeca, su presencia era indiferente.
Después de un momento, habló en voz baja: "Sube."
"Si subo, con tu energía, seguro que no me dejarás ir."
Abrazó la caja y habló con seriedad.
Ariana intentaba crear una imagen de sí misma ante Oliver, de alguien liberada, para que, aparte de en la cama, no hubiera otros lazos entre ellos, ya que temía caer algún día en sus redes.
Bruno ya la había agotado y Oliver era claramente de una liga diferente.
Además, cuando Oliver había estado con ella, nunca le preguntó si era su primera vez, pues a él nunca le importó.
Eran adultos y deberían conocer las reglas.
Oliver arqueó una ceja ligeramente, esbozando una sonrisa debido a sus palabras.
Su mirada bajó hacia la caja que ella sostenía y con un movimiento frío, tomó su muñeca, atrayéndola hacia el interior del vehículo con fuerza.
"¿Vas a renunciar?"
La caja que llevaba era demasiado llamativa como para pasar desapercibida.
Ariana no se resistió y se apoyó en su pecho, ya habían dormido juntos, no había razón para fingir decoro en ese momento.
"Sí, me han dado la patada tras cruzar el río."
Total, ya que iba a renunciar, no tenía nada que perder sembrando una última semilla de discordia con Oliver.
Los dedos de Oliver se posaron sobre la cintura de Ariana y al mismo tiempo le dijo a Nicolás: "¿Lo has escuchado bien?"
Nicolás, con una reverencia, asintió y se afanó en hacer varias llamadas para organizarlo todo.
El fresco tacto en su piel le provocaba a Ariana una sensación eléctrica, como una corriente que se infiltraba por los poros.
"¿Qué premio quisieras?" Preguntó él con un tono que, aunque era distante y frío, no parecía cruel.
"¿Un premio?" Murmuró Ariana, relajando su cuerpo y bajando la mirada con un aire perezoso y seductor, sin intención alguna, pero con una atracción innata como la de una hermosa flor.
Mientras Ariana consideraba qué podría ser ese premio, su celular sonó. Era Luz, seguramente había tenido un traspié en Pizcas Precisas S.A.
Con la firma del contrato acercándose al día siguiente, era evidente que esa noche ya habían intentado comunicarse con Enzo y seguramente no les había ido bien.
Ariana simplemente ignoró la llamada, pero pronto recibió un mensaje que decía: "Ariana, Enzo dijo que tienes el prospecto de inversión. ¿Cómo pudiste llevarte algo tan importante? Eres demasiado egoísta. ¿Quién querría a alguien así en su empresa? ¡Devuelve eso ya!"
La frustración de Luz era palpable. Habían intentado hablar en secreto con Pizcas Precisas S.A. y aunque Enzo había respondido, les había colgado sin contemplaciones al preguntar por el prospecto.
Si tenían que enfrentarse a Enzo al día siguiente, seguramente los recibiría con una lluvia de insultos.
La tensión era palpable entre ellos, ya que estaban acostumbrados a ser respetados y no a ser menospreciados.
Luz envió otro mensaje: "Crees que la información que investigaste usando recursos de la compañía, ¿no pertenece a la empresa? No tienes derecho a llevártela."
Ariana casi se ríe de la ironía. Había visto gente desvergonzada, pero eso era otro nivel.
Dejar que alguien así tomara su lugar era parte del plan de Bruno y aunque le generaba frustración y resentimiento, no importaba. Ariana había preparado su jugada maestra y era Bruno quien sufriría las consecuencias.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Dama de los Sueños Dorados