La Dama de los Sueños Dorados romance Capítulo 124

Jacinta se quedó con el rostro tenso y se acercó apresurada preguntando: "¿Cómo es que me lo has descontado, Oliver? Últimamente no he causado problemas, eh. Ya ni siquiera busqué al actor famoso ese que me gustaba, y estos días me he portado bien, quedándome en casa jugando videojuegos."

Mostraba una cara llena de pena y su tono se suavizó diciendo: "No sabes cuánto me aburro últimamente. La gente del medio no me quiere, y andan esparciendo chismes por todos lados. Y lo peor es mi primo, que dice que por culpa de Ander estoy así. Estoy super dolida, o sea, con Ander ni siquiera he cruzado más de dos palabras."

Hizo un gesto como si se secara una lágrima, mientras que observaba cuidadosamente la expresión de Oliver con el rabillo del ojo.

Oliver frunció el ceño y dudó unos segundos antes de sacar otra tarjeta y decirle: "Deja de gastar dinero en esos tipos, hasta te haría bien tener un noviazgo en serio así nadie te criticaría."

Jacinta, satisfecha, tomó la tarjeta y una sonrisa sarcástica se dibujó en su rostro.

"¿Quién querría algo serio conmigo? A los hombres decentes, con solo escuchar mi nombre, les dan ganas de salir huyendo."

Al decir eso, había un destello de tristeza en sus ojos.

Ariana, escuchando su conversación desde un lado, finalmente entendió que lo de Jacinta y Ander era puro cuento.

Con la personalidad de Jacinta, seguramente no le gustaría alguien que estuviera dispuesto a sacrificarlo todo por el arte, especialmente porque ella tenía una gran necesidad de sentirse segura.

"Oliver, me llevaré a Ariana a tomar algo, no te preocupes, no buscaré a ningún modelo."

Jacinta reflexionó y pensó que lo que había molestado a Oliver fue su comentario sobre buscar modelos.

Oliver era muy particular y seguramente no permitiría que una mujer con la que él estuviera se enredara con otros hombres.

Tras decir eso, se llevó a Ariana, y cuando entraron en el ascensor, Jacinta, tocándose la barbilla y mirando curiosa a Ariana, soltó algo sorprendente.

"Ariana, ¿alguna vez te has acostado con mi primo?"

Después de tantos años de compromiso y siendo ambos adultos, aunque Bruno no fuera un santo, tenía una cara que valía la pena.

"¿Me creerías si digo que no?"

La respuesta de Ariana fue indiferente, ya esperaba algún comentario burlón, porque Jacinta siempre era tan directa.

"Claro que te creo."

Jacinta parecía sincera y guardó la tarjeta que le había dado Oliver en su bolso diciendo: "Tú nunca has amado a Bruno, y él no tiene lo necesario como para que le entregues tu corazón voluntariamente. Oliver es diferente, hay solo un hombre como él en Los Ángeles, y las mujeres que se relacionan con él se sienten afortunadas."

"¿Cómo sabes que nunca he amado a Bruno?"

"Es por la manera en que lo miras. Ya te he visto antes, no puedes ocultar la mirada de alguien que está enamorado. Si eres buena con él, es solo porque es tu prometido, nada más."

Jacinta sacó un fajo de billetes de su bolso y se los puso en el bolsillo del uniforme al valet.

Ella siempre era generosa con las propinas, por lo que casi todos los meseros de aquel lugar la adoraban.

El valet se apresuró a estacionar su auto y aun así se tomó un momento para intercambiar algunas palabras con una sonrisa.

Ariana se mantuvo de pie al lado de Jacinta todo el tiempo, frunciendo el ceño cuando su mirada se desvió hacia una figura no muy lejana.

Era Anabel, y para colmo, estaba rodeada de varias damas destacadas de la sociedad.

La posición de Ariana era demasiado obvia, pero era porque Jacinta, que no era precisamente discreta, la había arrastrado a pararse justo bajo el farol más grande.

Anabel la vio de inmediato, y sus labios se tensaron en una mueca burlona.

"¿Y quién será? ¡Ah, Ariana! Escuché que los Borges están pensando en cancelar tu compromiso. ¿No deberías estar en casa llorando en vez de venir aquí a tomarte unos tragos?"

Las fotos de Ariana con Ander ya habían circulado por todo el círculo social y todos sabían que le había puesto los cuernos a Bruno.

Un escándalo así en una familia de tanto renombre era algo que a todos les encantaba comentar.

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