Ariana entró al salón y notó que encontrar un lugar donde descansar era una tarea complicada, pero afortunadamente, aparte de unos pocos dólares que faltaban, todo lo demás estaba en su lugar.
La policía estaba cerca y aun así, aquel grupo de malhechores habían actuado con descaro.
Le informó a los oficiales que vigilaban la zona sobre la situación y después de organizar la computadora y los documentos de la empresa, tomó algunas prendas de ropa con la idea de pasar la noche en un hotel, pues la estancia en el apartamento ya no era segura a corto plazo.
Apenas había salido del edificio cuando vio el auto de Oliver esperando detrás de un árbol y se detuvo en seco, con el corazón latiendo descontroladamente.
El vehículo se aproximó lentamente y se detuvo frente a ella.
La ventana se bajó, pero el asiento trasero estaba vacío; Oliver no estaba allí.
En cambio, Nicolás bajó del auto y le dijo: "Señorita Moore, he ido al hospital y me dijeron que ya te habías dado de alta. El jefe me pidió que viniera a esperarte por si necesitabas algo en medio de la noche."
El corazón de Ariana se llenó de un sentimiento agridulce mientras sostenía su pequeña maleta.
Nicolás miró la maleta con curiosidad, preguntándose a dónde se dirigiría ella a esas horas con su equipaje.
Se apresuró a tomar la maleta mientras indagaba: "Señorita Moore, ¿a dónde vas?"
Ariana abrió la puerta del auto, se sentó y con una voz ronca dijo: "Vamos a Brentwood."
Una expresión de alegría cruzó el rostro de Nicolás mientras colocaba la maleta en la cajuela y decía: "Perfecto, el jefe estará encantado."
Ariana observaba las luces de neón a través de la ventana mientras preguntaba: "¿De verdad? ¿Se alegrará porque voy a Brentwood?"
"El jefe parecía muy molesto camino a la casa principal y creo que definitivamente tiene que ver contigo, Señorita Moore."
Ariana ya no quiso hablar más y pensando en cómo Oliver había estado a su lado en el hospital y había sido el primero en encontrarla desmayada, en ese momento sentía cierto remordimiento.
Desde el principio todo fue como un juego de niños y fue su propia codicia la que la llevó a esperar una respuesta de él.
Oliver no había hecho nada mal, en realidad, como benefactor, había cumplido con su papel mejor que la mayoría.
Si Bruno había tenido un compromiso con Ariana y al final terminó en su cama, sabía que los hombres eran todos iguales en el fondo; no les gustaban las mujeres demasiado insípidas, lo importante era ser dóciles y obedientes.
Verónica recordó las fotos que había visto en un grupo de chat y se sintió aún más impaciente. La actitud ambigua de Bruno hacia Ariana la incomodaba y sabía que pronto tenía que asegurar su relación con Oliver o incluso Bruno la dejaría atrás y no permitiría que eso sucediera.
Nicolás ya estaba frente a ella y al reconocerla frunció ligeramente el ceño, pero Verónica no tenía intención de mostrarse amable con un simple asistente, después de todo, Nicolás no era más que un perro faldero de Oliver; lo que realmente importaba era el propio Oliver.
Ella pasó de largo a Nicolás, se acercó a la ventanilla del auto donde estaba Ariana y fingiendo un tono de voz dulce y amable, dijo: "Disculpe, señor Borges, me distraje un momento y sin querer golpeé su auto. ¿Está bien usted?"
A través del tintado de los cristales, Verónica no podía ver claramente el interior, pero había calculado perfectamente el ángulo para asegurarse de que Oliver no se perdiera ni un detalle de su presencia: los labios pintados de un rojo pasión y el escote sutilmente expuesto. Su voz sonaba melódica y Verónica estaba segura de que esa noche Oliver Borges no la olvidaría.
En el interior del vehículo, Ariana observaba la escena y no podía evitar sonreír ante el espectáculo. Verónica esperaba una respuesta que no llegaba y con una impaciencia apenas disimulada, se ajustó el escote para hacerlo aún más llamativo y dijo: "La culpa es completamente mía y me haré cargo de los daños, señor Borges. Lo importante es que usted no haya sufrido ningún susto."
Oliver Borges siempre había sido un hombre de pocas palabras y la indiferencia de su respuesta no sorprendió a Verónica en lo más mínimo, pues si lo hubiera conquistado de inmediato, no habría tenido el mismo sabor de la victoria que anhelaba.
Ella sabía que debía ser persistente y mostrarse ante él poco a poco. Si Oliver había mostrado interés por Ariana, esa... cómo decirlo, esa chica sin gracia, entonces estaba convencida de que también caería rendido ante su encanto, después de todo, no era la primera vez que hombres como Bruno y Aarón se perdían en su mirada y sus juegos de seducción.
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