Verónica tenía una sonrisa triunfal en los labios, la cual se desvaneció al ver que la ventana del auto se bajaba y no era Oliver quien estaba dentro, sino Ariana con su rostro impasible.
Ariana tenía una sonrisa en la cara y su mirada, cargada de significado, se detuvo en el escote apenas visible de Verónica.
Esa mirada era como una bofetada, dejando a Verónica con el orgullo magullado.
Retrocedió alarmada, cuando escuchó la voz de Ariana: “¿Con esos trucos sedujiste a Bruno?”
Verónica pensó que la vergüenza de la noche anterior había sido suficiente, pero lo más humillante estaba ocurriendo justo en ese instante.
Ambas eran mujeres y Ariana debía saber lo que Verónica acababa de intentar.
Sintiendo que su rostro ardía de vergüenza, pero intentando mantener la compostura, Verónica respondió con una risa forzada: “Si funciona, es suficiente. Bruno siempre decía que tú eras aburrida y predecible. Ahora yo soy la señorita de los Moore y tus días no van a ser fáciles, querida.”
Ariana retiró su mirada con indiferencia y se rio suavemente mientras comentaba: “Por difícil que sea mi vida, nunca me rebajaría a coquetear con hombres en público.”
Verónica se sintió profundamente humillada y clavó sus uñas en las palmas de sus manos hasta hacerlas sangrar, pero estaba curiosa por saber por qué Ariana estaba en el auto de Oliver.
“¿Entonces sedujiste a Oliver?” Preguntó, con una mezcla de ira y placer vengativo.
Si esa noticia llegaba a los oídos de los Borges, ¡ellos nunca perdonarían a Ariana!
Por otro lado, Verónica estaba celosa de que Ariana, esa desgraciada, pudiera estar tan cerca de Oliver y hasta subirse a su auto.
Con los labios casi sangrando de morderlos y los ojos llenos de resentimiento, esperó la respuesta de Ariana, pero en su lugar apareció Nicolás, quien se acercó y habló con respeto: “La Señorita Moore y yo somos colegas. Simplemente me la encontré y le ofrecí llevarla. Le pido que no hable sin saber.”
Resultó que no era que Ariana había seducido a Oliver, sino al chófer de Oliver.
Qué irónico, pensó Verónica, Ariana había caído tan bajo.
Antes de subir al auto, Verónica no pudo resistir continuar su burla: “Los hombres que Ariana seduce, solo pueden ser chóferes.”
Nicolás se mordió el labio y una vez en el vehículo, preguntó con frustración: “Señorita Moore, ¿ella está loca o qué?”
Ariana sonrió por lo bajo, después de la interrupción de Verónica, los sentimientos complicados que había tenido en el auto se habían disipado.
“Mejor piensa que está loca.” Respondió ella.
Nicolás pisó el acelerador y sin poder evitarlo, se le torció ligeramente la boca mientras cuestionaba: "¿Ella qué quiere, colgarse del brazo del presidente?"
"¿Acaso no lo ha dejado suficientemente claro?"
Ariana apoyó su barbilla con una mano y preguntó: "¿Tú crees que al presidente Borges le gustarán las de su tipo?"
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