La Dama de los Sueños Dorados romance Capítulo 50

Ariana se turbó por un instante, pero pronto recuperó la serenidad en su mirada.

Jacinta parecía no esperar ninguna respuesta, tampoco creía haber soltado ninguna bomba de impacto.

"Ariana, qué pena me das. Pareces no querer ser una carga para nadie, pero al mismo tiempo deseas ser amada. Sin embargo, veo que ya has aceptado con calma el hecho de que nadie te ama, si no, no te atreverías a meterte en la cama de Oliver."

Cada palabra era afilada, penetrante, y sin embargo, pronunciada con un tono de inocencia.

"Ay, de verdad que siento lástima por ti. Un hombre como Oliver, quizás puedas tenerlo por una noche, pero te pasarías toda la vida amándolo, y él seguramente nunca te llegará a amar. Él puede darte cualquier cosa, menos su corazón."

Ariana se inclinó ligeramente, ajustando su postura.

La línea de su espalda se marcó con el movimiento, como una luna creciente, joven y hermosa.

Elevó un poco el cuello, y el pliegue de sus párpados se profundizó.

"Señorita Jacinta, creo que ha habido un malentendido. Lo mío con Oliver es un intercambio de conveniencias."

Ella necesitaba un refugio temporal, y a Oliver le gustaba su cuerpo.

"No hay ningún malentendido, te aprecio y por eso te aviso. A Oliver le resulta fácil conseguir lo que quiere. Pensándolo bien, ¿con qué piensas jugar tú, Ariana? ¿Con tu vida?"

A Ariana le impresionó la actitud de Jacinta, fue tan franca y sincera… incluso en aquel momento pensó que probablemente ella no tenía amigos.

Esa franqueza era demasiado llamativa en Los Ángeles y demasiado brillante.

Era exactamente como un rayo de luz que se colaba en un desagüe roto.

Esa luz accidentalmente revelaba la podredumbre y la suciedad.

Por eso, todo el mundo deseaba que esa luz desapareciera.

"No me voy a enamorar de Oliver, y mucho menos a usar la palabra amor, pero gracias por la advertencia."

"Ariana, tú..."

Jacinta de repente no supo qué decir, sin entender cómo había sido desarmada y había perdido la ventaja.

La mirada de Ariana era directa y casi descarada.

"Señorita Jacinta, después de tantos hombres, seguramente también buscas uno que realmente te ame. Anhelas a alguien que, a pesar de saber que eres tonta, frívola, hueca, vulgar, y que eres el blanco de todas las críticas de los medios, aun así te ame."

"Oliver no sabe amar, igual que usted, señorita Jacinta, o debería decir, que ninguno de los Borges sabe cómo hacerlo."

Cuando una persona estaba atrapada por el amor, se hacía sorda y ciega al mundo, como un esclavo remando en un pequeño bote, sin control sobre su destino.

Y la familia Borges jamás permitiría que alguno de los suyos fuera un esclavo.

Era una declaración franca y loca, como apuntar con un arma directo al corazón.

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