La Dama de los Sueños Dorados romance Capítulo 96

Paula pronunció esas palabras y se fue.

Anabel, con una expresión terrible, apretó el puño que colgaba a su lado y dijo: "Ya me disculpé, si ella no quiere hacerlo es su problema. ¿Puedo irme ahora?"

Se rio para sí misma, pues en cuanto saliera de ahí, llamaría a Ángel para contarle que ya se había disculpado y después, cualquier cosa que quisiera hacerle a Ariana, él no intervendría.

¡No iba a dejar pasar aquella afrenta!

Ariana se levantó y apoyándose en su bastón, comentó: "Ángel ya dijo que tenían que disculparse juntas, por lo tanto si Paula no está, la disculpa de hoy no cuenta. Otro día organízate mejor y tráela contigo."

Anabel la miró incrédula, sintiendo que la habían engañado.

"Ariana, si estoy aquí es solo por respeto a Ángel. ¿Quién te crees que eres? Si no fuera por él, ni siquiera tendrías el derecho de hablar conmigo."

Anabel estaba tan enojada que se le enrojeció la cara, pero recordando las instrucciones de Ángel, apretó los dientes con resignación.

Ariana ya estaba en la puerta del dormitorio cuando vio que se abría una rendija, Oliver estaba a punto de salir y con rapidez, Ariana entró y lo empujó hacia atrás.

Desde afuera, Anabel vio la puerta entreabierta y la sombra de un hombre que desapareció en un instante. Fue tan rápido que no pudo ver su rostro, pero le pareció que tenía un aire distinguido.

Ariana, ya dentro del dormitorio y apoyada en la puerta, vio a Oliver sentado al borde de la cama y no pudo evitar sonreír mientras decía: "Si sales ahora, en menos de una hora todo Los Ángeles sabrá lo nuestro."

"¿Tienes miedo?"

Ariana se sentía confundida, pues no entendía qué pensaba ese hombre, parecía que no le importaba lo que pasaría si se revelaba su secreto.

No solo serían chismes en el círculo social, sino que incluso Santiago podría enterarse.

Oliver podría mantenerse firme e inalterado, pero ¿y ella?

Con un simple gesto, esas personas podrían borrarla del mapa.

Ariana bajó las pestañas y tenía sus manos apretadas detrás de su espalda, con las uñas clavándose en la palma mientras decía: "Por lo menos, aún no."

Eran las ocho de la noche y Ángel estaba en el Bar Sol y Mezcal, asistiendo a una fiesta de bienvenida.

Sin embargo, no disfrutaba de esas fiestas, por lo que después de hacer acto de presencia, se había sentado en un rincón.

Al ver que Oliver lo llamaba, frunció el ceño.

Isabel, a su lado, pensó que Oliver iría y una sonrisa cruzó su rostro cuando preguntó: "¿Oliver viene para acá?"

Ángel negó con la cabeza y respondió la llamada.

"Oliver, ¿qué pasa?"

No obstante, del otro lado no se escuchó la voz de Oliver, sino la de una mujer.

"Señor Torres"

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