—No, tengo algo que hacer esta noche —Gustavo se quedó atónito y sonrió.
—Ella ha vuelto, ¿no? —preguntó Abril con tristeza.
Gustavo frunció los labios y asintió con la cabeza.
Desde que le había dicho que estaba casado, no le había ocultado nada sobre Isabella. Por el contrario, le había ocultado su ex novia a Isabella y la veía con frecuencia. Nunca le mencionó el asunto de Abril.
Abril tenía muchas ganas de preguntarle cuándo se iba a divorciar de Isabella, pero no lo hizo. Se advirtió a sí misma en su corazón que en este momento crítico, tenía que estar tranquila y no presionar demasiado a Gustavo.
Estos días, él la trataba como una amante. Cogidos de la mano, abrazados, besados, durmiendo juntos, habían hecho todo lo que debían y no debían hacer.
—Vale, nos vemos la próxima vez —Abril se fue.
Gustavo no lo pensó demasiado y se limitó a volver a su despacho.
Cuando Abril acababa de llegar a la planta baja, Gonzalo también llegó por el ascensor especial, que estaba al lado. Los dos salieron del ascensor casi al mismo tiempo, pero Abril estaba un paso por delante de él.
Así que solo vio la espalda de Abril. De hecho, cuando el señor Secada le había invitado al banquete, él había sentido que ella, le resultaba familiar, y solo después de tanto tiempo recordó la razón.
¡Ella fue la primera novia de Gustavo!
«¿Trabaja ella aquí para Gustavo?»
Gonzalo no pudo evitar fruncir el ceño. Últimamente parecía estar pensando demasiado.
Él se preocupó por Isabella.
«Una vez, Gustavo se enamoraba mucho de Abril...»
«Aunque está casado, ¿realmente se ha olvidado de ella?»
«¿Sabe Isabella de la existencia de Abril?»
«¿Aún ama a Abril?»
—Señor Navarro, es hora de irnos.
Las palabras de Gerardo le hicieron volver a sí. Mientras se relacionara con Isabella, no podía calmarse.
«Isabella, ojalá seas feliz...»
—Bien —Gonzalo respondió con indiferencia.
Cuando uno pensaba mucho en alguien, esa persona aparecería frente a ti.
Sentado en coche, Gonzalo miraba por la ventanilla en silencio. Inadvertidamente, vio una figura que caminaba por la calle.
Era Isabella...
Él pasó por e Apartamento Mega.
Isabella llevaba dos grandes bolsas de ingredientes que acababa de comprar en el supermercado y se dirigía a casa.
—¡Para el coche! —Gonzalo dio de repente una orden.
El conductor inmediatamente lo hizo y Gonzalo bajó del coche.
En este momento, Isabella inexplicablemente estornudó. Se frotó la nariz, y estaba a punto de seguir caminando hacia adelante cuando sintió que alguien le arrebató lo que tenía en la mano.
—¿Gonzalo? —Isabella miró a Gonzalo sorprendida.
Los dos grandes bolsas eran muy ligeros para Gonzalo, pero sí eran un poco pesados para Isabella.
—Lo siento, todo es culpa mía por no regresar a casa a menudo —Gustavo le frotó la cabeza suavemente.
—De nada. Sé que estás muy ocupado.
Al ver a Isabella, Gustavo se sintió culpable por primera vez. «¿Cómo pude traicionar a una mujer tan buena?»
Y en este momento, para Isabella, Gustavo era su sol. Si un día, sin él, su mundo estaría definitivamente en la oscuridad.
—Cocinamos juntos —Gustavo cambió entonces de tema.
Isabella asintió con felicidad.
Esta fue la cena más feliz que había comido en mucho tiempo.Y luego ella arregló el comedor y se fue a duchar.
Cuando terminó, se sentó en el sofá con pelo húmedo. Acostumbrada a ver la televisión sola en casa, sintonizaba el televisor a todo volumen.
Al oír el sonido de la televisión del salón, que hacía demasiado ruido para poder leer tranquilamente, Gustavo salió del estudio. Vio que Isabella solo llevaba un albornoz con el pelo mojado, así que fue al dormitorio y trajo un secador.
Estaba tan absorta que no esperaba que Gustavo apareciera de repente frente a ella. Cogió el mando a distancia y bajó el volumen.
—Te seco el pelo —él dijo suavemente.
Isabella, por su parte, miró a Gustavo con sorpresa y asintió nerviosamente.
Después de encender el secador, Gustavo se puso al lado de Isabella y le secó el pelo.
Su larga cabellera se pegaba a la piel. Ella era realmente muy guapa. Tenía las cejas finas, los ojos como estrellas, los labios rosados, los dientes blancos y la piel muy clara.
De repente, Gustavo apagó el secador y le tomó la mano. Lentamente, no pudo evitarlo, se inclinó hacia abajo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: LA ESTRELLA DE MI VIDA