—Es que... después vino mi hermano. Así que no le dejé llevarme al hospital.
Isabella soltó una sonrisa. Ya había vejado bastante a la mujer esa mañana, así que era mejor que no la maldijera demasiado.
Las dos mujeres tenían cosas diferentes que decir sobre lo mismo y Gustavo sonrió.
Isabella se quedó mirando a Gustavo, admitiendo que el hombre era bastante guapo cuando sonreía.Pero ¿por qué sonreía? ¿Había vuelto a decir algo malo?
Gustavo comprendió lo que estaba pasando. Se acercó y de repente le quitó la caja de condones a Isabella.
—¿Cuál es el número del piso de tu hermano? —sin esperar a que Isabella se diera cuenta de lo que estaba pasando, Gustavo preguntó.
—Parece ser... 502 ... —Isabella pensó un momento y respondió.
—Señorita, ven aquí por favor.
Gustavo llamó a la recepcionista de la propiedad de allí.
Ella trató a Gustavo como un rey.
—Señor Navarro... ¿Qué puedo hacer por usted? —Inmediatamente le saludó y le preguntó respetuosamente.
—Envía esta caja de condones a la habitación 502 —sin esperar a que la recepcionista terminara su frase, Gustavo le entregó los condones que tenía en la mano.
La recepcionista pareció confusa, los tomó con timidez y entró en el ascensor.
Isabella se sentía perdida cuando, de repente, Gustavola llevó en brazos con facilidad.
—Te llevaré al médico —Gustavo dijo.
Isabella se quedó atónita, mirando al perfil de su rostro tan hermoso, con el corazón inexplicablemente acelerado.
Este sentimiento... ¡se le ha ocurrido de forma tan maravillosa!
***
—No hay ningún hueso dañado, sólo una distensión de los ligamentos del tobillo.
Cuando llegaron al hospital, el médico miró las radiografías que Isabella se había hecho del pie y dijo.
—¿Va a ser doloroso durante días? —preguntó Isabella. En realidad le daba bastante miedo el dolor.
El médico asintió y le dio a Isabella una receta de medicamentos.
Mientras Gustavo sostenía a Isabella con el brazo a salir del hospital, ella sacó su monedero del bolsillo y le entregó a Gustavo los doscientos.
—Es para el billete y las facturas médicas. Sé que esto no es suficiente, pero sólo puedo darle tanto... porque tengo que alimentarme de los cientos que quedan... —dijo Isabella con vergüenza pero con sinceridad.
Para Gustavo, lo más valioso de Isabella era que era su honestad. Esta chica no era como las mujeres que le rodeaban, muy maquilladas y remilgadas, pensando en cómo seducir a un hombre rico o en cómo conseguir lo que querían.
Ella no era tan hipócrita como ellas. En otras palabras, probablemente tenía menos experiencia social. También la voz de la chica, que era realmente agradable y pura.
—¿Crees que lo hago por tu dinero? —Gustavo pensó un momento y le preguntó insinuando algo.
—Diseño de interiores —Isabella se rascó la nuca avergonzada.
Gustavo no pudo evitar sonreír.
Isabella miró la sonrisa de Gustavo y, al oírle preguntar tanto sobre sí mismo, comprendió que definitivamente le prestaría dinero. Así que sacó del monedero el bolígrafo y un post-it que llevaba, escribió una nota para el préstamo y le entregó a Gustavo su tarjeta de identificación junto con ella.
—Has escrito la nota de crédito primero, ¿no temes que no te preste el dinero? —Gustavo sonrió.
—¡No, me lo vas a prestar! —Isabella respondió con seguridad.
Gustavo asintió y sólo le quitó la nota de la mano, no el documento de identidad.
—¿Isabella Dávalos? —leyó, pronunciando su nombre con voz suave.
—Sí —Isabella respondió inconscientemente.
—Los pisos de este edificio son buenos, puedes ir a la recepción a preguntar si queda alguna habitación libre para alquilar. Además, si buscas trabajo, podrías probar en la empresa Mega, que también busca pasantes de diseño de interiores —dijo Gustavo amablemente.
La empresa Mega del Grupo Navarro está buscando pasantes de diseño de interiores, ¿de verdad? Isabella miró a Gustavo con cierta incredulidad.
Gustavo le sonreía.
Isabella no sabe que Gustavo es ahora el director general de empresa Mega. Si quisiera contratar una pasante, sería muy fácil. Estaba confundida porque había oído que la empresa Mega nunca quería pasantes. Pero volvió en sí inmediatamente, asintió con la cabeza.
—¡Muchas gracias!
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