Después de colgar el teléfono, Isabella se puso excitada.
—¡He tenido un trabajo!
Sin embargo ella reparó de repente en que no estaba en su casa. Luego se acordó de lo que sucedía anoche y saltó de la cama rápidamente.
No se llevaba el vestido de ayer sino una camisa de hombre ancha. También descubrió que estaba desnuda dentro la camisa.
Se sintió nerviosa y examinó en seguida si tenían algunas huellas en la cama. Pero encontró nada. Lo más importante era que el cuerpo no estuviera incómodo.
Pensando dónde estaba abrió la puerta y salió de la habitación descalza.
Ella observó los alrededores. El apartamento era tan lujoso. No había visto el estilo de decoración tan de moda como esto.
¿De quién casa estaba? ¿Acaso estaba de la de Ismael, el quien se le encontró ayer noche?
Pensando al hombre ella sintió miedo por no razón. Pero en su recuerdo vago, estaba con el otro hombre.
El pensamiento confuso le hacía preocupada.
De repente, sonó un ruido de abrir la puerta allá.
Isabella corrió alerta en la habitación. Después de dar una vista de inspección a toda la habitación tomó un florero para guardarse detrás de la puerta.
Oyendo el ruido de pasos hacia ella y hasta la silueta apareció en la puerta, en el mismo tiempo, Isabella alzó el florero para golpearle. Pero el golpe fue detenido por Gustavo, mientras abrazó a ella subconscientemente.
Isabella miró a él asustada. El florero deslizó de la mano pero Gustavo lo recogió con la mano velozmente.
—Esto es una antigüedad y me cuesta mucho —bromeando Gustavo, le soltó a ella y dejó el florero.
—Lo siento —Isabella le pidió perdón repetidamente.
—Ve a lavarte. Voy a preparar el almuerzo —Gustavo fue a colocar el florero.
—¿Qué ocurrió anoche? —Isabella se sonrojó.
—No te preocupes, nada sucedió —Sonrió Gustavo.
En cambio Isabella se mostraba extremadamente nerviosa. Ella quería agradecerle por lo que le había sacado a ella de la mano de Ismael. Pero cuando miraba a su gallarda cara ella se puso tan vergonzosa que no podía decir nada.
—Te he comprado nuevas ropas que están en el sofá de salón. También ya se han lavado y secado. Puedes cambiarlas —continuó decir Gustavo.
—Y esta camisa —titubeó Isabella.
—Te lo cambié —respondió honestamente Gustavo mientras la cara de Isabella se sonrojó repentinamente—, pero lo hice con ojos cerrados.
Oyendo eso las orejas de Isabella se quemaron y su corazón palpitó tan fuertemente.
—No obstante, todavía toqué algunas partes de tu cuerpo sin intención. Por eso, creo que tener que estar encargado de eso —continuó Gustavo.
Isabella asintió con la cabeza. Ya tenía trabajo, no cantaría allí. Esta vez era una lección para ella.
—Te devolveré el dinero lo más rápido posible.
Isabella prometió y e aseguraba que le devolviere el dinero.
Gustavo le alivió a ella con una sonrisa y pensó que ella era una buena chica de verdad.
—Todavía no sé tu nombre —dijo en voz baja mientras Isabella bajó la cabeza tímidamente.
Gustavo había sabido su nombre, pero ella no sabía el de él, lo que se lo sentía mucho.
—Me llamo Gustavo Navarro —dijo suavemente Gustavo—, y mi hermano se llama Gonzalo.
—¡Tu nombre es más bonito!
—Por supuesto —se rio Gustavo.
—Y tu hermano, ¿por que lo mencionaste antes? ¿Qué pasó anoche?
—Pues... tampoco no lo sé. Solo me dijo que salvó una chica, así te encontré. Él es como un lobo, nunca sé dónde está y adónde irá.
Gustavo creía que esta descripción era acertada para Gonzalo. Como su identidad especial, solo sabía que Gonzalo estaba distribuido en «El Lobo», una de las Fuerzas Especiales, sirviendo de luchar contra los criminales.
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