LA ESTRELLA DE MI VIDA romance Capítulo 58

—¡No me gusta que me rechaces! —el tono de Gustavo era suave pero inconfundible.

Isabella levantó la vista conmocionada y Gustavo se inclinó y le besó en la frente.

—Y tampoco no me rechaces este beso.

Gustavo se enderezó, mirando a los ojos de Isabella con una sonrisa. Si él no la hubiera observado de cerca, no se habría dado cuenta de que tan menuda y encantadora era esta chica sureña.

Isabella no pudo evitar sonrojarse, ensordeciendo su cabeza por la timidez.

«En cuanto al jade...»

Recordó bruscamente que el jade que le había regalado Gustavo era exactamente igual al que el hombre le había dejado hace unos meses.

—¿Este jade tiene dos piezas? La otra pieza, tiene un dibujo de dragón, ¿no? —preguntó Isabella.

—Sí, esta pieza que tengo es un fénix, y la pieza que tiene mi hermano mayor es, efectivamente, un dragón —Gustavo asintió.

—¿Tu hermano? ¿Gonzalo? —Isabella recordaba que le había mencionado el nombre de su hermano mayor la última vez que estuvo en casa de Gustavo.

—Sí —sonreía Gustavo.

Al oír esto, Isabella comprendió al instante lo que estaba pasando.

«¿Será el hombre Gonzalo? ¿El hermano mayor de Gustavo?»

«¡No podía ser!»

«Pero, ¿cómo se explican las dos piezas de jade?»

—Dentro de unos días, te llevaré a casa para que conozcas a mis padres, también a mi hermano mayor y a su prometida.

Gustavo continuó mientras Isabella estaba confundida y sus palabras interrumpieron a sus pensamientos.

«¿Hermano mayor? ¿Su prometida?»

«Parece que estoy pensando demasiado.»

Isabella sonrió y asintió.

Gustavo sacó entonces otra tarjeta bancaria de su bolso y se la entregó a Isabella,

—¡Hay exactamente 350.000 aquí, dalo a tus padres para la deuda, la contraseña es 520327!

Isabella se quedó atónita.

—Tu hermano, Fernando, me ha hablado de ellos —Gustavo sonrió.

«Entonces, ¿te casas conmigo por la simpatía?»

Ella sonrió con amargura, no debía esperar que él se casara con ella porque le gustaba.

Gustavo vio que Isabella no aceptaba la tarjeta, así que la forzó en su mano.

—¡Te lo devolveré más tarde! —Isabella forzó una sonrisa.

—Ya estamos casados, no deberías decirme esas cosas.

—Lo siento —Isabella se disculpó inconscientemente.

—Eso significa que, al final, ni siquiera soy una Figueroa, ¿verdad? —Isabella lloró.

—Isabella, no podemos ir contigo a Ciudad de Río, no podemos arrastrarte más —continuó la madre.

—Este dinero, tómalo —Isabella todavía devolvió la tarjeta en las manos de la madre.

—Isabella, no podemos aceptar este dinero.

—¡Tomadlo! —Isabella gritó, interrumpiendo a la madre— Al menos, el nombre que cambié en mi libro de cuentas fue Isabella Figueroa, y entonces, nuestra historia termina aquí.

—Isabella... —al escuchar las palabras de Isabella fueron tan desesperadas, la madre no pudo evitar llorar, no debería haberle dicho la verdad tan pronto.

Sin embargo, si no le decía la verdad a Isabella, lo sentiría más. Su padre permaneció de pie, en silencio.

Isabella abandonó la humilde casa de alquiler y a la pareja que sólo le había dado su apellido, con su maleta.

Sentada sola en la parada del autobús, en silencio, Isabella se preguntaba para quién estaba viviendo después de todos estos años.

Su madre la había criado sola, pero no la trataba bien, y había perdido la oportunidad de entrar en una buena universidad por su padre. Ahora se había dedicado su matrimonio a una pareja con la que no tenía lazos de sangre.

—¿Me estás esperando?

Una voz agradable sonó de repente en su oído, tan tranquila y atractiva.

Isabella levantó la vista aturdida.

Gustavo estaba bajo de la luz de sol y a apoyado en la parte delantera de un coche negro. Su cara, sus ojos y sus labios, todo ello haciendo alarde de nobleza y elegancia.

—Mi querida Señora Navarro, hágame el favor de subir. —Gustavo sonrió y abrió la puerta del coche.

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