—¿Te sentirías agraviada casarte conmigo?
Isabella sacudió la cabeza y se lanzó de nuevo sobre sus brazos,
—En absoluto no.
Fue él quien la salvó de las dificultades. Si él no hubiera aparecido a tiempo, ella podría haber acabado casándose con un tipo cualquiera.
Aunque como decía el refrán, una pareja pobre lo pasaría mal, a ella no importaba si Gustavo era rico o no, mientras la tratara bien y no la traicionara. Casarse con la persona adecuada era la mayor felicidad.
Los dos había estado abrazados en la cama durante mucho tiempo, y Gustavo no tenía ningún deseo por hacer amor con ella.
Por un lado, consideraba que ella solo tenía dieciocho años, y por otro, creía que debía hacerlo en la noche de bodas para poder darle un buen recuerdo en el futuro.
—¡Vamos a almorzar! La comida se enfriará.
—Vale.
Sentada en la mesa del comedor, Isabella lo miró y sonrió.
Aunque tuvo un mala mañana, no afectó al ánimo de Gustavo para ir al trabajo por la tarde. Como era arquitecto, iba a encargarse de más negocios para ganar más dinero.
Después de tanto tiempo, sabía muy bien qué tipo de chica era Isabella. Aunque solo tenía dieciocho años, era muy madura. Era amable, no era vanidosa ni cobarde, no se maquillaba, vivía con frugalidad y trabajaba con diligencia.
En Ciudad de río, la mayoría de chicas de esta edad acababan de entrar en la universidad, y seguían siendo niñas inocentes.
¿Quizá fuera por su origen familiar? Gustavo había oído decir a Fernando, que su madre de acogida la trataba mal, y la obligaba a dejar la universidad para trabajar, y que ella se encargaba de todas las tareas domésticas en casa, mientras que su padre de acogida la trataba bien, pero era cobarde e incompetente. En cuanto a Fernando, aunque solía protegerla, le costaba mantener a su propia novia, y mucho menos dar el dinero a Isabella.
Gustavo se sintió muy comprensivo con lo fuerte e independencia de Isabella.
Sus destinos eran muy similares en cierto sentido. Así que, aunque su ex novia volviera y quisiera volver a estar juntos, no tenía ganas de defraudar a Isabella.
Ese día, cuando acudió a una cita a ciegas con él, dijo que nunca había estado enamorada. Sabía que le había mentido.
—¡Sí! —Isabella guardó silencio durante un rato antes de responder y, tras una pausa, se defendió como una niña que había cometido un error— Pero no he hecho amor con él, limitándose a abrazar, ni siquiera lo he besado...
Solo entonces ella recordó que su primer beso había dado a un extraño que había entrado en su casa alquilada esa noche. Además, su cuerpo también había sido violado por aquel hombre...
Sentía que ya no era lo suficientemente buena para Gustavo. En realidad era una chica muy tradicional. Siempre había insistido en que debía hacer amor hasta la noche de su boda.
—Lo sé todo. No me importaría si no fueras virgen. A partir de ahora, me perteneces exclusivamente.
Gustavo sonrió, frotándole suavemente la cabeza. Él no sabía por qué sentía curiosidad por su relación pasada.
Cuando Isabella sabía que Gustavo la creía, respiró aliviada. En otras palabras, no le importaba a él que cuántos hombre que ella había tenido, siempre y cuando ella fuera suya a partir de ahora.
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