Cuando estaba a punto de terminar su jornada laboral, Zulema seguía ajustando algunos detalles del diseño cuando de repente escuchó un alboroto en la entrada, levantó la vista y vio a Roque entrando rodeado por un grupo de personas. ¡Qué hacía él en el Departamento de Joyería! Recordó las conversaciones entre él y Reyna, esas en las que decían que quizás él estaba encantado por ella, aquello hizo que el corazón de Zulema se acelerara sin motivo. Nunca había intentado seducirlo, al contrario, prefería mantenerse lo más alejada posible.
¿Cómo es que él podía sentir algo, aunque fuera un poco? ¿Sería solo un instinto masculino?
Zulema desvió la mirada y continuó con su trabajo. Quién sabe que quisiera hacer allí
"Zulema", la llamó Roque por su nombre. Cuando el gran jefe llamaba a uno, ¿cómo podrías no responder?
Con la mirada curiosa y comprensiva de sus compañeros, Zulema se levantó: "Aquí estoy".
"Ven".
¿Qué? ¿Qué pretendía Roque haciendo eso en público, acaso quería más rumores?
"Señor Malavé, todavía tengo trabajo pendiente".
"Ya es hora de irse, lo terminas mañana".
"Pero..."
Roque ya se había dado la vuelta y la multitud le abrió paso automáticamente. Bajo la atenta mirada de todos, ella siguió a Roque de mala gana y juntos salieron de la empresa.
Ya en el coche, Zulema no pudo resistirse y le preguntó: "¿Qué quieres, Roque?".
"A llevarte a casa".
"Tengo piernas muy saludables, puedo ir por mi cuenta".
Él se sacudió una mota de polvo de la manga: "Esta noche vamos a la Antigua Mansión de los Malavé".
"Podrías haberme mandado un mensaje o decírselo a Saúl", le respondió Zulema.
"¿Tanto te molesta que vaya al Departamento de Joyería a buscarte?".
"¿No has oído los chismes que corren entre los compañeros de la empresa sobre nosotros?".
Roque arqueó una ceja: "No".
"Porque nadie se atreve a chismear en mi presencia".
Zulema se quedó sin palabras. "Pues ahora te informo, hay quienes dicen que me mantienes, y muchas cosas más"´.
Roque reflexionó unos segundos: "No están del todo equivocados".
"¿Hmm...?"
"Comes de lo mío, vistes de lo mío, vives en lo mío", Roque le explicó: "En efecto, soy yo quien te mantiene".
"¡Soy tu esposa! ¡La que tú trajiste a casa! ¡Con certificado de matrimonio y todo! ¡Somos un matrimonio legal! ¡Es porque tú ocultaste nuestra relación que empezaron los rumores!". Zulema estaba indignada. ¿Qué significaba eso de mantener? Ella tenía manos y pies, era una mujer independiente de la nueva era, capaz de valerse por sí misma. Fue Roque quien le había cortado las alas, quien no la dejó volar, y en ese momento decía que él la mantenía. ¡Qué absurdo era lo que él decía!
Roque la miró con calma mientras ella se exasperaba, después de un rato, soltó un "Ah". Ella estuvo a punto de explotar de la frustración, pero se giró para mirar por la ventana, ignorándolo.
El coche entró en la Antigua Mansión de los Malavé.
Claudio, radiante de felicidad, apenas la vio le preguntó: "¿Cómo te sientes últimamente? Debes cuidarte bien, todavía no se nota la barriga y ya estoy impaciente".
"Después de todo, también es tu hermano", Claudio caminó hacia el estudio. "Ven conmigo".
Joana forzó una sonrisa: "Vamos, Roque, ve con él. Yo me quedo aquí charlando con Zulema, no te preocupes".
Roque miró a Zulema de reojo: "Quédate quieta aquí".
"¿A dónde podría ir?".
En cuanto Roque y el señor Claudio se fueron, la sonrisa de Joana se desvaneció rápidamente y murmuró con desdén: "Qué rápido cambian las cosas. Ahora en la familia Malavé, tú eres la estrella. Hasta yo tengo que guardarte respeto".
Zulema bajó la cabeza y siguió bebiendo su té, sin continuar la conversación. Todavía recordaba la última vez que ella la llevó forzadamente al hospital para hacerse una prueba de paternidad. Por suerte, Sania había logrado robar la muestra del laboratorio y sabotear el test.
Esa prueba, Joana definitivamente no la había podido completar, pero lo que la sorprendió fue la falta de reacción de Joana. No había venido a ella enfurecida a reclamarle que el test no se había podido realizar, preguntando si Zulema había tenido algo que ver, ni había proclamado triunfante que el niño que esperaba ella no era de Roque.
¿Qué estaba pasando? ¿Acaso Joana había cerrado la boca de repente?
Al verla así, Joana se irritó aún más: "Ja, puedes actuar toda altiva frente a mí. Pero te advierto que cuando mi hijo regrese, ¡la situación en la familia Malavé no será como ahora!".
Al mencionar al segundo heredero de la familia Malavé, Zulema sintió una corazonada. ¡Facundo se estaba acercando! Ella sonrió de manera maliciosa y comenzó a hablar de él a propósito: "Hablando de eso, aún no he tenido el placer de conocer al famoso hermano menor de Roque".
"¡Mi hijo es un tesoro! Es aún más guapo que Roque", dijo Joana con orgullo. "Él lleva la sangre Malavé, las acciones del Grupo Malavé, los bienes de la familia, ¡todo eso también le pertenece!".
"Claro, después de todo, es la base de tu posición en la familia Malavé. ¿Cuándo regresará él para que pueda conocerlo?".
Joana respondió: "Muy pronto. Cuando vuelva, seguramente se integrará al Grupo Malavé y se enfrentará a Roque. Al fin y al cabo, es parte de la familia Malavé, ¡y Roque no podrá ignorarlo por siempre!".
Zulema asintió con la cabeza: "Sí, seguro que sí, espero con ansias su regreso".
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Fuga de su Esposa Prisionera