La Fuga de su Esposa Prisionera romance Capítulo 128

Sania caminó un par de pasos cuando de repente, su estómago empezó a gruñir con fuerza. Ya eran las dos de la tarde, hora de almorzar.

Eloy se rio y con gesto cariñoso le revolvió el cabello: "Mejor te llevo a comer algo primero".

Sania solo hizo un puchero, mirando al suelo. Ella estaba decaída y ni siquiera se dio cuenta de que ese gesto, era en realidad un gesto muy íntimo.

El hospital seguía lleno de gente, un ir y venir constante, el cielo comenzaba a oscurecerse lentamente, y el horizonte se teñía con los colores del atardecer. Pero dentro de la habitación VIP, reinaba una atmósfera de tensión.

Roque frunció el ceño: "¿Cómo es que aún no ha despertado? ¿No habían dicho que el efecto de la anestesia pasaría por la tarde?".

¡Ya eran las seis y Zulema aún no mostraba signos de despertar!

"Señor Malavé, por favor, tenga paciencia, voy a revisar", el médico, conteniendo la respiración, examinaba detenidamente el estado de Zulema. Los resultados finales eran completamente normales.

Roque, con una expresión sombría, observaba cada movimiento del doctor.

"Señor Malavé, puede que la señora Malavé no quiera despertar". Finalmente, dijo el médico. "Quizás hay algo en la realidad que no quiere enfrentar y su subconsciente ha elegido escapar, por eso sigue durmiendo".

"¿No quiere despertar? ¿Qué significa eso?".

"Es la consciencia de la señora Malavé. Ella siente que hay algo en el mundo real que no puede aceptar, algo que no puede enfrentar, por lo que su subconsciente elige huir, por eso sigue durmiendo".

Roque, con las manos en la espalda, preguntó: "¿Y qué se puede hacer?".

"Bueno, esperar más, o tal vez usar algo que sea muy significativo para ella, algo que le haga darse cuenta de que está en un sueño y que es hora de despertar".

Roque, impaciente, asintió y gestualmente pidió a todos que se retiraran.

La habitación recuperó su silencio, los últimos rayos del sol se colaban por la ventana, bañando el suelo con un resplandor dorado, lo cual daba una sensación de paz y tranquilidad.

Zulema yacía con los ojos cerrados, profundamente dormida, sin mover ni un párpado, sin signos de vida, simplemente estaba allí, tendida en silencio.

"¿Estás usando tu manera de castigarme?", le preguntó Roque. "¿Es eso?".

"Dije que te amaría a mi modo, ¿y tú también tienes tus maneras?".

"Zulema, esta mujer realmente se preocupa por cada detalle". Roque se acercó a la cama y con cuidado apartó un mechón de pelo de su frente.

¿No quería despertar? ¿No quería aceptar que había perdido al bebé? Pero, al final tendría que despertar.

"Se puede huir por un tiempo, pero no para siempre", le dijo Roque acercándose a su oído. "Zulema, si no despiertas, comenzaré a hacerles daño a las personas a tu alrededor, una por una".

Sus párpados se agitaron ligeramente, eso había funcionado. Ella siempre había preferido el castigo al perdón, así que para hacerla despertar más rápido, Roque continuó: "Abre los ojos, Zulema, no sigas durmiendo. Tarde o temprano tendrás que enfrentar la realidad, te lo dije, esto es solo el comienzo, no el final. El futuro será cada vez mejor, ¿entiendes?".

Él repitió una y otra vez: "No puedes huir de mí, ni esconderte de lo nuestro".

"Roque, bastardo, eres tan cruel", articuló palabra por palabra, con una voz quebrada. "¡Tú mataste a mi hijo con tus propias manos!". Al hijo que había cuidado con tanto esmero y había protegido con todas sus fuerzas, finalmente se dio cuenta que se había ido. No había muerto por accidente, no a manos de Reyna, no por problemas de salud, sino por Roque.

Este se quedó parado junto a la cama, mirándola: "Ese niño fue un error desde el principio. Zulema, solo terminé con ese error por ti".

"¿Quién te dio derecho a terminar con ello? ¿Quién te dio derecho a decidir sobre la vida o muerte de mi hijo?".

"El derecho de ser tu esposo".

Zulema lo miró fríamente, como él siempre la había mirado, con esos mismos ojos fríos, en ese momento la rueda había girado, por lo que Roque no pudo soportar su mirada, desvió la vista, rehusando encontrarse con sus ojos.

"¿Esposo?", Zulema soltó una risa, una risa desolada y desamparada. "¿Alguna vez cumpliste tus deberes y responsabilidades como esposo? ¿Me has respetado alguna vez, me has entendido, me has amado?".

"Lo haré de ahora en adelante..."

"¡No hay un después!", ella lo interrumpió con voz aguda. "Roque, no puede haber un después entre tú y yo. ¡Nunca más!".

El niño era su vida y él le había quitado su vida y aún hablaba de un futuro juntos. ¡Qué irónico! ¡Ella nunca podría perdonarlo en esa vida!

La expresión de Roque se oscureció: "¿Y con quién quieres tener un futuro?".

"Con cualquiera menos contigo", Zulema apretó los labios, mirándolo fijamente. "Roque, te odio, ¡te odiaré por el resto de mi vida!". Su rostro se endureció completamente por la furia que sentía.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Fuga de su Esposa Prisionera