La Fuga de su Esposa Prisionera romance Capítulo 153

Al principio hubo mucho ruido, mezclado con el sonido de las bocinas de los autos, y luego salió la voz de Arturo: "Reyna, pareces estar de buen humor, ¿hay algo que celebrar?"

"Una gran noticia. ¡Zulema se cavó su propia tumba ja!"

Zulema dejó de moverse, decidiendo escuchar primero lo que Reyna y Arturo tenían que decir.

Después revisaría la grabación de aquel día.

Escuchaba con toda su atención.

Arturo preguntó: "¿Ah, sí? ¡Cuéntame!"

"El señor Malavé se había encariñado con ella, después de hacer que abortara, quería tener otro hijo con ella. Pero mira tú, Zulema fue por su cuenta a comprar pastillas anticonceptivas para no quedar embarazada. ¡La pillé en pleno acto!"

"¡No me digas! ¡Qué locura!"

El tono de Reyna estaba lleno de orgullo: "¡De verdad! Planeaba ir hoy con el Sr. Malavé, pedirle perdón y ver qué actitud tomaba, ¡pero me encontré con esta joyita!"

Arturo soltó una carcajada: "Es increíble, no sabe apreciar la vida de lujo que tenía al alcance de la mano."

"Así es." Reyna dijo, "Yo me muero por tener un hijo y el señor Malavé ni me toca. Ella, en cambio, ha tenido uno tras otro."

"Entonces, ¿hablaste con el señor Malavé?"

"Sí, pero el señor Malavé solo pensaba en Zulema, estaba bastante enojado cuando me vio, así que me fui. Pero," Reyna gruñó, "¡Zulema no va a salir bien parada!"

Zulema escuchaba sin expresión alguna en su rostro.

Arturo tomó un sorbo de café: "Reyna, de cualquier manera, saldrás ganando. Nuestra prioridad sigue siendo permanecer cerca del señor Malavé. Ahora que Zulema se ha metido en problemas, es tu oportunidad para demostrarle tu lealtad, diciendo que estás dispuesta a tener un hijo."

"¡Sí! Seguiré buscando al señor Malavé."

"De todos modos, si fracasas, el señor Malavé prometió darte una casa, un coche y cien millones. Con eso, viviremos sin preocupaciones el resto de nuestras vidas."

Pero Reyna dijo: "Papá, cien millones se van rápido..."

"Mi niña, si se acaba el dinero, volvemos a pedirle al señor Malavé. ¿Crees que después de aquella noche se negaría a darte más?"

Reyna sonrió: "Papá tu siempre tan sabio. Aquella noche, mi posición en el corazón del señor Malavé era muy alta."

Se oyó el sonido de las tazas chocando, estaban sirviendo más café.

Tras un breve silencio, la voz de Arturo volvió a sonar: "Hablando de aquella noche, Zulema tuvo una suerte increíble."

Zulema se quedó perpleja.

¿Qué suerte había tenido aquella noche?

Presintió que Arturo estaba a punto de hablar de aquello que tanto quería saber.

La verdad que tanto ansiaba descubrir estaba a punto de revelarse.

El corazón de Zulema latía aceleradamente mientras se ajustaba los audífonos para no perderse ni una palabra.

Reyna respondió: "¿Quién hubiera dicho que tendría tanta suerte? Fue una bendición por pura casualidad."

"Sí, es cuestión de suerte, también de destino."

"Debería haberse quedado con ese viejo, para que le diera asco toda la vida." Reyna maldijo con veneno, "Así, el hijo que llevara sería del viejo, y veríamos si aun así quería tenerlo."

Arturo contestó: "Ya no tiene al niño, da igual de quién fuera."

"Sí, Zulema jamás se imaginó que el niño que llevaba en su vientre era de Roque."

Tan pronto como las palabras cayeron, padre e hija se rieron al mismo tiempo: "Jajajajajaja ..."

La risa resonaba en los oídos de Zulema.

Su mente zumbaba, un torbellino de pensamientos.

¿Qué estaban diciendo? ¿El niño que había perdido era de Roque?

¿Cómo era posible? ¿Qué estaba pasando?

La voz de Arturo sonó de nuevo: "No solo Zulema, el señor Malavé tampoco lo imaginó. Él creía que había desecho un hijo ilegítimo, pero en realidad era su propio hijo."

Roque hizo lo que le dijo y después de esa noche la buscó por todas partes.

Pero Zulema no lo sabía, quien sí estaba al tanto era Arturo.

Fue Arturo quien la sacó del hospital psiquiátrico con engaños y la llevó al hotel para ofrecerla al viejo... Después, cuando la gente de Roque la buscaba, Arturo, con un golpe de suerte, puso a Reyna en su lugar.

Toda la verdad se desplegaba clara en su mente.

Zulema sabía que eso era lo que había sucedido.

Eso también explicaba por qué Roque estaba tan empeñado en casarse con Reyna, por qué decía que Reyna le había hecho un gran favor.

"Es tan ridículo..." murmuró Zulema, clavando sus uñas en la mesa inconscientemente, "como si todo fuera un gran sueño."

El sueño había terminado, y no quedaba nada.

Su corazón se sentía apretado, como si no pudiera respirar, y solo ponía su mano sobre el pecho intentando aliviar el dolor.

Zulema respiró hondo, casi mordiéndose el labio hasta hacerse sangrar.

Intentaba mantener la calma y recordar la conversación que había tenido Reyna en la habitación del hospital con su madre.

Después de filtrar el ruido, escuchó la voz de su madre:

"Estás diciendo tonterías, ¡no te creo! ¡Solo creo en mi propia hija!"

Reyna: "Juro que es la verdad, que se me muera toda la familia si miento. Vieja, te estoy diciendo la verdad porque me da pena que te engañen, quería que supieras lo que pasa."

"¿Y qué vienes a decirme esta vez?"

"¿Sabías que Zulema está embarazada?"

"La última vez dijiste que se había casado con Roque, así que el niño que espera es..."

"¡El niño que Zulema espera es de Roque!"

Cada palabra de esa conversación era como un cuchillo que se clavaba en el corazón de Zulema.

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