Ahora, Roque también está internado en el hospital...
"Todos ustedes salgan," dijo Zulema, cerrando los ojos para recuperar la calma. "¡Salgan todos ahora! Poncho, tú quédate."
Todos obedecieron.
Una vez asegurada de que no había nadie más, Zulema agarró con fuerza la mano de Poncho: "La única persona en quien puedo confiar ahora, eres tú."
"Señora, dígame lo que necesita. Como fiel mayordomo, he visto crecer a Roque y siempre le he sido leal."
Zulema habló en voz baja: "¿Recuerdas la muerte de Justino?"
Con solo esas palabras, Poncho entendió de inmediato lo que ella quería decir, ¡y su expresión cambió drásticamente!
"En el hospital, tiene que haber alguien de Villa Aurora, y que esté al lado de la cama de Roque," prosiguió Zulema. "Y especialmente con los medicamentos y sueros que le den, ¡todo debe ser revisado cuidadosamente! ¡No podemos permitir que encuentren una oportunidad!"
"Poncho, sé que tienes conocimiento de que la muerte de Justino no fue obra de mi padre. Con todo lo que pasaba en ese entonces, alguien debió haber aprovechado la confusión... ¡Ahora, no podemos dejar que eso vuelva a suceder!"
Poncho asintió, rostro grave: "Entiendo, señora. Me ocuparé de ello de inmediato."
"Para estar seguros, ¡ve tú mismo!"
"Está bien."
Al ver a Poncho salir apresuradamente, Zulema se dejó caer en el sofá.
Son muy pocas las personas que creen en la familia Velasco, pero afortunadamente Poncho es uno de ellos.
Ella pensó que Poncho debía saber algo, pero... no se lo diría a ella.
El camino hacia la verdad era largo, pero ella estaba decidida a seguirlo hasta el final, ¡hasta ver la luz!
En el hospital.
En la habitación, Joana decía: "Señor, no sirve de nada que se quede aquí, mejor váyase a casa."
"Ay..."
"Si le preocupa, puedo quedarme yo."
Claudio se levantó apoyándose en su bastón: "Está bien, ya estoy viejo y cansado. Cualquier noticia, avísenme de inmediato, no me hagan preocupar."
"Descuide, ¿acaso no confía en mí?"
Joana asintió y acompañó a Claudio a la salida.
Unos minutos después, volvió a la habitación y echó un vistazo al frasco del suero.
Quedaba poco menos de la mitad; era casi hora de llamar a una enfermera para cambiarlo.
Solo ella y Roque estaban en la habitación, con guardias y sirvientes afuera.
Joana se acercó lentamente a la cama.
En sus ojos, brillaba un destello malicioso.
Ella era la madrastra, ¿cómo podría tener verdadera devoción por Roque?
Además, en los ojos de Roque, ella nunca había sido una figura respetable; ¡nunca le había mostrado ningún respeto!
Joana tenía su propio hijo, aunque ni en habilidades ni en inteligencia podía compararse con Roque, pero después de todo, era su propio hijo, y ella definitivamente deseaba ponerlo en la posición de amo de la casa.
Lamentablemente, Roque era demasiado dominante, nunca le dio a su hijo una oportunidad.
"Roque, siempre pensé que eras invencible, sin debilidades. Intenté de todo para derribarte, para incriminarte, pero siempre terminé fracasando."
"Me preguntaba cuándo tendrías un punto débil. Nunca imaginé que sería una mujer... y menos aún Zulema. Jajaja, es cierto lo que dicen, que hasta el héroe más fuerte puede sucumbir ante una dama."
"Sería genial si murieras en manos de Zulema, ¿verdad?"
La mano de Joana se extendió lentamente hacia el tubo del suero.
El aire estaba tenso, inmóvil, en un silencio sepulcral.
Fue entonces cuando... ¡bam! La puerta de la sala se abrió de golpe.
En la cama del hospital, Roque seguía durmiendo profundamente, con una gruesa venda envolviendo su brazo.
...
Tres días después.
Durante los últimos tres días, Poncho ha estado vigilando personalmente la sala, cuidando los cambios de vendajes sueros. Poncho siempre estaba observado todo el proceso.
Claudio venía todos los días, pero Roque aún no despertaba.
Lo regañó al médico: "¡Han pasado tres días, cómo es que no hay ni un signo de recuperación!"
"Don Malavé, según los exámenes, las funciones corporales del Sr. Malavé están recuperándose y la situación de la pérdida de sangre ha mejorado gracias a la transfusión a tiempo..."
"No me vengas con esas cosas sin sentido", interrumpió Claudio con un movimiento de su mano, "¡lo que quiero es que Roque despierte!"
Roque llevaba tres días sin ir al Grupo Malavé, algo que nunca había ocurrido antes.
Si no aparece, la junta directiva y los accionistas comenzarían a inquietarse.
Después de todo, ¡Roque era el pilar del Grupo Malavé!
El médico se secó el sudor de la frente: "Podrían permitir que los familiares pasen más tiempo con él, hablarle un poco, estimular el espíritu del Sr. Malavé, quizá eso ayude."
"¡Yo lo haré!" Dijo Joana enseguida, ofreciéndose voluntaria.
Claudio estaba a punto de asentir, pero entonces escuchó a Poncho decir: "Don Malavé, creo que la persona más adecuada sería la Sra. Malavé."
"¿Cómo Zulema podría acercarse de nuevo a Roque? ¡No puede ser!"
"Exacto", dijo Joana. "Yo he visto crecer a Roque, podría hablarle de cosas de su infancia."
Poncho replicó: "Nadie puede reemplazar a la Sra. Malavé."
Justo después de estas palabras, se escuchó un susurro débil desde la cama del hospital donde yacía Roque, apenas moviendo sus labios: "Zu... Zule..."
"¿Qué está diciendo?" Claudio no podía oír claramente.
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