La Fuga de su Esposa Prisionera romance Capítulo 51

"También crees que puedo emborracharme por ella?".

Al escuchar esa frase, Reyna apenas tuvo tiempo de alegrarse cuando oyó a Roque decir: "Ella necesita dinero, no me lo pide a mí, va con Facundo ¡Es a él a quien ama!".

"¿Zulema le pidió dinero a Facundo?".

"Sí, para comprar medicinas para su madre". Roque apretó los puños y golpeó con fuerza la mesa de centro, luego se levantó tambaleándose.

Reyna, al verlo, planeó ayudarlo a regresar a su casa. ¡Incluso si tenía que fingir ser Zulema, tenía que engañarlo! ¡No podía esperar más, la oportunidad estaba frente a ella!

Reyna se levantó, lista para ir a ayudarlo y llevárselo. Pero Eloy, que había desaparecido por un tiempo, de repente apareció de la nada, bloqueándole el paso: "Oye, oye, ¿qué crees que haces?".

Reyna conocía su posición, no se atrevió a provocarlo y respondió con una sonrisa forzada: "Señor Baylón, estaba por ayudar al señor Malavé a descansar".

"No te preocupes por eso, yo lo llevaré a casa".

"Señor Baylón, no es ninguna molestia, ¿cómo voy a hacerle pasar por esto? ¡Deje que me encargue de este trabajo pesado!".

Sin embargo, Eloy seguía bloqueándola: "Rocky ahora es un hombre casado, no puede simplemente quedarse a dormir fuera de casa. Los hombres cuando están fuera, tienen que cuidarse, no dejar que las mujeres aprovechen de ellos".

Reyna ya no pudo fingir la sonrisa, era obvio que Eloy estaba en su contra: "Señor Baylón, no soy cualquier mujer, yo soy la mujer del Señor Malavé".

Eloy no tenía paciencia para escucharla terminar: "Está bien, está bien, muévete". Estaba harto de verla. Ya tenía suficiente con dirigir "Malavillamor", y encima Roque le había encargado la división de cine y televisión, y en esa división solo estaba Reyna como artista, prácticamente trabajando solo para ella, aquello era simplemente un aumento en su carga de trabajo.

Y para colmo, en la subasta benéfica, Reyna había usado la excusa de que su vestido fue manchado por Zulema para tratar de quitárselo, lo que incrementó la antipatía de Eloy hacia ella. Lo que menos le gustaba era una mujer que abusaba de su posición.

"Ay, Rocky, menos mal que estoy aquí, si no, esta noche perderías tu honor". Eloy lo ayudó a subir al auto: "¡Casi dejas que esa zorra seductora logre su cometido!".

Roque levantó la mano a su frente: "El licor, tráeme más licor".

Después de asegurarse de que Roque estaba con el cinturón de seguridad puesto, Eloy finalmente condujo de regreso a Villa Aurora. Poncho, al ver la escena, rápidamente se acercó para ayudar: "¡Señor Malavé!".

Pero Roque lo rechazó: "¡Apártate, no me toques!".

"Solo quiere a Zulema", le dijo Eloy. "Entrégalo a Zulema y yo me voy".

En la habitación principal.

La puerta se abrió y Zulema se despertó de golpe, sentándose de inmediato. Olió un fuerte aroma a alcohol.

"¿Roque?", Zulema encendió la luz. "¿Por qué vuelves tomado?".

"Señora, cuídelo por ahora, voy a pedir que en la cocina preparen caldo para la resaca".

"Está bien". Zulema lo ayudó a acostarse en la cama, le quitó los zapatos y la chaqueta Justo cuando iba a desatarle la corbata, sintió una tensión en su muñeca. Al levantar la vista, se encontró con la mirada turbia de Roque.

"Estás, estás borracho", le dijo Zulema. "Quítate la ropa y duerme bien".

Roque solo la miró en silencio. Ella se sentía inquieta; él parecía estar sobrio con esa mirada.

"Roque, ¿realmente estás borracho o no?".

"Tú eres Zulema".

"¿Eh?".

"¿Qué necesitas para quedarte conmigo? Dime, y te lo daré". Roque la miraba fijamente a los ojos: "Todo lo que quieras, mientras yo lo tenga".

Él era tan serio, era como una promesa, como la más sincera declaración entre amantes. Pero ellos, aunque oficialmente marido y mujer, en realidad eran enemigos.

Zulema también se perdió en la intensa mirada de este. Los dos se quedaron mirándose en silencio, como si solo existieran el uno para el otro en todo el universo.

La realidad volvió con el sonido de alguien tocando la puerta, ella se sobresaltó y rápidamente se levantó para abrir.

"Señora, aquí tienen el caldo para la resaca", le dijo Poncho, entregándole la bandeja.

Ella la tomó y la llevó al lado de la cama, pero Roque ya había cerrado los ojos y se había dormido, y ella se quedó parada sin moverse.

Las palabras de Roque habían parecido un sueño, etéreas y efímeras, pero habían salido de su boca, en efecto.

Zulema se sonrió amargamente y negó con la cabeza. ¿Qué estaba esperando ilusionada? Roque estaba tan borracho que no sabía lo que decía, y ella se lo había creído. Colocó el caldo en la mesita de noche y volvió a acostarse en el suelo.

Cuando Roque despertó, ya era mediodía del día siguiente. Con un dolor de cabeza que parecía partirle el cráneo, se masajeaba sin parar, con la mente en blanco, no recordaba nada de lo sucedido el día anterior, su memoria se quedó en el bar, bebiendo y charlando con Eloy; bajó las escaleras y no vio a Zulema por ninguna parte.

"Señor Malavé, la señora fue a la oficina a trabajar", le informó Poncho de inmediato. "Pero antes de irse, se tomó la molestia de prepararle un caldo para la resaca".

Se sentó en la mesa con una expresión neutra.

Poncho le sirvió el desayuno y añadió: "La señora ha tenido una noche dura. Anoche usted llegó muy borracho y ella lo cuidó sola. No durmió bien y esta mañana tenía cara de cansancio".

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