"Era un banquete de celebración y un asado. "Zulema, desde que llegó Sania a nuestra empresa, tus días se han vuelto mucho más interesantes."
Lo dejó solo para enfrentar la interminable noche.
Extrañamente, para él, las noches en solitario comenzaron a sentirse solitarias.
Zulema estaba a punto de contestar cuando de repente recordó algo: "Oye, ¿no dijo el señor Baylón que te habías lastimado? ¿Dónde está la herida?"
"¿Le crees a él?"
"¿Estás bromeando?" Zulema frunció el ceño, "Y yo que me preocupé por ti."
Roque dio un paso hacia ella: "¿Así que oíste que estaba herido y solo te preocupaste un poco? ¿No hubo ninguna otra reacción?"
Zulema empezó a retroceder paso a paso: "Pues... mira... hum..."
Finalmente, su espalda se encontró con la pared.
Roque levantó la mano y la apoyó junto a su oreja: "Si realmente me hubiera lastimado, ¿seguirías siendo tan indiferente?"
Su aliento cálido rozaba su rostro.
Zulema desvió la mirada: "Roque, hay una fila de gente que se preocupa por ti que va desde aquí hasta las afueras. Uno más, uno menos, no hace la diferencia."
"Pero tú eres mi esposa."
"La persona con la que te quieres casar es Reyna, nunca fui yo."
Él agarró su barbilla: "Por lo menos, ahora eres tú. ¡Deberías preocuparte por mí!"
Zulema solo sentía que todo eso era desconcertante.
"Si quieres atención, ve a buscar a Reyna. Ella es delicada, cariñosa y te consiente en todo. ¿Acaso no es mejor que yo?"
"Sí," respondió Roque, "cualquier mujer es mejor que tú. ¡Cualquier mujer es más considerada!"
Todas querían agradarle, acercarse a él, ganarse su favor.
Solo Zulema, nunca le había dado importancia.
Zulema lo miró a los ojos: "Llegué tarde a casa, ¿vas a empezar una pelea por eso?"
Vivir bajo la mirada de Roque era agotador.
Y siempre había alguien que quería hacerle daño, causarle problemas...
Joana o Reyna, ambas planeaban cómo acabar con ella.
"...No quiero pelear contigo," la voz de Roque se quebró.
Solo era que no podía contener sus emociones.
El test de Eloy le había helado el corazón.
Zulema realmente no se preocupaba por él... ni hablar de amor.
Al ver que ella no estaba en la empresa, inmediatamente ajustó la vigilancia y buscó por todos lados, se enteró que Joana la llevó al hospital, corrió sin decir palabra, por temor a que le pasara algo.
¿Y ella?
¡Ella lo odiaba, deseaba que él muriera!
"Entonces descansa, ya es tarde." Dijo Zulema, "Iré a darme una ducha."
Intentó irse, pero Roque la atrajo de vuelta con fuerza.
Sus ojos eran más oscuros que la noche: "Zulema, hagamos un trato."
"¿Un trato?" Algo en su interior se inquietó, y ella lo rechazó, "No lo quiero."
"¡No importa, tienes que aceptarlo!"
La paciencia de Roque se había agotado por completo.
Con cada palabra, se mostraba decidido y severo: "Lo que quieras, te lo puedo dar. Si quieres liberar a tu padre, está bien. Si quieres que tu madre reciba medicina especial, también está bien. En resumen, puedo satisfacer cualquier deseo tuyo."
Roque esa noche estaba inusual.
Zulema lo notó, pero no podía descifrar qué estaba pensando.
Siempre había odiado a la familia Velasco, y ahora de repente ofrecía liberar a alguien.
Zulema no era tonta, inmediatamente preguntó: "¿Qué quieres tomar de mí a cambio?"
Porque se daba cuenta, cada vez con más fuerza, que Zulema en su mundo no era solo la mujer de su enemigo, ni una simple pieza en el juego.
Él quería que ella se quedara, a como diera lugar, ¡tenía que estar a su lado por el resto de su vida!
"Solo te pregunto una vez, y solo esta noche tendrás esta oportunidad", Roque la miraba fijamente, como queriendo ver en su alma, "Zulema, piénsalo bien y toma una decisión."
"Si me deshago de este niño, ¿me darás todo lo que quiera?"
"¡Sí! Solo tienes esta oportunidad ahora, no esperaré más."
Ella seguía dudando, indecisa, y él empezaba a recobrar la cordura.
Roque se dejaba llevar por sus sentimientos, sin querer ser demasiado racional.
Quizás, el amor no tiene mucha razón de ser.
Se dirigió hacia la ventana y encendió un cigarrillo, fumando sin cesar, entre bocanadas de humo.
Zulema permanecía inmóvil, su mente era un torbellino de confusión.
Roque de repente le había puesto esa condición... ¿qué estaba pensando?
No esperaba que él se preocupara tanto por la existencia de ese niño.
"Cuando termine este cigarrillo, quiero tu respuesta", dijo Roque, "No tengo tanta paciencia."
"Eh..."
La interrumpió: "Solo necesito saber, ¿terminar con esto o seguir adelante? Zulema, esta decisión afectará el resto de tu vida."
Zulema bajó la mirada: "Me estás presionando de nuevo... ¿Quieres que me lance otra vez al lago?
"Te lo dije, será un trato. Pierdes algo, te compenso con algo, ¡incluso más!"
El humo se enroscaba en el aire.
Roque sostenía el cigarrillo entre sus dedos, la brasa parpadeaba, consumiéndose lentamente.
Finalmente, Zulema tomó aire profundamente.
"Sé que cuidar de mí ya es difícil, y proteger a un niño lo es aún más. Fue una ilusión mía, pero también es mi responsabilidad como madre. Roque... quiero a este niño, quiero traerlo a este mundo."
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