La mate de Hades. romance Capítulo 17

Estaba de pie, me encontraba frente a la puerta de la que era mi casa hacia una semana; ya habían pasado mucho tiempo desde que me volví la Omega del alfa de la manada.

Levanté mi mano derecha para intentar tocar la puerta, pero aquello se me fué impedido. Mis ojos se llenaron de emoción al ver a mi alfa ahí, de pie, cosquilleo subió por mis piernas que el ardor en mi cuerpo se hacía más fuerte. Él estaba en celo, yo lo sentía; mi cuerpo lo sentía.

—Hades —Llamé a su nombre, él me miró a los ojos. Él se veía incluso más devastado que yo, parecía que hubiese pasado mil años de soledad estando acompañado por millones de personas y aún así, se sentía abandonado, alejado de todos.

—Cachorra —Jadeó él, ella esperaba cualquier reacción pero nunca esa, el hecho de que él no estuviese violento si no necesitado de ella, deseándola a ella ahí: frente a la puerta de su casa.

—Hades...

Volvió a llamar bajo, pero esta vez cómo incitando a qué se acercara o que la llevara con él, su llamado parecía ser de una serpiente, le pedía que se acercara pero luego de hacerlo lo enredaría bajo su piel.

Él la tomó en sus brazos levantandola cerrando las piernas tras de sí, arrancó el abrigo que antes era suyo y tocó su cuerpo de forma brusca. La marca en su cuello ardía; y ella también ardería a manos de él.

—Nix —Dijo bajito —Quiero que me mires.

—Deja de darme órdenes Hades —Respondió, seguido de eso tomó su cabeza entre sus manos. Sintió la barba que crecía, al igual que el peso que traía consigo su mirada. Sus ojos se encontraron nuevamente —Yo no soy tu sumisa.

Él se carcajeo, y ella lo miró sería. Mientras él reía acercaba más su rostro, sus labios se encontraron.

—¿Quieres sexo Ónix? —Preguntaba él, sabía la respuesta, sí. —Pidemelo

—¿Quieres que te deje tocarme Hades?—Retó. Las manos de ella bajaban el pantalón de él mientras que sus ojos escaneaban su rostro —Sométeme.

Seguido de eso la ropa que cubría el cuerpo de Ónix desapareció, estaba sobre sus manos y rodillas en la cama mientras él embestía tras ella. Sus jadeos, sus gemidos, sus palabrotas subida de tono hacían que el alfa tras ella deseara maltratar su cuerpo mucho más.

La mano derecha de él chocó con su trasero dejando un lindo color rojo, a menos lindo para él, ella jadeó quejándose.

—Querías. —Dijo este —Aguanta que tu alfa te monte.

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